• Пожаловаться

Irène Nemirovsky: David Golder

Здесь есть возможность читать онлайн «Irène Nemirovsky: David Golder» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Irène Nemirovsky David Golder

David Golder: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «David Golder»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En 1929 Irène Némirovsky envió al editor Bernard Grasset el manuscrito de su primera novela David Golder. Estaba escrita en francés. El texto entusiasmó al editor, quien la publicó de inmediato. Fue saludada por una crítica sorprendida por la juventud de la autora y el crítico Paul Reboux quien fuera uno de los primeros en llamar la atención sobre la joven Colette en su momento, auspició grandes éxitos a Némirovsky. La crítica francesa, tan acartonada a su Academia, nunca se adaptó a la precocidad de sus autores y siempre los miraron como a bichos raros. Encima, no son escasos en autores jóvenes y brillantes: desde Rimbaud, pasando por Alain Fournier, a Colette y Françoise Sagan. David Golder narra la historia de un banquero ruso-judío que vive en París. Está continuamente sometido a los caprichos de su esposa y de su hija, a quien adora, y por ellas pierde la cabeza y la fortuna. A comienzos de la novela, David Golder se desmaya y le es diagnosticada una angina de pecho. Debe descansar, pero le resulta imposible: tiene que seguir haciendo negocios. Viaja por barco a Rusia, se reencuentra con su paupérrimo pueblo natal y durante el viaje de regreso muere. Escrita con un estilo preciso y detenido, la obra no es sino una versión adecuada a las primeras décadas del siglo de La muerte de Iván Illich de León Tolstoi. La enfermedad y la muerte están aliadas frente a la negligencia del protagonista: aunque se niegue a verlo, su fin está cerca. Tolstoi escribió su obra como una fábula sobre las vanidades de la vida. Tanto allí como en la mayoría de los autores eslavos aparece una sola verdad: `siento dolor, gracias a eso sé que estoy vivo` y `mi dolor es lo único que tengo`. Turguenev hablará del dolor espiritual: el amor no correspondido, o la búsqueda de una vida con sentido como en Rudin, el héroe ruso que marcha a luchar a las barricadas francesas en 1789. En Pushkin este dolor es el del honor perdido, en Gógol y también a veces en Dostoyevski, la miseria. Tal vez en los emigrados este dolor de vivir fue reemplazado por la nostalgia, por eso tantos personajes de Nabokov (Pnin, por ejemplo) sienten que viven como si estuvieran muertos. Némirovsky también sigue la tradición rusa: el dolor existe para recordarnos que vivimos y que lo estamos haciendo mal. Las vanidades pertenecen al mundo de las apariencias, en el mundo real sufrimos y nos estamos muriendo.

Irène Nemirovsky: другие книги автора


Кто написал David Golder? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

David Golder — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «David Golder», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

¿Y si levantaba la cortina? Sólo había que tocar un botón… Temblando, volvió a extender el brazo. La cortina se enrolló de golpe. Se había hecho de día. El aire era blanco, turbio y espeso como la leche. Lentamente, con movimientos calculados, metódicos, cogió el pañuelo y se secó las mejillas y los labios. Luego, apoyó la cara en el cristal. El frío de la ventanilla se difundió deliciosamente por todo su cuerpo. Miró la hierba de los terraplenes, que recobraba lentamente su color. Los árboles. A lo lejos se veían luces que brillaban débilmente en la neblina del amanecer. Una estación. ¿Llamaba? Era muy fácil. Pero qué extraño que se le hubiera pasado de aquel modo… De todas formas, eso probaba que no era grave, o al menos no tan grave como había creído. La tensión nerviosa, sin duda… No obstante, iría al médico. Pero no debía de ser el corazón. El asma, quizá… No, no llamaría. Miró la hora. Las cinco. Ea, un poco de paciencia. No había que perder los nervios. Porque eran los nervios. Tenía razón el dichoso Braun, el muy judas. Se tocó la zona debajo del pecho con cuidado, con infinita precaución, como si fuera una herida en carne viva. Nada. No obstante, los latidos eran extraños, irregulares. ¡Bah, ya se le pasaría! Tenía sueño. Si conseguía dormir un poco, seguro que se le pasaba. Sumirse en la inconsciencia. Dejar de pensar. Dejar de recordar. Estaba muerto de cansancio. Cerró los ojos.

