Fundación José Rivera - Tu rostro buscaré
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Él decía que lo que es obligatorio es seguro que Dios lo quiere para nosotros, y tenemos la certeza de que nos quiere mover interiormente a realizarlo. Puede ser obligatorio en positivo porque nos es mandado sin más; o puede ser obligatorio en negativo porque se trata de evitar un pecado, evitar un mal, y eso sabemos con certeza que Dios nos va a dar su gracia para hacerlo. Pero cuando se trata de decisiones a tomar, a discernir, ¿qué querrá Dios?, ¿a qué nos querrá mover Dios? Él ofrecía, y lo digo a grandes rasgos, estas señales: pongo como ejemplo el discernimiento de un ayuno (ejemplo que don José mismo ponía): ¿cómo saber si Dios me conceder la gracia de ayunar? Él decía que había que atender a las siguientes señales:
1ª.- Si la motivación nos parece sinceramente que es una motivación cristiana que está brotando de la fe y del amor a Cristo.
2ª.- Si no nos va a impedir realizar otras actividades que son obligatorias, es decir, que nos consta que Dios quiere que hagamos.
3ª.- Si no va a suponernos excesiva tensión, sobre todo tensión psicológica. Si un acto virtuoso que no es seguro nos va a suponer demasiada tensión es que Dios no nos está dando la gracia para hacerlo. Debemos dejarlo por ahora.
4ª.- Si nos va a centrar en nosotros mismos, si realizar un acto virtuoso va a suponer que nos olvidamos de Cristo, de la gracia de Cristo y nos centramos en nosotros mismos. Si nos creemos los autores, los artífices, los protagonistas, es decir, si no nos deja más humildad, agradecimiento.
5ª.- Las consecuencias: si va a servir para compararnos con los demás, para enorgullecernos de lo bueno que hemos hecho, Dios no nos está dando su gracia por ahora.
Y de este modo él proponía la vida cristiana como un camino personal, en el que los pasos van siendo fáciles, gozosos. Y lo ilustro con esta segunda historia de la homilía del último día de nuestro curso de espiritualidad: nos contaba que en un museo al lado de un cuadro de San Jerónimo alguien que había sentido la inspiración poética había escrito unos versos –saben que San Jerónimo se fue al desierto y allí anduvo haciendo penitencia: San Jerónimo fue un gran santo, se partió el pecho con un canto. Y seguía contando don José que otra mano anónima lo corrigió escribiendo debajo: Gran santo fuera si con un tomate se lo partiera, que con un canto se lo parte cualquiera.
La vida cristiana no es partirse el pecho con un canto, la vida cristiana no es hacer esfuerzos ímprobos por llevarnos la contraria, fastidiarnos haciendo grandes y costosas renuncias. La vida cristiana es cargar con el yugo de Cristo que es un yugo suave, y cargar con la carga de Cristo que es una carga ligera; es dejarse conducir fácil y gozosamente por el Espíritu Santo que nos va ir haciendo experimentar el gozo de practicar el bien, el gozo de dejarnos mover por Cristo, el gozo de practicar la virtud.
“MAESTRO”
Si podemos considerar a don José como un maestro de virtudes es, pienso, por su capacidad de enseñar y ayudar a toda clase de personas, mostrando la belleza de la vida en Cristo y ayudando a cada uno a avanzar en el camino espiritual, a dejarse santificar por la acción del Espíritu Santo; don José no proponía recetas sino luces de Dios, ayudaba a cada persona a recibir la luz de Dios para ir recorriendo su propio camino de santificación. Por eso espero, y creo que todos nosotros esperamos, que don José sea para muchos en la Iglesia maestro de virtudes cristianas.
HOMILÍA DE DON DEMETRIO FERNÁNDEZ, OBISPO DE CÓRDOBA
16 de diciembre de 2015
Queridos hermanos:
Cuando me invitaron de parte del Sr. Arzobispo de Toledo para que viniera en esta fecha memorable –90 cumpleaños– de la vida de don José Rivera, no dudé lógicamente en aceptar, aunque estoy un poco lejos. Para mí es un placer literalmente venir a este templo y recordar tantos momentos gozosos en donde hemos vivido y convivido con don José y donde la vida del seminario ha discurrido y forma parte de nuestra biografía, de la mía, personalmente, y de varios de los aquí presentes.
