Alice Sebold - Desde Mi Cielo

Здесь есть возможность читать онлайн «Alice Sebold - Desde Mi Cielo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Desde Mi Cielo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Desde Mi Cielo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A Susie Salmon (sí, igual que el pez) la mataron. Fue violada, asesinada y luego descuartizada en un campo de trigo cuando volvía del colegio una helada tarde de invierno.
A sus 14 años, era una joven como tantas, que soñaba con ir a la universidad, conocer chicos, vestirse a la moda y ser actriz o fotógrafa. Pero ahora ya no está para contarnos sus planes, sus ansias de futuro… o tal vez sí.
Desde la atalaya de su cielo, en el que ahora habita eternamente, Susie observa la vida en la Tierra de aquellos a quienes dejó.
Desde ese cielo donde ahora puede concretar todos sus sueños de adolescente, Susie también relata de forma minuciosa la brutal preparación y ejecución de su asesinato, cometido por un conocido, un vecino del lugar, y descubrir que no es la única chica que ha hecho `desaparecer` dicho individuo.
Una narración fría y distante de un acto perverso, en las que Susie intercala sus ingenuas y curiosas experiencias en su cielo. La realidad más atroz y perturbadora, junto con la fantasía de un mundo donde el muerto puede al fin realizar todos sus deseos. Excepto uno: volver a la Tierra junto a los suyos.
A Susie sólo le queda dedicarse a observar, cuidar e intentar de alguna forma, intervenir en la vida de aquellos a quienes dejó atrás: su obstinado padre, que no descansará hasta saber lo que realmente le ocurrió, su madre, que termina aislada de todo y de todos, sus hermanos, que lucharán por sobrevivir al vacío dejado por ella y reconstruir sus vidas, sus amigos, inmersos en la lucha diaria por seguir sin su presencia, e incluso en el chico que estaba enamorado de ella y que no logra olvidarla. Desde su cielo, Susie debe aprender también a resignarse, dejar vivir a los vivos y continuar su derrotero.
Queramos verlo o no, el Mal forma parte de nuestra vida cotidiana, y esta novela desgarradora

Desde Mi Cielo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Desde Mi Cielo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A la larga, el recuerdo de esos topos -las imágenes de esas criaturas ciegas, curiosas y dentudas que buscaba en los libros- me ayudó a aceptar el hecho de que me había hundido en la tierra en una pesada caja fuerte. Yo estaba hecha a prueba de topos, de todos modos.

Ruth se acercó de puntillas a lo que creyó que era el borde mientras yo pensaba en las carcajadas de mi padre en ese día lejano. De regreso a casa, yo le había contado a mi hermano una historia que me había inventado: cómo debajo de la sima había todo un pueblo subterráneo cuya existencia nadie conocía, y la gente que vivía en él recibía esos electrodomésticos como regalos de un cielo terrenal. «Cuando nuestras neveras llegan a ellos -dije-, nos alaban, porque son una raza de pequeños reparadores que disfrutan recomponiendo cosas.» La risa de mi padre llenó el coche.

– Ruthie, ya te has acercado bastante -dijo Ray. Ruth tenía las plantas de los pies en la tierra dura y los dedos en la blanda, y mientras la observaba tuve la sensación de que era capaz de levantar los brazos y tirarse allí mismo para reunirse conmigo. Pero Ray se acercó a ella por detrás.

– Por lo visto, la garganta de la tierra eructa -dijo.

Los tres vimos la esquina de algo metálico que se elevaba.

– La gran Maytag del sesenta y nueve -dijo Ray. Pero no era una lavadora ni una caja fuerte. Era un viejo fogón rojo de gas que se movía despacio.

– ¿Te has preguntado alguna vez dónde fue a parar el cuerpo de Susie Salmón? -preguntó Ruth.

Yo quería salir de debajo de la maleza que ocultaba a medias su coche azul, cruzar la carretera y meterme en el hoyo para a continuación volver a salir y darle a Ruth unos golpecitos en el hombro y decir: «¡Soy yo! ¡Has acertado! ¡Bingo! ¡Has dado en el blanco!».

– No -dijo Ray-. Eso te lo dejo a ti.

– Todo está cambiando en este lugar. Cada vez que vengo ha desaparecido algo que lo hacía distinto del resto del país -dijo ella.

– ¿Quieres entrar en la casa? -preguntó Ray, pero pensaba en mí. En lo colado que había estado por mí a los trece años. Me había visto volver andando a casa delante de él, y habían sido detalles: mi horrible falda plisada, mi chaquetón cubierto de pelos de Holiday, la manera en que el sol se reflejaba en mi pelo que yo creía castaño desvaído mientras volvíamos a casa, uno detrás del otro. Y unos días después, cuando él se había levantado en la clase de ciencias sociales y leído por equivocación su trabajo sobre Jane Eyre en lugar del de la guerra de 1812, yo lo había mirado de una manera que a él le pareció agradable.

