Colleen McCullough - Las Mujeres De César

Здесь есть возможность читать онлайн «Colleen McCullough - Las Mujeres De César» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las Mujeres De César: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Mujeres De César»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Las mujeres de César es el retrato de la ascensión de Cayo Julio César hasta los lugares más prominentes de su mundo, y comienza con su regreso a Roma en el año 68 a.C. En este libro Collen McCullough descubre al hombre que se enconde tras la leyenda. Y nos ofrece con gran maestría todos los datos y pormenores para que el lector decida por sí mismo. Tras El primer hombre de Roma, La corona de hierba y Favoritos de la fortuna, continúa el gran ciclo novelesco sobre la antigua Roma.

Las Mujeres De César — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Mujeres De César», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

¡Lástima que estuviera fuera de su influencia asegurar una tercera y mucho mayor fortuna para Bruto! Servilia se olvidó de César porque su hijo se había metido por medio y empezó a recrearse en aquellos quince mil talentos de oro que su abuelo Cepión el Cónsul había logrado robar de un convoy en la Galia narbonesa hacía unos treinta y siete años. Más oro del que poseía el Tesoro Romano había pasado a poder de Servilio Cepión, aunque hacía mucho tiempo que había dejado de ser oro en lingotes. En cambio había sido convenido en propiedades de todas clases: ciudades industriales en la Galia Cisalpina, vastos campos de trigo en Sicilia y en la provincia de África, edificios de apartamentos de un extremo a otro de la península Itálica y asociaciones comanditarias en empresas arriesgadas de negocios que el rango senatorial prohibía. Cuando murió Cepión el Cónsul todo pasó al padre de Servilia, y cuando éste murió en la guerra italiana pasó al hermano de ella, el tercero que llevó el nombre de Quinto Servilio Cepión en vida de ella. ¡Oh, sí, todo había pasado a su hermano Cepión! Su tío Druso había hecho todo lo necesario para asegurarse de que él heredase, aunque el tío Druso sabía toda la verdad. ¿Y cuál era la verdad? Que el hermano de Servilia, Cepión, era sólo su hermanastro: en realidad era el primer hijo que su madre le había dado a aquel advenedizo, Catón Saloniano, aunque todavía estaba casada con el padre de Servilia. El cual se encontró con un cuco en el nido de Servilio Cepión, un cuco de largo cuello, alto, pelirrojo y con una nariz que proclamaba a los cuatro vientos por toda Roma de quién era hijo. Ahora que Cepión era un hombre de treinta años, sus verdaderos orígenes eran ya conocidos por todos los personajes ilustres de Roma. ¡Qué risa! ¡Y qué justicia! El Oro de Tolosa había pasado finalmente a un cuco que había en el nido de Servilio Cepión.

Bruto hizo una mueca de dolor al salir bruscamente de su ensimismamiento; su madre había rechinado los dientes mientras iba caminando a paso largo, un sonido espantoso que hacía que todo el que lo oía palideciera y saliera huyendo. Pero Bruto no podía huir. Lo único que podía hacer era confiar en que su madre rechinase los dientes por algún motivo que no tuviera nada que ver con él. Lo mismo esperaban los esclavos que la precedían, que se dirigían miradas aterrorizadas mientras el corazón les latía con fuerza y el sudor les manaba en abundancia.

De todo ello ni siquiera se percató Servilia, cuyas piernas fuertes y robustas se abrían y se cerraban como las tijeras podadoras de Atropos al avanzar enfurecida. ¡Cepión era un miserable! Bueno, ahora ya era tarde para que heredara Bruto. Cepión se había casado con la hija del abogado Hortensio, que pertenecía a una de las familias plebeyas más antiguas e ilustres de Roma, y Hortensia estaba saludablemente embarazada de su primer hijo. Habría muchos hijos más; la fortuna de Cepión era tan extensa que ni una docena de hijos podría hacerle mella. En cuanto al propio Cepión, estaba tan en forma y tan fuerte como lo estaban todos los de la casta de los Catones, descendientes de aquel ridículo y escandaloso matrimonio en segundas nupcias que Catón el Censor había contraído, ya cercano a los ochenta años, con la hija de su esclavo Salonio. Eso había sucedido hacía cien años, y Roma en aquella época se había tronchado de risa para luego ir perdonando a aquel repugnante viejo libertino y admitir a su prole descendiente de esclavos en las filas de las Familias Famosas. Desde luego, cabía la posibilidad de que Cepión muriera en un accidente, como le había ocurrido a su padre biológico, Catón Saloniano. Otra vez se oyó el sonido de los dientes de Servilia. ¡Vana esperanza! Cepión había sobrevivido a varias guerras sin un rasguño, aunque era un hombre valiente. No, adiós al Oro de Tolosa. Bruto nunca heredaría las cosas que se habían podido adquirir con ese oro. ¡Y eso no era justo! Por lo menos Bruto era un auténtico Servilio Cepión por parte de madre. ¡Oh, si Bruto pudiera heredar aquella tercera fortuna, seria más rico que Pompeyo Magnus y Marco Craso juntos!

