• Пожаловаться

Colleen McCullough: El Desafío

Здесь есть возможность читать онлайн «Colleen McCullough: El Desafío» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Colleen McCullough El Desafío

El Desafío: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Desafío»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Australia, finales del siglo XIX. Alexander Kinross – un escocés que ha enterrado sus humildes orígenes tras amasar una enorme fortuna en EEUU y Australia – pide la mano de la joven Elizabeth Drummond. Con apenas 16 años, ésta se ve obligada a dejar su Escocia natal para casarse con un completo desconocido. Ni la brillantez ni el dinero ni la insistencia de Kinross logran que la muchacha sea feliz en su matrimonio. Elizabeth se siente prisionera en la mansión que su marido posee en una zona remota del país y en la que su única compañía son los sirvientes de origen chino que trabajan para ellos. La tensión entre los miembros de la pareja es creciente: la joven desprecia y teme a Kinross, que no oculta su relación extramatrimonial con otra mujer. Sin embargo, lejos de aceptar la situación, Elizabeth intentará encontrar su lugar en esas extrañas tierras. Con el nacimiento de la Australia moderna como trasfondo, Colleen Mc. retrata la vida de un matrimonio destinado al fracaso desde su inicio, y las consiguientes historias de amor que se generan fuera del mismo.

Colleen McCullough: другие книги автора


Кто написал El Desafío? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El Desafío — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Desafío», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Elizabeth se armó de coraje y volteó la cabeza para poder estudiar bien su cara. La señorita MacTavish tenía razón. No era guapo, aunque sus rasgos eran bastante armoniosos. Tal vez no fueran rasgos de los Drummond ni de los Murray. Le resultaba difícil creer que ese hombre era su primo hermano. Pero lo que le provocó un verdadero escalofrío fue su decidida semejanza con Satanás. No sólo por la barba y el bigote; sus cejas, muy puntiagudas, eran negras como el azabache, y sus ojos, que parecían hundidos tras unas negras pestañas, eran tan oscuros que Elizabeth no podía distinguir la pupila del iris.

Él le devolvió el reconocimiento, pero con más indiferencia.

– Esperaba que fueras como Jean… rubia -dijo.

– Me parezco a los Murray, escoceses morenos.

El sonrió; era, como había dicho la señorita MacTavish, una sonrisa maravillosa, pero Elizabeth no sintió que se le aflojaran las piernas al verla.

– Yo también, Elizabeth. -Llevó su mano a la barbilla de ella y la hizo voltear la cabeza hacia la luz-. Tus ojos son extraordinarios, oscuros, pero ni castaños ni negros. Azul marino. ¡Eso sí que es bueno! Significa que hay una posibilidad de que nuestros hijos parezcan más escoceses que nosotros.

El contacto de su mano la hizo sentir incómoda, lo mismo que su referencia a los hijos; en cuanto se dio cuenta de que él no se ofendería, se zafó de sus dedos y clavó la vista en la bolsa que llevaba en su regazo.

El caballo marchaba con dificultad cuesta arriba; el coche iba alejándose lentamente de los muelles para internarse en una ciudad grande de verdad que, a los ojos inexpertos de Elizabeth, parecía ser tan bulliciosa como Edimburgo. Carruajes, sulquis, calesas, coches de punto, carros, narrias, carromatos y omnibuses tirados por caballos abarrotaban las estrechas calles, las primeras flanqueadas por edificaciones comunes y corrientes, aunque a medida que avanzaban iban apareciendo una tras otra misteriosas tiendas cuyas marquesinas, que sobresalían hasta el borde de la acera, ocultaban a los ojos de quienes iban por la calzada las mercancías exhibidas en las vidrieras, una verdadera pena.

– Gracias a las marquesinas -dijo él, como si le hubiera leído la mente, otra característica más de Satanás-, los compradores no se mojan cuando llueve y no sufren el calor cuando el sol quema.

Elizabeth no abrió la boca.

Veinte minutos después de haber salido de la zona del puerto el coche se metió en una calle más ancha flanqueada en su extremo más alejado por un extenso parque en el que el césped parecía absolutamente seco y sin vida. En el centro de esa calle se podía ver un par de huellas iguales; aquí el transporte público tomaba la forma de tranvías tirados por caballos. El cochero detuvo la marcha frente a un enorme edificio amarillo revestido de arenisca ornamentado con columnas dóricas en la entrada, y un hombre maravillosamente uniformado ayudó a Elizabeth a bajar del coche. Hizo una respetuosa reverencia a Alexander, que repitió con más entusiasmo después de que éste deslizara en su mano una moneda de oro.

El hotel era increíblemente suntuoso. Una escalinata imponente, felpa de color carmesí por todas partes, enormes jarrones cargados de flores carmesí, el destello dorado de los marcos de los cuadros, las mesas y los pedestales. Una colosal araña de cristal con sus velas encendidas. Hombres de librea se ocupaban de sus baúles mientras Alexander la guiaba, no a la escalinata, sino a lo que parecía ser una gigantesca pajarera, de bronce lustroso, donde otro hombre de librea esperaba con sus manos enguantadas junto a la puerta abierta. Una vez que ella, Alexander y el hombre de librea estuvieron dentro, la pajarera se sacudió y tembló, ¡y luego comenzó a subir! Entre fascinada y aterrorizada, Elizabeth miró hacia abajo y vio que el vestíbulo se alejaba. Luego vio un corte transversal de un piso, y un pasillo de color carmesí; chirriando y crujiendo, la pajarera seguía subiendo. Cuatro, cinco, seis pisos. Tras una última sacudida, se detuvo para dejarlos salir.

