En su campaña por las calles de Cromwell, Nat contó con el apoyo de sus padres, Susan y Michael, que se centraron en los votantes de mayor edad, mientras que Luke y Kathy intentaban convencer a los jóvenes para que fueran a votar. A medida que pasaban los días, Nat estaba cada vez más seguro de que ganaría. El Courant empezó a decir que la verdadera batalla comenzaría cuando Nat tuviese que enfrentarse a Fletcher Davenport, el popular senador por Hartford. Sin embargo, Tom continuaba insistiendo en que debían tomarse muy en serio el debate con Elliot, que sería televisado la víspera de las elecciones.
– No hay ninguna razón para que caigamos en el último obstáculo -afirmó Tom-. Sáltalo limpiamente y tú serás el candidato. Quiero que dediques todo el domingo a repasar las preguntas todas las veces que haga falta y que te prepares para cualquier cosa que pueda surgir durante el debate. Puedes estar seguro de que Fletcher Davenport te estará viendo por la tele cómodamente sentado en su casa y analizará todo lo que digas. Si te equivocas en algo, enviará un comunicado a la prensa en cuestión de minutos.
Nat lamentó entonces haber aceptado semanas antes aparecer en un programa de debate de la televisión local que se emitiría la noche anterior a la última elección preliminar. Él y Elliot habían aceptado a David Anscott como moderador. Anscott era un entrevistador más interesado en caerle bien a la gente que en resultar incisivo. Tom no puso ninguna pega porque consideró que sería un buen ensayo para el inevitable debate a fondo con Fletcher Davenport.
Tom recibía todos los días nuevos informes donde se mencionaba que los voluntarios de la campaña de Ralph Elliot estaban desertando por docenas; algunos incluso habían cambiado de bando para sumarse a su equipo, así que cuando él y Nat llegaron al estudio de televisión ambos se sentían muy tranquilos y confiados. Su Ling acompañó a su marido. Luke, en cambio, dijo que prefería quedarse en casa y ver el debate por televisión, así podría comentar con su padre la imagen que transmitía en pantalla.
– Seguro que lo verá en el sofá con Kathy -opinó Nat.
– No, Kathy se marchó a su casa esta tarde para asistir a la fiesta de cumpleaños de su hermana -replicó Su Ling-. Luke tuvo la oportunidad de irse con ella, pero para ser justos debemos reconocer que se ha tomado su trabajo como tu asesor juvenil muy en serio.
Tom entró corriendo en el salón verde y le mostró a Nat los resultados de los últimos sondeos de intención de voto. Le otorgaban una ventaja de seis puntos.
– Creo que solo Fletcher Davenport puede impedirte ahora que accedas al cargo de gobernador.
– No me lo creeré hasta que anuncien los últimos resultados -dijo Su Ling-. No olvidéis la jugarreta de Elliot con las urnas después de que todos habíamos dado por hecho que el recuento estaba cerrado.
– Ya ha intentado todas las artimañas posibles sin ningún resultado -afirmó Tom.
– Quisiera compartir tu optimismo -señaló Nat, en voz baja.
Ambos candidatos fueron aplaudidos por los espectadores sentados en el estudio cuando ocuparon sus sitios en el plato, donde ya los esperaba el conductor del programa La batalla final. Los dos hombres se encontraron en el centro del plato y se dieron la mano, pero sus ojos miraban directamente a las cámaras.
– Este es un programa en directo -explicó David Anscott a la audiencia allí presente- y estaremos en el aire aproximadamente dentro de cinco minutos. Yo haré las primeras preguntas y después será el turno de ustedes. Si tienen algo que preguntarle a cualquiera de los dos candidatos, que la pregunta sea breve y concreta. Nada de andarse por las ramas, por favor.
Nat sonrió mientras echaba un vistazo al público, hasta que vio al hombre que había formulado la pregunta sobre el proyecto de Cedar Wood. Estaba sentado en la segunda fila. Notó que le sudaban las manos, pero incluso si le daban la palabra, Nat estaba seguro de que podría manejarlo. Esta vez iba bien preparado.
