• Пожаловаться

Colleen McCullough: Las Mujeres De César

Здесь есть возможность читать онлайн «Colleen McCullough: Las Mujeres De César» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Colleen McCullough Las Mujeres De César

Las Mujeres De César: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Mujeres De César»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Las mujeres de César es el retrato de la ascensión de Cayo Julio César hasta los lugares más prominentes de su mundo, y comienza con su regreso a Roma en el año 68 a.C. En este libro Collen McCullough descubre al hombre que se enconde tras la leyenda. Y nos ofrece con gran maestría todos los datos y pormenores para que el lector decida por sí mismo. Tras El primer hombre de Roma, La corona de hierba y Favoritos de la fortuna, continúa el gran ciclo novelesco sobre la antigua Roma.

Colleen McCullough: другие книги автора


Кто написал Las Mujeres De César? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Las Mujeres De César — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Mujeres De César», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

César sonrió.

– ¡Tonterías! Me llevo mejor con los extranjeros porque crecí en tu bloque de apartamentos rodeado de judíos, de sirios, de galos, de griegos y sólo los dioses saben de qué más.

– Échame a mí la culpa -dijo Aurelia secamente.

César prefirió ignorar aquel comentario.

– Marco Craso es amigo mío, y no puedes decir de él más que es un romano tan noble como yo.

Aurelia le preguntó con viveza:

– ¿Has hecho algo de dinero en Hispania?

– Un poco aquí y un poco allá gracias a Balbo. Desgraciadamente, la provincia era pacífica, para variar, así que no había bonitas guerras fronterizas que librar contra los lusitanos. Si las hubiese habido, sospecho que de todos modos Antistio Veto las habría llevado a cabo en persona. Pero descansa tranquila, mater. Mis ahorros piráticos están intactos, tengo suficiente para aspirar a las magistraturas superiores.

– ¿Incluso a edil curul? -le preguntó ella en tono de presentimiento.

– Puesto que soy un patricio y por ello no puedo hacerme una reputación como tribuno de la plebe, no tengo mucho donde elegir -dijo César.

Cogió una de las plumas del bote para colocarla en el escritorio; él no acostumbraba a juguetear con nada, pero a veces necesitaba tener algo que mirar que no fueran los ojos de su madre. Resultaba extraño. Se le había olvidado lo desconcertante que su madre podía llegar a ser.

– Incluso con tus ahorros piráticos en reserva, César, ser edil curul resulta terriblemente ruinoso. ¡Te conozco!.No te contentarás con ofrecer unos juegos moderadamente buenos. Insistirás en ofrecer los mejores juegos que se puedan recordar.

– Probablemente. Ya me preocuparé de eso cuando llegue el momento, dentro de tres o cuatro años -dijo César tranquilamente-. Mientras tanto pienso presentarme a las elecciones del mes que viene para el puesto de curator de la vía Apia. Ningún Claudio quiere el empleo.

– ¡Otra empresa ruinosa! El tesoro te concederá un sestercio por cada cien millas, y tú te gastarás por lo menos cien denarios en cada milla. César se había cansado de aquella conversación; su madre estaba empezando, como ocurría siempre que intercambiaban más de unas cuantas frases, a machacar sobre el asunto del dinero y sobre la falta de interés que él mostraba por el mismo.

– Las cosas no cambian nunca, ¿sabes? -dijo levantando del escritorio la pluma y volviéndola a dejar en el tintero-. Se me había olvidado. Mientras estaba ausente había empezado a pensar en ti como todo hombre sueña que debe ser su madre. Pero he aquí la realidad. Un sermón perpetuo sobre mi tendencia a la extravagancia. ¡Déjalo ya, mater! Lo que a ti te parece importante no lo es para mí.

Aurelia apretó los labios, pero permaneció en silencio durante unos instantes; luego, mientras se ponía en pie, dijo:

– Servilia desea tener una entrevista privada contigo lo antes posible.

– ¿Para qué? -Sin duda te lo dirá cuando la veas.

– ¿Tú lo sabes?

– Yo no le hago preguntas a nadie salvo a ti, César. De ese modo no me dicen mentiras.

– Entonces, ¿a mí me exoneras de mentir?

– Naturalmente.

César había empezado a levantarse, pero se hundió de nuevo en la silla y sacó otra pluma del bote al tiempo que fruncía el entrecejo.

– Esa mujer es bastante interesante.

– Echó la cabeza hacia un lado-. Sus observaciones sobre el rumor de Bíbulo fueron asombrosamente exactas.

– Por si no lo recuerdas, hace varios años que te dije que era la mujer más astuta, políticamente hablando, de todas las que conozco. Pero lo que te expliqué no te impresionó lo suficiente como para que desearas conocerla.

– Bueno, pues ahora ya la conozco. Y estoy realmente impresionado… aunque no por su arrogancia. En realidad presumió de favorecerme a mí.

Algo en la voz de César hizo que Aurelia detuviera el avance hacia la puerta; dio media vuelta y miró fijamente a su hijo.

– Silano no es tu enemigo -le dijo con altivez.

Eso le provocó una carcajada a César, pero la risa se le apagó rápidamente.