A escasos pies de distancia de la puerta de Silano, ambos esclavos se precipitaron hacia la misma, la aporrearon y se esfumaron en el momento en que entraron atropelladamente en la casa. Así que cuando se les franqueó la entrada a Servilia y a su hijo, el atrio estaba desierto; el personal de la casa ya sabía que Servilia había rechinado los dientes. Por ello no recibió aviso acerca de quién la aguardaba en la sala de estar y entró allí de modo fulminante y rumiando malhumorada la mala suerte de Bruto en aquella cuestión del Oro de Tolosa. Los ultrajados ojos de Servilia cayeron nada menos que sobre su hermanastro, Marco Porcio Catón, el queridísimo tío de Bruto.

Había adoptado un nuevo engreimiento, y le había dado por no llevar túnica debajo de la toga porque en los primeros tiempos de la República nadie la había llevado. Y, si los ojos de Servilia hubieran estado menos llenos de odio hacia él, quizás habría tenido que reconocer que aquella sorprendente y extraordinaria moda -de cuya adopción Catón no podía convencer a nadie- le favorecía. A los veinticinco años de edad estaba en la cima de la salud y de la buena forma física; había vivido dura y precariamente como soldado raso durante la guerra contra Espartaco y no comía nada sabroso ni bebía otra cosa que no fuese agua. Aunque el cabello corto y ondulado tenía un tono castaño rojizo y los ojos eran grandes y de color gris claro, tenía la piel suave y bronceada, así que lograba un aspecto maravilloso al dejar al descubierto todo el lado derecho del tronco, desde el hombro a la cadera. Hombre magro, duro y agradablemente lampiño, había desarrollado bien los músculos pectorales, tenía un vientre plano y un brazo derecho que exhibía vigorosas protuberancias en los lugares apropiados. La cabeza, que coronaba un larguísimo cuello, tenía una hermosa forma y la boca era turbadoramente encantadora. En realidad, de no haber sido por aquella asombrosa nariz, podría haber rivalizado con César, Memmio o Catilina en la espectacular apostura. Pero la nariz reducía todo lo demás a pura insignificancia, ya que era enorme, delgada, afilada y curvada. Una nariz con vida propia, decía la gente, reverenciada hasta convertirse en culto.

– Ya estaba a punto de marcharme -anunció Catón en voz alta y ronca, nada musical.

– Lástima que no lo hayas hecho -dijo Servilia entre dientes, sin hacerlos rechinar, aunque tenía ganas de hacerlo.

– ¿Dónde está Marco Junio? Me han dicho que te lo has llevado contigo.

– ¡Bruto! ¡Llámalo Bruto, como todo el mundo! -dijo Servilia alzando la voz.

– No apruebo el cambio que esta última década ha traído a nuestros nombres -dijo Catón en voz todavía más alta-. Un hombre puede tener uno, dos o incluso tres apodos, pero la tradición exige que se le llame por su primer nombre y el nombre de su familia solamente, no por un apodo.

– ¡Bueno, pues yo por mi parte me alegro profundamente del cambio, Catón! Y en cuanto a Bruto, no está disponible para ti.

– Crees que me daré por vencido -continuó diciendo Catón, cuya voz había adquirido ahora aquel habitual tono tan apropiado para echar bravatas-, pero no será así, Servilia. Mientras viva, nunca me daré por vencido en nada. Tu hijo es mi sobrino carnal, y no hay ningún hombre en su mundo. Te guste o no, pienso cumplir mis deberes con él.

– Su padrastro es el paterfamilias, no tú.

Catón se echó a reír, un relincho estridente.

– ¡Décimo Junio es un pobre bobo vomitón no más apropiado que un pato moribundo para encargarse de supervisar la educación de tu hijo!

Aunque Catón tenía pocos puntos débiles en su enormemente grueso pellejo, Servilia sabía dónde estaba cada uno de ellos. Emilia Lépida, por ejemplo. ¡Cuánto la había amado Catón cuando éste tenía dieciocho años! Tan chiflado como un griego por un jovencito. Pero lo único que había hecho Emilia Lépida era utilizar a Catón para hacer que Metelo Escipión viniera arrastrándose.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Mujeres De César»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Mujeres De César» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Colleen McCullough - La huida de Morgan
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Primer Hombre De Roma
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Desafío
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El caballo de César
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Czas Miłości
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Credo trzeciego tysiąclecia
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Antonio y Cleopatra
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Morgan’s Run
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Las Señoritas De Missalonghi
Colleen McCullough
Colleen McCullough - 3. Fortune's Favorites
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Sins of the Flesh
Colleen McCullough
Отзывы о книге «Las Mujeres De César»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Mujeres De César» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x