Ray se encaminó a la casa que iban a demoler muy pronto y que había sido despojada de todos los pomos y grifos de valor por el señor Connors a altas horas de la madrugada, mientras Ruth se quedaba junto al hoyo. Ray ya estaba dentro de la casa cuando ocurrió. Con la misma claridad que si fuera de día, ella me vio de pie a su lado, mirando el lugar donde me había arrojado el señor Harvey.

– Susie -dijo Ruth, sintiendo mi presencia aún más sólidamente al pronunciar mi nombre.

Pero yo no dije nada.

– Te he escrito poemas -dijo ella, tratando de retenerme. Lo que llevaba toda la vida deseando ocurría por fin-. ¿No quieres nada, Susie?

Luego desaparecí.

Ruth se quedó allí, esperando tambaleante a la luz grisácea del sol de Pensilvania. Y la pregunta resonó en mis oídos: «¿No quieres nada?».

Al otro lado de las vías del tren, el taller de Hal estaba desierto. Se había tomado el día libre, y había llevado a Samuel y a Buckley a una feria de motos en Radnor. Yo veía a Buckley recorrer con la mano la curvada cubierta de la tracción delantera de una pequeña moto roja. Faltaba poco para su cumpleaños, y Hal y Samuel lo observaban. Hal había querido regalarle el viejo saxo alto de Samuel, pero la abuela Lynn había intervenido. «Necesita aporrear cosas, querido -dijo-. Ahórrate los objetos delicados.» De modo que Hal y Samuel se habían juntado para comprarle a mi hermano una batería de segunda mano.

La abuela Lynn estaba en el centro comercial tratando de encontrar ropa sencilla pero elegante que pudiera convencer a mi madre para que se pusiera. Con dedos hábiles por los años de experiencia, descolgó un vestido azul marino de un colgador de prendas negras. Yo veía a la mujer que estaba cerca mirar el vestido verde de envidia.

En el hospital, mi madre le leía en voz alta a mi padre el Evening Bulletin del día anterior, y él le leía los labios sin escuchar en realidad. En lugar de eso, quería besarla.

Y Lindsey.

Vi cómo el señor Harvey se metía en mi antiguo vecindario en pleno día, sin importarle que lo vieran, confiando en su habitual invisibilidad: allí, en ese vecindario donde tantos habían asegurado que nunca lo olvidarían, donde siempre lo habían visto como a un forastero, donde enseguida habían empezado a sospechar que la esposa muerta a la que se refería con distintos nombres había sido una de sus víctimas.

Lindsey estaba sola en casa.

El señor Harvey pasó junto a la casa de Nate, que estaba dentro de la zona de casas-ancla de la urbanización. La madre de Nate arrancaba las flores marchitas de un parterre con forma de riñón, y levantó la vista cuando el coche pasó por delante. Al ver el coche destartalado y desconocido, imaginó que era un amigo de la universidad de uno de los chicos mayores que había vuelto a pasar el verano. No vio al señor Harvey al volante. Éste giró a la izquierda y se adentró en la carretera que rodeaba su vieja calle. Holiday gruñó a mis pies, con la misma clase de gruñido grave y desagradable que se le escapaba cuando lo llevábamos en coche al veterinario.

Ruana Singh estaba de espaldas a él. La vi por la ventana del comedor, ordenando alfabéticamente un montón de libros nuevos y colocándolos en estanterías cuidadosamente organizadas. Los niños estaban en los jardines, columpiándose, caminando sobre zancos con resortes o persiguiéndose unos a otros con pistolas de agua. Un vecindario lleno de víctimas en potencia.

Él rodeó la curva del final de nuestra calle y pasó por el pequeño parque municipal, al otro lado del cual vivían los Gilbert. Estaban los dos en casa, el señor Gilbert ahora achacoso. Luego vio su antigua casa, que ya no era verde, aunque para mi familia y para mí siempre sería «la casa verde». Los nuevos dueños la habían pintado de color malva y habían instalado una piscina, y justo al lado, cerca de la ventana del sótano, había un cenador de madera de secuoya abarrotado de juguetes y hiedra colgante. Habían pavimentado los parterres delanteros al ampliar el camino del garaje, y cubierto el porche con cristal a prueba de heladas, detrás del cual vio una especie de oficina. Le llegaron las risas de unas niñas en el patio trasero, y vio salir de la casa a una mujer con sombrero y una podadera. Se quedó mirando al hombre sentado en el coche anaranjado y sintió una especie de patada en su interior: la patada inquieta de un útero vacío. Se volvió bruscamente y entró de nuevo en la casa, y se quedó mirándolo desde la ventana. Esperando.

Condujo unas cuantas casas más allá.

Y allí estaba ella, mi querida hermana. Él la vio por la ventana del piso de arriba de nuestra casa. Se había cortado el pelo y había adelgazado durante aquellos años, pero era ella, sentada ante la mesa de dibujo que utilizaba como escritorio, leyendo un libro de psicología.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Desde Mi Cielo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Desde Mi Cielo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Desde Mi Cielo»

Обсуждение, отзывы о книге «Desde Mi Cielo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x