F.I. Bottegoni - Naraligian. Tierra de guerra y pasión

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Naraligian. Tierra de guerra y pasión: краткое содержание, описание и аннотация

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Con Golbon Lenger, obsesionado por gobernar el gran continente de Naraligian, los demás reinos de esta tierra, deberán unir sus fuerzas para detener la locura de este malvado ser. Ponizok Greywolf, príncipe heredero de Fallstore e hijo de Alkardas I, deberá enfrentar los más grandes desafíos que le depara la vida, para poder hacerle frente a esta situación.
En su travesía conocerá a una enigmática joven, de un gran valor y destreza en campos de batalla. Su personalidad y su honor, despertaran en él, sentimientos nunca antes vividos.

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—Así es como se ve un ejército algiriano –Hignar tomó su espada –les digo para que no queden dudas. Debemos resistir hasta que llegue la ayuda de Alkardas, cuando eso pase, avanzamos sin detenernos hacia el Norte, donde aguarda la peor de las ciudades de este reino.

—Estamos contigo señor de Lodriner –dijo Pulerg, también tomando su pesada masa de hierro –Como dijo nuestro amigo y señor de Fallstore, lo hacemos por los que amamos.

Isnirir asintió con la cabeza al igual que Hignar. Después de eso nadie más emitió un sonido hasta que estuvieron cerca de las fuerzas enemigas. Estas habían armado un monstruoso campamento en el cual fundían o preparaban las armas para la guerra que se avecinaba.

En ese momento cuando las fuerzas de los tres reyes se disponían a atacar, una flecha certera dio en el pecho de Hignar quien cayó de su caballo. Fue cuando las tropas enemigas atacaron por sorpresa al recién armado ejército.

Estos armaron un círculo de escudos y se defendieron de las repentinas oleadas de miles y miles de algirianos. Pulerg guio a sus hombres contra la caballería de Golbón. El señor de Goldanag golpeó con su masa el torso de uno de los jinetes, cuya armadura se abolló rompiéndole así el pecho. Fue entonces cuando los malvados algirianos detuvieron su ataque, pero rodearon al ejército rival.

De entre los millares de enemigos, salió un jinete el cual llevaba puesta una armadura negra, con un casco con dos cuernos. Este enigmático personaje, descendió de su caballo y se quitó el yelmo de la cabeza.

—Vaya, vaya –dijo el caballero, que era Golbón –veo que han tenido el coraje de venir a enfrentarme en mis tierras. Y díganme –mirando el ejercito de los reyes –¡dónde esta Alkardas, o no vino con ustedes?

—Que te hace pensar que no está con nosotros –dijo Hignar colocándose al frente de sus hombres. Un hilo de sangre corría por su pecho –¿Acaso no ves que sus hombres están aquí?

—No trates de engañarme –dijo enfurecido el villano –conozco bien a los fallstorianos como para no reconocerlos. ¡Estos hombres tienen miedo! –señalándolos –un soldado de Fallstore no lo tendría, por lo contrario, sentiría un impulso de asesinar a sus enemigos. –Golbón desenfundó su espada, la cual era de acero negro como el carbón –así que lo preguntaré por última vez, y aquí termina nuestra plática. ¿Dónde está Alkardas Greywolf?

—Lejos de aquí –dijo Pulerg colocándose al costado de Hignar –Pero eso ya lo sabías ¿no? O simplemente te acabas de enterar.

Los ojos del señor de Algirón se encendieron como fuego, en su interior su corazón se llenaba de ira y odio. Sin previo aviso ordenó a sus hombres que acabaran con el ejército y le trajeran las cabezas de los reyes. Estos avanzaron contra los enemigos, quienes con todas sus fuerzas aguantaban cada asalto.

Estuvieron luchando por horas hasta que Golbón se abalanzó con su último ataque, el cual logró destruir el muro de escudos del enemigo. Los arqueros algirianos lanzaron lluvias de flechas sin piedad contra los lodrinenses, quienes caían como moscas. Hignar con valor enfrentó a su enemigo, quien parecía feliz por la valentía del sabio.

Sus espadas se cruzaban simultáneamente provocando sonidos vibrantes en el ambiente. Pulerg trató varias veces de ayudar a su compañero, pero este simplemente, lo apartaba del conflicto. El rey de Ismiranoz, cegado por el miedo, cuando vio la oportunidad junto con sus hombres emprendió la retirada, de vuelta hacia sus tierras. Eso hizo que Hignar se distrajera, dejando que Golbón asestara un golpe en el casco del bosquerino, quien perdió la razón y cayó al suelo desmayado.