Quisiera agradecer especialmente la presencia del Delegado Diocesano para el Clero. Le pido que transmita a don Braulio nuestra oración por su pronta recuperación.
De D. José podría uno estar hablando horas y horas. Pero en este momento no se trata de eso, sino de ofrecer algún punto de reflexión que nos mueva a dar gracias, pues a eso hemos venido. Ya tuvimos ocasión de dar gracias, bajo la presidencia del Sr. Arzobispo, el pasado 25 de octubre en la Catedral de Toledo. Muchos o quizá todos vosotros estabais allí, con un gran grupo de sacerdotes y abundante número de fieles.
El reconocimiento de las virtudes heroicas de D. José por parte de la Iglesia significa, por una parte, que está más cerca el día de su glorificación, y esto es un motivo de esperanza. Pero además, significa que el proceso ha terminado. Eso lo saben bien, quienes han participado de una manera u otra en el proceso de presentar a la Iglesia las virtudes heroicas, los testimonios, los escritos, la positio, es decir, todo lo que la Iglesia requiere para eso. El decreto de virtudes heroicas, da por terminado el proceso. Y eso es un descanso, ¿verdad don Fernando? Él que ha sido vicepostulador y postulador y desde el principio ha tenido que trabajar, ir, venir, hacer, etc., es un descanso; en este sentido, tarea cumplida.
Pero no por eso podemos dormirnos en los laureles. Para la glorificación definitiva hace falta el reconocimiento de un milagro; y tenemos que seguir encomendándonos a Dios para que realice, por su intercesión, el milagro requerido. Incluso después de beatificado se precisa otro nuevo milagro para ser canonizado. A mí me emociona recordar aquel funeral de cuerpo presente el 26 de marzo de 1991, en la Iglesia de los PP. Jesuitas de Toledo (el más grande del casco histórico, abarrotado de fieles), en el que tuve el atrevimiento de pedir al Sr. Cardenal D. Marcelo el inicio del proceso del sacerdote que despedíamos. Ese atrevimiento se ha cumplido: ahí están las virtudes heroicas declaras hoy por la suprema autoridad de la Iglesia.
En su lápida, figuran esos tres títulos:
-“Formador de sacerdotes”; en este templo, en esta diócesis y por toda España, e incluso por Latinoamérica. Me encuentro con muchos obispos de Latinoamérica que lo han conocido y agradecen a Dios haberlo tenido de director espiritual en Salamanca. Son de aquella época anterior a que don José viniera a Toledo. Es muy conocido en Latinoamérica. El papa Francisco le conoce porque su libro “Espiritualidad Católica”, está extendido por toda Latinoamérica. Y lo mismo Mons. Arizmendi, Obispo de San Cristóbal de las Casas o Mons. Baltasar Porras Arzobispo de Mérida (Venezuela), con quien me encontré hace pocos días y gozamos de la buena noticia de las virtudes heroicas de Rivera.
Formador de sacerdotes. He escuchado a muchos sacerdotes en España, en Santiago de Compostela, en Málaga, en Almería, en Palma de Mallorca, en Barcelona, en Madrid, en tantos lugares... Estaba yo dando Ejercicios a los obispos españoles. Todavía no era yo obispo y me vino uno de los obispos a decirme: “Oye, eso que has dicho –y tú que eres de Toledo–, me suena a don José Rivera. ¿Has conocido a Rivera?”. Y le respondí: “Pues te suena bien”. Ahora en varias ocasiones le recuerdo aquello, porque él había hecho Ejercicios con don José y le había impactado. Quiero decir con esto que don José ha hecho un gran bien en toda una generación de sacerdotes, en la Iglesia, en España, en Latinoamérica, en tantos seminaristas que ahora son sacerdotes por el mundo entero, y particularmente, en el presbiterio de Toledo. Varios sacerdotes y algunos obispos me lo han dicho, me han dado su testimonio en este sentido; aun no habiendo sido discípulo directo o dirigido espiritual, el influjo de don José ha sido tan grande en el ambiente del Seminario de Toledo, que todos de alguna manera hemos respirado ese ambiente benéfico. Así me lo han confesado varios de ellos, pasados los años.
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