Se hallaba ya medio dormido, cuando, de pronto, se levantó y dijo:

– Es eso. Ahora lo comprendo… Es Marcus. ¿Por qué?

Tuvo la sensación de ver su interior con una lucidez extraordinaria. ¿Serían remordimientos?

– No, yo no tengo la culpa. -Y bajando la voz, casi con rabia, añadió-: No me arrepiento de nada.

Y se durmió.

Golder vio al chofer de pie ante la puerta de un coche nuevo y entonces recordó que su mujer había vendido el Hispano. «Ahora un Rolls, claro -rezongó mientras con una mirada hostil repasaba la resplandeciente carrocería blanca-. Me pregunto qué querrá después.»

El chofer se acercó a cogerle el abrigo de las manos, pero Golder permaneció inmóvil, escudriñando el interior del coche por la ventanilla abierta. ¿Es que no había venido Joyce? Avanzó unos pasos como a disgusto, lanzó una última mirada ávida y humilde hacia aquel rincón oscuro, donde imaginaba a su hija con su vestido claro y su cabello dorado. Pero no, el coche estaba vacío. Subió lentamente y gruñó:

– ¿A qué está esperando, por amor de Dios? ¡Arranque de una vez!

El automóvil se puso en marcha. El viejo Golder suspiró.

Dichosa niña… Siempre que volvía de viaje, él la buscaba entre la gente, mal que le pesara. Pero ella nunca iba. Sin embargo, él seguía buscándola con la misma esperanza humillada, tenaz y vana.

«Hace cuatro meses que no me ve», se dijo. La profunda sensación de ofensa inmerecida que su hija despertaba en él tan a menudo le encogió súbitamente el corazón, viva y lacerante como un dolor físico. «Los hijos son todos iguales… y sólo vives para ellos, sólo trabajas para ellos. Igual que mi padre, sí… A los trece años, lárgate y apáñatelas como puedas. Eso es lo que se merecen…»

Se quitó el sombrero, se pasó lentamente la mano por la frente para enjugarse el polvo y el sudor y luego miró hacia fuera con ojos ausentes. En verdad, había demasiada gente, gritos, sol, viento… La corta rue Mazagran estaba tan concurrida que el coche no avanzaba. Un niño, al pasar, pegó la cara al cristal de la ventanilla. Golder se acurrucó en el rincón y se subió el cuello del abrigo. Joyce… ¿Dónde estaría? ¿Con quién?

«Se lo diré -pensó con amargura-, esta vez se lo diré… Cuando quieres dinero, entonces soy tu querido dad , tu daddy , tu darling , pero luego ni el menor gesto de cariño, de…» Se interrumpió con un ademán cansado. Sabía de sobra que no le diría nada… ¿De qué serviría? En el fondo, Joyce todavía estaba en la edad de ser tonta y atolondrada. Una débil y fugaz sonrisa le distendió los labios. Sólo tenía dieciocho años.

Habían atravesado Biarritz, dejado atrás el Hôtel du Palais. Golder contempló con indiferencia el mar; pese al buen tiempo, estaba revuelto, con grandes olas verdes y blancas. Los intensos colores le dañaban la vista. Se puso la mano delante de los ojos y volvió la cabeza. Sólo al cabo de un cuarto de hora, cuando tomaron el camino del campo de golf, se inclinó hacia delante para ver su casa, que acababa de aparecer. Entre dos viajes, iba a pasar ocho días, como un extraño, pero cada vez le tenía más apego. «Me hago viejo. Antes… ¡Ah! Todo me daba igual… el hotel, el tren… Pero es agotador… Es una casa preciosa.»

Había comprado el terreno en 1916 por un millón y medio. Ahora valía quince. Era una casa construida con sillares, pesados y blancos como el mármol. Una casa hermosa, grande… Cuando el edificio se recortó en el cielo, con sus terrazas y su imponente y magnifico jardín, todavía poco frondoso pues el viento del mar retrasaba el rebrote de los árboles jóvenes, una expresión de ternura y orgullo suavizó las facciones de Golder.

– Un dinero bien invertido -murmuró satisfecho-. ¡Vamos, Alfred, más deprisa! -exclamó con impaciencia.

Desde abajo se veían con nitidez los arcos que formaban los rosales, los tamariscos, la avenida de cedros que descendía hasta el mar…

«Las palmeras han crecido…»

El coche se detuvo ante la escalinata, pero los únicos que salieron a recibirlo fueron los criados. Vio a la joven doncella de Joyce, que le sonreía.

– No están en casa, ¿verdad? -dijo Golder.

– No, señor. La señorita volverá a la hora de comer.

No preguntó adónde había ido. ¿Para qué?

– ¡El correo! -ordenó.

Cogió el fajo de cartas y telegramas y empezó a leerlos mientras subía la escalera. En la galería, se detuvo indeciso entre dos puertas similares. El criado que lo seguía con la maleta le indicó una habitación.

– La señora ha dicho que instaláramos al señor aquí. Su habitación está ocupada.

– Bien -murmuró Golder con indiferencia.

Una vez solo, se dejó caer en una silla con la expresión cansada y ausente de quien acaba de llegar a un hotel en una ciudad desconocida.

– ¿El señor va a descansar?

Golder dio un respingo y se levantó fatigosamente.

– No, no merece la pena -respondió, y pensó: «Si me acuesto, no volveré a levantarme.»

No obstante, después de bañarse y afeitarse, se sintió mejor. Sólo persistía un leve temblor en la punta de los dedos. Se fijó en ellos: estaban hinchados y blancos como la carne de un muerto.

– ¿Hay mucha gente en casa? -preguntó con esfuerzo.

– El señor Fischl, su alteza y el señor conde de Hoyos.

Golder se mordió el labio, pero no dijo nada.

«¿A qué alteza habrán descubierto ahora? Condenadas mujeres… Fischl -pensó con irritación-, ¿por qué Fischl, maldita sea? Y Hoyos…»

Pero Hoyos era un asiduo.

Bajó la escalera lentamente y se dirigió a la terraza. En las horas de más calor, la cubrían con grandes toldos de lona púrpura. Se tumbó en una hamaca y cerró los ojos. Pero los rayos de sol atravesaban la tela y conferían a la terraza una luz extraña, rojiza y temblorosa. Golder se revolvió febril en la hamaca.

«Este rojo… Otra estúpida idea de Gloria. ¿Qué demonios me recuerda este rojo? -murmuró-. Algo horrible… ¡Ah, sí! ¿Qué dijo aquella vieja bruja? Que la boca se le llenaba de espuma y sangre…»

Golder se estremeció, suspiró, varias veces volvió con dificultad la cabeza sobre los cojines cubiertos de delicados encajes, arrugados y empapados en su sudor. Después, de repente cayó dormido.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «David Golder»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «David Golder» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Carmen Laforet: Nada
Nada
Carmen Laforet
Irène Némirovsky: Suite Francesa
Suite Francesa
Irène Némirovsky
Irène Nemirovsky: El Baile
El Baile
Irène Nemirovsky
David Baldacci: Buena Suerte
Buena Suerte
David Baldacci
Ana Matute: Primera memoria
Primera memoria
Ana Matute
Отзывы о книге «David Golder»

Обсуждение, отзывы о книге «David Golder» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.