• Пожаловаться

Francois Mauriac: El Desierto Del Amor

Здесь есть возможность читать онлайн «Francois Mauriac: El Desierto Del Amor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Классическая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Francois Mauriac El Desierto Del Amor

El Desierto Del Amor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Desierto Del Amor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Francois Mauriac: другие книги автора


Кто написал El Desierto Del Amor? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El Desierto Del Amor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Desierto Del Amor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Raymond Courréges se habría hecho una clientela tal como su abuelo el cirujano, como su tío abuelo jesuíta, como su padre el doctor, si hubiera sido capaz de subordinar sus apetitos a una carrera, y si su gusto por el placer no le hubiera impedido siempre perseguir lo que no le producía satisfacción inmediata. Sin embargo, llegaba a la edad en la que sólo aquellos que se dirigen al alma pueden establecer su dominio: Courréges sabía sólo enseñar a sus discípulos el mejor rendimiento del placer. Pero los más jóvenes deseaban tener cómplices de su misma generación, por lo cual su clientela mermaba. En el amor, la caza siempre abunda; pero el pequeño rebaño de aquellos que han empezado a vivir con nosotros se reduce cada año. Courréges odiaba, por tener su misma edad, a esos sobrevivientes de las sombrías heridas de la guerra, que, con el pelo gris, su panza y sus cráneos, habíanse hundido en el matrimonio o estaban deformados por la profesión. Los acusaba de ser los asesinos de su juventud y de traicionarla antes que la juventud renunciara a ellos.

Ponía su orgullo en estar entre los muchachos de posguerra.

Esa tarde, en el bar aún vacío, donde sólo se oía una mandolina ensordecida (la llama de la melodía muere, renace, titubea), Raymond mira ardientemente su rostro bajo sus espesos cabellos reflejados en los espejos, ese rostro que no representa los treinta y cinco años. Piensa que la vejez, antes de marcar su cuerpo, marca su vida. Si bien se siente orgulloso al oír que las mujeres se preguntan: "¿Quién es ese joven tan alto?", sabe también que los muchachos de veinte años, más perspicaces, no lo contaban entre los jóvenes de su efímera raza. Sin ir más lejos, ese Eddy no tenía nada mejor que hacer que hablar de sí mismo hasta el alba entre el estruendo del saxófono; pero, tal vez, en estos momentos, en otro bar, no hace otra cosa sino analizar sus sentimientos frente a un muchacho nacido en 1904, que sin cesar lo interrumpe con unos "yo también" y “lo mismo que yo”…

Surgieron algunos jóvenes que habían adoptado, para atravesar la sala, rostros engreídos y orgullosos, de los cuales quisieron desprenderse al ver la soledad de la sala. Se aglutinaron alrededor del barman. Courréges, sin embargo, no había aceptado jamás sufrir por culpa de otro, ya fuese amante o amigo. Se dedicó, pues, siguiendo su método, a descubrir la falta de proporción entre la insignificancia de Eddy H… y la turbación que le producía su abandono. Se alegró de no encontrar ninguna raíz al tratar de arrancar de él esta brizna de sentimiento. Enardecióse hasta llegar a pensar que podría echarlo a la calle, y sin estremecerse, enfrentóse con la idea de no volver a verlo. Casi con alegría díjose: "Voy a barrerlo…" Suspiró aliviado; luego se dio cuenta de que subsistía en él una inquietud, cuyo principio no era Eddy. ¡ Ah! Sí, la carta que palpaba en el bolsillo de su smoking… Era inútil que volviera a leerla: el doctor Courréges usaba con su hijo un lenguaje elíptico, fácil de retener:

Me alojo en el Grand-Hotel mientras dure el Congreso Médico. Estoy a tu disposición, por la mañana antes de las nueve; por la tarde después de las once. Tu padre.

Raymond murmuró: "No faltaba más…", y tomó sin sospecharlo un aire desafiante. Reprochaba a su padre que no pudiera despreciarlo como al resto de la familia. A los treinta años, en vano Raymond reclamó la dote que su hermana casada recibió. Después del rechazo de sus padres, había quemado sus naves; pero la fortuna pertenecía a la señora Courréges; muy bien sabía Raymond que su padre habríase mostrado generoso si hubiera podido hacerlo: el dinero no significaba nada para él. Repitió: "No faltaba más…" Pero no pudo dejar de percibir una llamada en ese seco mensaje. No era tan ciego como la señora Courréges, a la cual irritaban la frialdad y la brusquedad de su marido; tenía por costumbre repetir: "¿Qué me importa que sea bueno si no me doy cuenta de ello? ¡Imagínese cómo sería si fuera malo!"

Raymond se siente incómodo por la llamada de ese padre, al cual le cuesta mucho odiar. No, por cierto, no contestará: pero de todos modos… Más adelante, cuando Raymond Courréges recordó las circunstancias de esa noche, rememoró la amargura que había sufrido al entrar al pequeño bar vacío. Pero olvidó las causas, y estas eran la defección de un camarada llamado Eddy y la presencia de su padre en París; creyó que su humor agrio había nacido de un presentimiento y que existía un lazo entre su estado de ánimo y el acontecimiento que aproximábase a su vida. Sostuvo siempre, desde entonces, que ni Eddy ni el doctor Courréges habrían podido mantenerlo en tal angustia. Pero apenas se sentó frente a un cóctel, su espíritu y su carne, por instinto, sintieron la proximidad de aquella que, en ese mismo minuto, en un taxi que ya llegaba a la esquina de la calle Duphot, hurgaba en su pequeña cartera diciendo a su compañero:

– Qué tontería: olvidé mi lápiz labial. El hombre contestó:

– Debe haber algunos en el baño.

– ¡ Qué horror!, y cogeré…

– Gladys te prestará el suyo.

La mujer entró: un sombrero campanudo eliminaba la parte alta del rostro y sólo dejaba entrever el mentón, donde el tiempo marca la edad de las mujeres. Los cuarenta años habían dado sus toques por aquí y por allá en esa parte baja del rostro: insinuando una papada. El cuerpo, bajo las pieles, estaba recogido. Enceguecida como si saliera del toril, se detuvo en el umbral del bar deslumbrante. Cuando su compañero, el cual se había demorado al discutir con el chófer, se hubo reunido con ella, Courréges, sin reconocerlo en el primer momento, se dijo: "He visto en alguna parte este rostro…; es un rostro de Burdeos." De súbito, un nombre acudió a sus labios, mientras observaba el rostro de ese cincuentón, cara que rebosaba satisfacción de sí mismo: Víctor Larousselle… Latiéndole el corazón, Raymond examinó de nuevo a esa mujer; ésta, habiéndose dado cuenta de que era la única persona que tenía puesto el sombrero, se lo quitó bruscamente, y frente al espejo esponjó su cabello recién cortado. Aparecieron los ojos, grandes y tranquilos, y luego una frente amplia claramente delimitada, en ciertos sectores, por el nacimiento aún joven de una cabellera oscura. En lo alto del rostro, estaba concentrado todo lo que aquella mujer acumulaba de juventud sobreviviente. Raymond la reconocía a pesar del pelo corto, del cuerpo que había engordado y de la lenta destrucción que partía del cuello y subía a la boca y las mejillas. La reconoció como hubiera reconocido un camino de su infancia al que le hubieran derribado las encinas que lo bordeaban. Courréges sumaba el número de años, y después de algunos segundos decíase: "Tiene cuarenta y cuatro años; yo tenía dieciocho, y ella veintisiete." Como todos aquellos que mezclan la felicidad con la juventud, tenía una oscura conciencia, aunque siempre despierta, del tiempo transcurrido. Sus ojos no cesaban de medir el abismo del tiempo muerto; cada ser que jugó un papel en su destino fue colocado, sin tardar, en su lugar, y al reconocer el rostro era capaz de recordar hasta el año de su nacimiento. "¿Me reconocerá?" No habría vuelto la cara tan bruscamente si ella no lo hubiera reconocido. Aproximándose a su compañero le suplicaba, sin duda, que no permanecieran allí, ya que él contestó en voz muy alta, con el tono de un hombre al cual le gusta que lo admire la galería: "No, esto no está aburrido. En un cuarto de hora más estará tan lleno como un huevo." Empujó una mesa no muy lejos de aquella en que estaba apoyado Raymond; sentóse pesadamente; mostraba, en su rostro, en el cual fluía la sangre, además de los signos de la arteriosclerosis, una desembozada satisfacción. Pero como la mujer permanecía de pie e inmóvil, la interpeló: "¡Bien! ¿Qué esperas?" De súbito la satisfacción desapareció de sus ojos y de sus labios gruesos y casi amoratados. Creyendo hablar en voz baja, agregó: "Naturalmente, basta que esté entretenido aquí para que tú te aburras…" Sin duda, ella le decía: "Ten cuidado, nos escuchan", porque él casi gritó: "Sé comportarme, ¡caramba! ¡Y aunque así fuese!, ¿qué?"

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Desierto Del Amor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Desierto Del Amor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


François Mauriac: Le Désert de l'amour
Le Désert de l'amour
François Mauriac
François Mauriac: Le Nœud de vipères
Le Nœud de vipères
François Mauriac
François Mauriac: Un adolescent d'autrefois
Un adolescent d'autrefois
François Mauriac
Francois Mauriac: El Cordero
El Cordero
Francois Mauriac
Francois Mauriac: El Mico
El Mico
Francois Mauriac
Francois Mauriac: Nudo De Viboras
Nudo De Viboras
Francois Mauriac
Отзывы о книге «El Desierto Del Amor»

Обсуждение, отзывы о книге «El Desierto Del Amor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.