Se encendieron los focos, comenzaron a pasar los rótulos y David Anscott, con una amplia sonrisa, abrió el programa. Después de presentar a los participantes, los candidatos dispusieron de un minuto cada uno para hacer su primera exposición; sesenta segundos pueden ser mucho tiempo en la televisión, pero después de haber dicho lo mismo centenares de veces, eran capaces de hablar de su programa dormidos.
Anscott comenzó con un par de preguntas nada comprometedoras que le habían preparado. Una vez oídas las respuestas, no hizo nada por aprovechar lo que habían dicho los candidatos, sino que sencillamente pasó a la siguiente pregunta que le apareció en la pantalla de texto. En cuanto acabó con esta parte, se volvió rápidamente hacia el público.
La primera pregunta se convirtió en un discurso sobre la libertad de elección de las mujeres, cosa que complació a Nat que veía cómo se consumían los segundos. Sabía que Elliot se mostraría indeciso en este tema, porque no quería ofender a los movimientos feministas ni a sus amigos de la Iglesia católica. Nat, por su parte, dejó claro que apoyaba firmemente el derecho de las mujeres a elegir libremente. Elliot, tal como sospechaba, se mostró evasivo. Anscott dio paso a la siguiente pregunta.
Fletcher, que seguía el debate por el televisor de su casa, tomaba notas de todo lo que decía Nat Cartwright. Era evidente que entendía muy bien el principio que sustentaba la propuesta de reforma de la ley de educación y, lo que era más importante, parecía creer que los cambios que deseaba introducir Fletcher eran muy razonables.
– Es muy brillante, ¿verdad? -opinó Annie.
– Y muy guapo -afirmó Lucy.
– ¿Hay alguien que esté de mi parte? -preguntó Fletcher.
– Sí, no creo que sea guapo -intervino Jimmy-. Pero ha reflexionado mucho sobre tu enmienda y está claro que la considera un tema electoral.
– No sé si es muy guapo -comentó Annie-, pero ¿te has fijado que si lo miras bien se parece un poco a ti, Fletcher?
– Oh, no -protestó Lucy-. Es mucho más guapo que papá.
La tercera pregunta versó sobre el control de las armas. Ralph Elliot declaró que respaldaba firmemente a los fabricantes de armas y el derecho de todos los norteamericanos a defenderse. Nat explicó que él era partidario de un control más estricto, para evitar que episodios como el que había vivido su hijo en la escuela se volvieran a repetir nunca más.
Annie y Lucy comenzaron a aplaudir, junto con el público en el estudio.
– ¿Nadie piensa recordarle quién estaba en el aula con su hijo? -preguntó Jimmy.
– No hace falta que se lo recuerden -contestó Fletcher.
– Una pregunta más -intervino Anscott- y tendrá que ser rápida porque se nos agota el tiempo.
El individuo de la segunda fila se levantó en el acto. Elliot lo señaló por si acaso a Anscott se le ocurría dar paso a algún otro.
– ¿Cómo piensan los candidatos enfrentarse al problema de los inmigrantes ilegales?
– ¿Qué demonios tiene eso que ver con el gobernador de Connecticut? -preguntó Fletcher en el salón de su casa.
Ralph Elliot miró al hombre que había formulado la pregunta y respondió:
– Estoy seguro de que hablo en nombre de los dos cuando digo que Estados Unidos siempre dará la bienvenida a cualquiera que sea víctima de la opresión y necesite ayuda, como hemos hecho a todo lo largo de nuestra historia. Sin embargo, los que deseen entrar en nuestro país deben, por supuesto, seguir el procedimiento correcto y cumplir con todos los requisitos legales.
– Eso me suena como algo muy preparado y ensayado -le comentó Fletcher a Annie-. ¿Qué se trae entre manos?
– ¿Es esa también su opinión referente a los inmigrantes ilegales, señor Cartwright? -preguntó David Anscott, que no acababa de ver muy claro qué se escondía detrás de la pregunta planteada.
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