El rey de Algirón levantó su espada para matar a Hignar, pero Pulerg se interpuso y bloqueó el arma de su enemigo antes de que cumpliera con su objetivo.

—Ya no tienen oportunidad contra mí y mis fuerzas –Golbón tomó con una de sus manos el mango del maso de Pulerg, quien trataba de soltarse –Los ismiranianos los abandonaron, sus hombres mueren contra los míos y además tu aliado sureño no vino a ayudarte.

En el furor del combate, se escuchó el sonido profundo de un cuerno, que sonó en lo alto de una de las colinas cercanas al campo de batalla. Como fantasmas, salieron del otro lado los estandartes del ejército fallstoriano, con el blasón de la casa Greywolf como insignia. Los hombres del señor del Sur marchaban contra los algirianos, quienes no entendían lo que pasaba.

Golbón miró a Pulerg, quien le mostraba una sonrisa burlona, mientras dejaba salir una carcajada.

—Te equivocas, traidor –dijo el señor de Goldanag, soltando su maso y tomando la espada de Hignar –estuviste ciego, y en tu ceguera de poder no te diste cuenta que todo fue para tomar Fuerte Caos.

—¡Nooooooooo! –gritó con toda su furia Golbón, quien tiraba golpes contra Pulerg. –Nadie puede conmigo, ni siquiera ese maldito lobo de Fallstore.

—Eso es algo que yo no pienso. –Alkardas frenó la espada de Golbón con la suya –Te metiste con mis amigos y aliados, traicionaste a los dioses, pero por sobre todas las cosas involucraste a mi hijo, Ponizok –El imponente rey, hizo descender con tanta furia su espada que quebró la de su contrincante en varias partes. –Si me hubieras escuchado, esto no habría pasado, y la cantidad de muertos el día de hoy, no existiría. –Alkardas golpeó con la punta de su bota en la rodilla de su enemigo, quien ensangrentado, cayó de bruces al suelo. –¡Ahora, Golbón, señor de la casa Lenger, muere por tu traición! –El imponente rey de los fallstorianos decapitó a su enemigo y su cabeza rodó por los suelos hasta golpear la bota de Pulerg.

Este la tomó y la alzó en el aire para que todos los algirianos la vieran, lo cual provocó que toda la masa de enemigos emprendiera la retirada. Ya no eran un ejército, ahora eran soldados atemorizados que corrían en todas las direcciones.

El ejército de los vencedores gritaba de júbilo por la victoria que habían obtenido, ya nada sería lo que fue antes. Pulerg se agachó y trató de despertar a Hignar quien yacía en el piso. Cuando este reaccionó, lo primero que vio fue la cara del montañés y escuchó la voz de Alkardas que le decía:

—¡No te rindas! Aún tenemos un castillo que tomar para poder volver a nuestros hogares, con nuestras familias. –este lo ayudó a ponerse en pie –Ya todo acabó, la guerra terminó. La paz llegó de vuelta a toda Naraligian.

Cuando Hignar se recuperó del golpe. Todos juntos marcharon contra el Norte de Algirón donde la victoria final los aguardaba.

2

Entre problemas y acertijos

Después de varios años Naraligian volvía a estar en paz. La batalla en los campos de Algirón ya solo era un recuerdo en la mente de todos. Pero se sabe, que las cosas deseadas no perduran mucho tiempo. Con la llegada de un mensajero a la ciudad capital, los fallstorianos de Filardin, comenzaron a estar más preocupados. Este portaba el estandarte de una casa del reino de Goldanag.

—He traído un mensaje para el rey –de su bolsillo tomó un pequeño papel enrollado, en él, un sello de cera dorado cerrándolo.

El consejero real lo tomó y se dirigió al castillo donde le fue entregado al mismo Alkardas en persona. El señor de Fallstore no mostró ninguna emoción al leer la carta. En ella decía:

Lobo gris.

»Mi querido amigo. El tiempo ha volado y la edad por fin nos ha llegado.

Tu hijo, el heredero al trono de tu reino, ya no es más un niño. En el día de hoy celebra el décimo sexto día de su nacimiento, por ello le envío un regalo digno de reyes. Esta espada fue forjada por el mejor herrero de mi tierra, la cual fue apodada como la “Furia del Sur”. Ten cuidado, el mal está surgiendo, la tierra nos lo dio a conocer. No bajes la guardia.«.

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