Nando Cruz - Pequeño circo

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A finales de
los 80, cuando los héroes de la Movida madrileña estaban de capa caída o habían sucumbido a la tentación del mainstream y las multinacionales, surge una nueva generación que, fuertemente influida por el pop-rock independiente británico y norteamericano y por la proclama del punk del «hazlo tú mismo», empieza a gestar un nuevo universo sónico que bascula entre el
noise, el
rock de garaje y el
pop más naíf y etéreo. Al mismo tiempo, de los lugares más insospechados del territorio español, algunos jóvenes deciden montar su sello discográfico, a veces incluso en su casa, sin más medios que un fax, un teléfono y una estantería. También aparecen numerosos fanzines que, a base de corta y pega y fotocopias, se hacen eco de la nueva escena musical; la mayoría de veces para ensalzarla, pero también para parodiarla y denigrarla. Nace así el indie en España. El periodista musical Nando Cruz, tras un año y medio de trabajo y después de entrevistar a más de cien personas, compone por primera vez el apasionante retrato de una generación que, amplificada por una prensa especializada que acogió sus propuestas con un entusiasmo inusitado, se presentó como la alternativa musical de los 90. «Pequeño circo» es un recorrido por aquella década construido a través de las anécdotas, confesiones, epopeyas, ambiciones, errores, trapicheos, éxitos y fracasos de sus protagonistas. Pero entre los recuerdos y reflexiones de los entrevistados, también se cuela una mirada reflexiva y crítica, fruto del análisis y la distancia que proporcionan los más de veinte años transcurridos desde que empezó a cobrar forma aquella escena.

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El cisma con el Omega fue tan grande… Oír una canción y que te enseñen la puerta de la calle no es normal en una compañía de discos, pero José Luis de Carlos ya venía caliente y tenía a Enrique enfilao . Yo no sabía lo que había pasado entre él y Enrique, pero cuando has trabajado con Enrique, tal como él trabajaba con las compañías, de esa manera tan caótica…

Cuando bajé a Granada a contárselo a Enrique, se partía de risa. «¿Qué te ha dicho?», me preguntaba. Y yo, «creo que me han echado». Ese golpe fue determinante. Fue un cambio muy gráfico que nos permitió entender cómo funcionan las multinacionales: «Aquí no mandas tú, aquí mando yo y, como mando yo, esto no lo vas a hacer». Te dejan flotar mientras les hagas gracia. Primero sientes el estupor. Te preguntas, «¿pero a vosotros que más os da si estáis forrados?». ¡Íbamos a grabar solo cuatro canciones!

ERIC JIMÉNEZ: Antonio estuvo prácticamente suplicándole. Confiábamos en que ese experimento podía salir de puta madre. Nos llamaba la atención que Sonic Youth estuviera con los Master Musicians of Jajouka y queríamos hacer algo así con Enrique. Pero no lo entendían. No había manera.

ANTONIO ARIAS: Era incomprensible. Llegó a tal punto la situación que, para poder salir en el disco, Sony nos quitó el 6% de royalties que nos hubieran correspondido. Esa fue su venganza. Incluso lloré al de la compañía porque llegó un momento en el que se posicionaron contractualmente y estuvimos a punto hasta de quedarnos fuera del disco.

Era llorar de frustración… «¿No nos queríais tanto?» Es la frustración más grande que he vivido. Por eso digo que trabajar con Enrique cambió mi manera de ver la música y el negocio. En la música es evidente por qué, pero en el negocio, si no llego a estar al lado de una persona tan potente, hubiera muerto de depresión. Lo sentí como si te roban a un niño chico.

A ellos cuando mejor les va es cuando lanzan a los perros. Lo que mejor tienen preparado es el gabinete de abogados. Como la SGAE. Pero al final de ahí también se aprende cómo había empezado la década y cómo se iba. Absolutamente como un terremoto. Un final muy sísmico.

Ahí aprendimos que has de saber cuándo termina tu relación con una compañía. Enrique trabajaba con unos, con otros, puteaba a este, al otro… El decía, «¡pues tendremos que sacarlo en otro sitio!». Y ahí es cuando varió el concepto del disco. Al principio era un proyecto más del grupo. Enrique lo convirtió en un disco más global, con mucha más gente. Y es mejor, porque le dio un aspecto más ecléctico y avanzado.

JUAN HERMIDA: Tengo las demos de Omega y eso era un disco de Lagartija Nick en el que colaboraba Morente. El resto del grupo no se podía creer que hubiesen creado ellos el disco y que Morente se hubiese apropiado de él. Pero cuando ya se publicó el disco, