• Пожаловаться

Matilde Asensi: El Origen Perdido

Здесь есть возможность читать онлайн «Matilde Asensi: El Origen Perdido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Matilde Asensi El Origen Perdido

El Origen Perdido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Origen Perdido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una extraña enfermedad que ha dejado a su hermano en estado vegetativo lleva al hacker y empresario informático Arnau Queralt a emprender una investigación arqueológica para encontrar el remedio. De forma sorprendente, se verá inmerso en una aventura que le llevará a la historia del Imperio Inca, las ruinas de Tiwanacu y la selva amazónica, tras las huellas de una civilización perdida. El lector sigue con Arnau y sus amigos, Marc y Lola, este viaje a través del conocimiento, descubriendo algunos misterios sin resolver en la Historia de la Humanidad, las paradojas de la Teoría de la Evolución y el verdadero papel de los españoles en la conquista de América.

Matilde Asensi: другие книги автора


Кто написал El Origen Perdido? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El Origen Perdido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Origen Perdido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Estaba aturdido y desubicado. Me froté la cara con las manos y me agité el pelo, adherido como un casco a la cabeza. El resto de luces de la habitación se fueron encendiendo suavemente de manera automática.

– Me he dormido -farfullé a modo de saludo-. ¿Estás en La Custodia?

– Estoy en casa.

– Bueno, pues dame media hora y te recojo. Si quieres, cenamos allí, en la cafetería.

– No, no, Arnau -rehusó rápidamente mi cuñada-. No te llamo por eso. Es que… Bueno, verás, he encontrado unos papeles sobre la mesa de Daniel y… No sé cómo explicártelo. Es muy raro y estoy preocupada. ¿Podrías venir tú a verlos?

Tenía el cerebro abotagado.

– ¿Papeles…? ¿Qué papeles?

– Unas notas suyas. Una cosa muy rara. A lo mejor estoy desvariando pero… Prefiero no contártelo por teléfono. Quiero que tú mismo lo veas y me des tu opinión.

– Vale. Ahora mismo voy.

Tenía un hambre de lobo, así que fui devorando por etapas, mientras me duchaba y me vestía, la cena que Magdalena me había dejado preparada. Estuve dudando mucho rato si ponerme vaqueros como siempre o quizá algún otro pantalón más cómodo para pasar la noche en el hospital. Al final, opté por lo segundo; los vaqueros son casi un estilo de vida, pero, a la hora de la verdad, resultan muy rígidos y, a las cinco de la madrugada, pueden convertirse en perversos instrumentos de tortura. De modo que me puse un jersey, los pantalones negros de uno de mis trajes de negocios y unos viejos zapatos de piel que encontré en el vestidor. Por suerte, todavía no necesitaba afeitarme, así que me recogí el pelo y listo. Saqué una chaqueta del armario, guardé el móvil en uno de los bolsillos, tomé el macuto, metí dentro el ordenador portátil por si esa noche podía trabajar un rato y me fui a casa de mi hermano.

La calle Xiprer era una de esas calles estrechas y arboladas en las que todavía podían encontrarse viejos chalets habitados y el ambiente vecinal de una ciudad pequeña. Había que dar muchas vueltas y subir y bajar muchas cuestas para llegar hasta allí pero, cuando creías que las dificultades habían terminado y que sólo restaba aparcar el coche, descubrías con horror que los vehículos se comprimían de tal manera a ambos lados de la calle que era casi imposible pasar de una acera a otra sin usar un abrelatas. Hubiese sido un milagro que aquella noche la situación fuera distinta, pero, claro, no fue así y terminé haciendo lo mismo de siempre, es decir, subiendo la mitad izquierda del coche a la acera de un chaflán.

La casa de mi hermano estaba en el cuarto piso de un edificio no demasiado antiguo. Yo estaba convencido de que allí habitaba una rama clónica de Jabba procedente de algún misterioso experimento genético porque, siempre que iba, me encontraba en el ascensor con alguna réplica suya casi exacta. No fallaba nunca y el fenómeno llegó a preocuparme hasta el punto de preguntarle a Daniel si también él se había dado cuenta. Mi hermano, obviamente, se había echado a reír y me había explicado que se trataba de una familia muy extensa que ocupaba distintos apartamentos del inmueble y que, efectivamente, todos sus miembros guardaban un cierto parecido con Marc.

– ¿Cierto parecido…? -exclamé, indignado.

– ¡Hombre, todos son enormes y pelirrojos, pero ahí termina la cosa!

– Pues, yo diría que son idénticos.

– ¡No te pases!

Pero ahora mi hermano no estaba en su casa y no podía contarle, como hacía siempre, que había vuelto a encontrarme en el ascensor con uno de aquellos clones. Me abrió la puerta mi cuñada, que, aunque ya arreglada para irnos, estaba demacrada y con ojeras.

– Tienes mala cara, Arnau -me comentó ella con una sonrisa cariñosa.

– Creo que no he dormido muy bien -repuse mientras entraba en la casa. Por el pasillo que se abría frente a mí y que terminaba en el salón, una figura diminuta avanzaba con paso vacilante, arrastrando, como el Linus de Snoopy, una vieja toquilla con la que también se cubría media cabeza.

– Está muerto de sueño -me comentó Ona, bajando la voz-. No lo espabiles.

No tuve ocasión de hacerlo. A medio camino, la figura entoquillada decidió que no valía la pena el esfuerzo y dio media vuelta, regresando con sus abuelos, que estaban viendo la televisión. Como el sofá resultaba visible desde la entrada, saludé a los padres de Ona levantando la mano en el aire mientras mi cuñada tironeaba de mi brazo izquierdo para llevarme hacia el despacho de Daniel.

– Tienes que ver esto, Arnau -dijo mientras encendía la luz. El estudio de mi hermano era incluso más pequeño que mi vestidor, pero él se las había ingeniado para colocar por todas partes una cantidad ingente de altísimas estanterías de madera que rebosaban libros, revistas, cuadernos y archivadores. Ocupando el espacio central de todo aquel maremágnum estaba su mesa de trabajo, cubierta por pilas inestables de carpetas y papeles que rodeaban como altos muros unas cuartillas con anotaciones sobre las que descansaba un bolígrafo, y, al lado, el ordenador portátil apagado.

Ona se dirigió hacia la mesa y, sin mover nada, se inclinó sobre las hojas y puso un dedo sobre ellas.

– Lee esto, anda -murmuró.

Yo todavía llevaba el macuto al hombro, pero la urgencia que se transmitía en la voz de Ona me arrastró hacia la mesa. Allí donde ella señalaba con el índice estaban escritas unas frases con la letra de mi hermano que, aunque al inicio se entendían bastante bien, al final resultaban casi ilegibles:

«¿Mana huyarinqui lunthata? ¿No escuchas, ladrón?

»Jiwañta […] Estás muerto […], anatatäta chakxaña, jugaste a quitar el palo de la puerta.

»Jutayañäta allintarapiña, llamarás al enterrador, chhärma, esta misma noche.

»Los demás (ellos) jiwanaqañapxi jumaru, mueren todos por todas partes para ti.

»Achakay, akapacha chhaqtañi jumaru. ¡Ay, este mundo dejará de ser visible para ti!

»Kamachi […], ley […], lawt'ata, cerrado/a con llave, Yäp…»

Después, como si Daniel hubiera ido perdiendo el conocimiento mientras su mano seguía intentando escribir, aparecían una serie de líneas, de rayas inseguras que terminaban abruptamente.

Me quedé en suspenso unos segundos y, luego, incrédulo, releí aquellas notas un par de veces más.

– ¿Qué me dices, Arnau? -preguntó Ona, nerviosa-. ¿No te parece un poco raro?

Abrí la boca para decir… no sé qué, pero de mi garganta no salió ni un sonido. No, no era posible. Simplemente, resultaba ridículo pensar que aquellas frases estuvieran directamente relacionadas con la enfermedad de Daniel. Sí, la describían punto por punto y, sí, también sonaban amenazadoras, pero, ¿qué mente en su sano juicio podría aceptar algo tan absurdo como que lo último que mi hermano escribió antes de enfermar pudiera tener algo que ver con lo que le había pasado? ¿Es que nos estábamos volviendo tan locos como él?

– No sé qué decirte, Ona -balbucí-. En serio. No sé qué decirte.

– ¡Pero es que Daniel estaba trabajando en esto cuando…!

– ¡Lo sé, pero no perdamos la cabeza! -exclamé. Mi cuñada apoyaba las manos sobre el respaldo del sillón de Daniel y lo apretaba con tanta fuerza que tenía los dedos crispados y los nudillos blancos-. Piénsalo, Ona. ¿Cómo podría este papel ser el causante de su agnosia y de su dichosa ilusión de Cotard…? Ya sé que parece tener alguna relación, pero es imposible, es… ¡grotesco!

Durante unos instantes eternos nos quedamos los dos en silencio, inmóviles, con la vista fija en las anotaciones de Daniel. Cuanto más leía aquellas letras, más crecía en mi interior un miedo aprensivo y receloso. ¿Y si aquello le había afectado de verdad? ¿Y si se había sentido tan impresionado por lo que quiera que fuese que leía y traducía que su inconsciente le había jugado una mala pasada, adoptando aquella especie de maldición y convirtiéndola en una enfermedad real? No quería dar alas a la imaginación de Ona, así que me abstuve de comentarle lo que estaba pensando, pero la idea de que mi hermano hubiera podido somatizar aquellas palabras por la razón que fuese hizo mella en mi interior. Quizá estaba demasiado cautivado por aquel trabajo o demasiado cansado de estudiar; quizá había rebasado el límite de sus fuerzas, dedicando más energía y tiempo de los debidos a su carrera profesional. Todo podía, y debía, tener una explicación racional, por más que aquellas cuartillas garabateadas parecieran indicar que Daniel había sido hipnotizado… O algo por el estilo. ¿Qué demonios sabía yo de estúpidas brujerías y encantamientos?

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Origen Perdido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Origen Perdido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Matilde Asensi: Iacobus
Iacobus
Matilde Asensi
Matilde Asensi: Todo bajo el Cielo
Todo bajo el Cielo
Matilde Asensi
Matilde Asensi: Venganza en Sevilla
Venganza en Sevilla
Matilde Asensi
Matilde Asensi: Tierra Firme
Tierra Firme
Matilde Asensi
Cormac McCarthy: En la frontera
En la frontera
Cormac McCarthy
Отзывы о книге «El Origen Perdido»

Обсуждение, отзывы о книге «El Origen Perdido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.