– ¿Nunca habías visto un ascensor, Elizabeth? -preguntó Alexander jovialmente.

– ¿Ascensor?

– O, en California, elevador. Funcionan por un principio hidráulico: la presión del agua. Los ascensores son una invención muy reciente. Éste es el único que hay en Sydney, pero pronto todos los edificios comerciales serán más grandes y la gente que los frecuenta no tendrá que subir cientos de escalones. Cuando vengo a Sydney me alojo siempre en este hotel porque tiene ascensor. Las mejores habitaciones están en el piso superior, y ahí se respira aire puro, hay una hermosa vista y mucho menos ruido. -Sacó de un bolsillo una llave y abrió una puerta-. Ésta es tu suite, Elizabeth -dijo, mientras consultaba su reloj de oro. Luego señaló un reloj colocado sobre la repisa del hogar-. Enseguida vendrá la criada a deshacer tu equipaje. Tienes hasta las ocho para tomar un baño, descansar y arreglarte para la cena. Vestido de noche, por favor.

Dicho lo cual, dio media vuelta y se marchó rumbo al vestíbulo.

Elizabeth sintió que ahora sí le temblaban las piernas, pero no por la sonrisa de Alexander Kinross. ¡Qué habitación suntuosa! Estaba pintada de un color verde claro y tenía una cama gigantesca de cuatro columnas; además, en un anexo había una mesa con sus respectivas sillas y algo que parecía una combinación de cama pequeña y sofá. Un par de puertas francesas conducían a un balconcito. ¡Oh, él tenía razón! ¡La vista era maravillosa! Ella no había estado nunca en su vida en una casa que tuviera más de un piso. ¡Ojalá hubiera podido ver el lago Leven y el condado de Kinross desde una altura así! Toda la parte oriental de Sydney se desplegaba ante ella: lanchas cañoneras amarradas en una bahía, muchas hileras de casas, bosques que cubrían las lejanas colinas y bordeaban las playas de lo que realmente parecía, desde esa altura, el puerto más grandioso del mundo. Pero ¿aire puro? No para la sensible nariz de Elizabeth, que seguía impregnada de aquel fétido hedor.

La criada golpeó a la puerta y entró; traía una bandeja con té, unos pequeños bocadillos y pastel.

– Pero tome su baño antes, señorita Drummond. El camarero de planta preparará el té cuando usted esté lista -dijo la criada en un tono solemne.

Elizabeth descubrió que la habitación contaba con un enorme cuarto de baño al que se accedía por una puerta situada más allá de la cama, en el que había, además, lo que la criada llamó un vestidor, lleno de espejos, armarios y pequeñas mesas.

Alexander debía de haber explicado a la camarera que todo eso resultaría desconocido a su futura esposa, porque la mujer, sin dejarlo traslucir, se puso manos a la obra: mostró a Elizabeth cómo accionar el depósito del retrete, la ayudó a darse un baño en la descomunal tina y le lavó el pelo apelmazado por la sal como si estuviera acostumbrada a ver mujeres desnudas todo el tiempo y eso no la alterara en lo más mínimo.

Alexander Kinross, pensó Elizabeth más tarde, mientras bebía una taza de té. La primera impresión puede ser engañosa, alimentada por el azar y el chismorreo, por la ignorancia y la superstición. La mala suerte había querido que Alexander Kinross fuera la imagen rediviva de aquel dibujo del rostro de Satanás que el doctor Murray había colgado adrede en la pared de la sala en la que los niños se reunían a estudiar la Biblia. Su propósito era aterrorizar a los niños de su congregación, y lo había logrado: aquella boca de labios delgados que sonreía sarcásticamente, las horribles y oscuras cuencas de sus ojos, la malignidad que tan astutamente sugerían las líneas y las sombras. Lo único que a Alexander Kinross le faltaba eran los cuernos.

El sentido común decía a Elizabeth que se trataba de una mera coincidencia, pero ella todavía era más niña que mujer. No era culpa de él, pero Alexander Kinross entró en la vida de Elizabeth con una desventaja insalvable, y ella le tomó ojeriza. La sola idea de casarse con él la aterrorizaba. ¿Cuándo será?, pensó. ¡Oh, ojalá que todavía no!

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Desafío»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Desafío» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Elizabeth George: Una Dulce Venganza
Una Dulce Venganza
Elizabeth George
Bertrice Small: La Última Heredera
La Última Heredera
Bertrice Small
Colleen McCullough: Tim
Tim
Colleen McCullough
Colleen McCullough: Antonio y Cleopatra
Antonio y Cleopatra
Colleen McCullough
Colleen McCullough: La huida de Morgan
La huida de Morgan
Colleen McCullough
Colleen McCullough: La nueva vida de Miss Bennet
La nueva vida de Miss Bennet
Colleen McCullough
Отзывы о книге «El Desafío»

Обсуждение, отзывы о книге «El Desafío» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.