– ¡A veces se me antoja alguna mujer que no es la esposa de un enemigo, mater! Y me parece que ésta se me antoja sólo a medias. Ciertamente, tengo que averiguar qué quiere. ¿Quién sabe? Puede que lo que quiera sea yo.

– Con Servilia es imposible saberlo. Es una mujer enigmática.

– En cierto modo me recuerda a Cinnilla.

– No te dejes engañar por los sentimientos románticos, César. No hay parecido alguno entre Servilia y tu difunta esposa.

– Se le empañaron los ojos-. Cinnilla era la muchacha más dulce que he conocido en mi vida. A los treinta y seis años, Servilia no es ninguna niña, y está muy lejos de ser dulce. En realidad, yo diría que es tan dura y fría como una losa de mármol.

– ¿No te cae bien?

– Me cae muy bien. Pero como lo que es.

– Esta vez Aurelia llegó a la puerta sin girarse-. La cena estará lista en seguida. ¿Vas a comer aquí?

El rostro de César se suavizó.

– Cómo voy a darle una desilusión a Julia yendo a ninguna parte hoy? -Se puso a pensar en otra cosa y añadió-: Un muchacho raro, ese Bruto. Como aceite en la superficie, pero sospecho que en algún lugar en su interior hay una clase de hierro muy especial. Julia se comportó como si él fuera de su propiedad. Nunca habría imaginado que le atrajera ese muchacho.

– Dudo que sea así. Pero son buenos amigos.

– Esta vez fue la cara de ella la que se suavizó-. Tu hija es extraordinariamente buena. En eso se parece a su madre. No hay nadie más de quien pueda haber heredado esa característica.

Como a Servilia le resultaba imposible caminar despacio, volvió a casa a su acostumbrado paso vivo, con Bruto a su lado esforzándose por mantener el paso, aunque sin proferir ninguna queja; ya había pasado la hora de más calor, y él estaba de nuevo inmerso en el desventurado Tucídides. Julia quedaba olvidada de momento. Y también tío Catón.

Normalmente Servilia le habría dirigido la palabra a su hijo de vez en cuando, pero aquel día, para el caso que le hizo, tanto habría dado que no estuviera con ella. La mente de Servilia estaba ocupada en Cayo Julio César. Parecía que mil gusanos le hubiesen hormigueado por la boca en el momento en que lo había visto, dejándola atónita, impresionada, incapaz de moverse. ¿Cómo era posible que no lo hubiera visto antes? La pequeñez del círculo en que se movían debía haber garantizado que se encontrasen en alguna ocasión. ¡Pero jamás le había puesto los ojos encima! Oh, oír hablar de él… ¿qué mujer romana noble no había oído hablar de él? En la mayoría de los casos, cuando oían la descripción de César, salían corriendo en busca de cualquier estratagema que pudiera hacer que se lo presentasen, pero Servilia no era de esa clase de mujeres. Sencillamente, lo había desechado como a otro Memmio o a otro Catilina, como a alguien que fulminaba a las mujeres con una sonrisa y sacaba provecho de ello. Una mirada a César le habría bastado para saber que aquel hombre en modo alguno era como Memmio o como Catilina. Oh, él fulminaba con la sonrisa y se aprovechaba de ello -¡no cabía la menor duda al respecto!-, pero en él había mucho más. Remoto, distante, inalcanzable. Ahora comprendía mejor por qué a las mujeres a las que concedía una breve relación después se consumían, lloraban y se desesperaban. Les daba algo que para él no tenía valor, pero nunca se entregaba él mismo.

Como poseía la cualidad de la objetividad, Servilia pasó luego a analizar la reacción que había tenido ante él. ¿Por qué él precisamente, por qué durante treinta y seis años ningún hombre había significado para ella más que seguridad, condición social? Desde luego, tenía predilección por los hombres rubios. A Bruto no lo había elegido ella; la primera vez que lo vio fue el día de la boda. El hecho de que fuera un hombre muy moreno había causado una desilusión tan grande para ella como resultó ser luego el resto de su persona. Silano, un hombre rubio y sorprendentemente guapo, sí había sido elección de ella. Elección que seguía satisfaciéndola a nivel visual, aunque en todos los demás aspectos también se había llevado una triste desilusión. No era un hombre fuerte y sano, ni de intelecto, ni tenía agallas. ¡No era raro que no hubiera podido engendrar ningún hijo varón en ella! Servilia creía de todo corazón que el sexo de su prole dependía enteramente de ella, y la primera noche que pasó en brazos de Silano la había llevado a tomar la resolución de que Bruto continuaría siendo su único hijo varón. De ese modo lo que ya era una fortuna muy considerable se vería aumentada por la también muy considerable fortuna de Silano.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Mujeres De César»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Mujeres De César» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Colleen McCullough: Antonio y Cleopatra
Antonio y Cleopatra
Colleen McCullough
Colleen McCullough: El caballo de César
El caballo de César
Colleen McCullough
Colleen McCullough: El Primer Hombre De Roma
El Primer Hombre De Roma
Colleen McCullough
Colleen McCullough: Favoritos De La Fortuna
Favoritos De La Fortuna
Colleen McCullough
César Aira: Como Me Hice Monja
Como Me Hice Monja
César Aira
Отзывы о книге «Las Mujeres De César»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Mujeres De César» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.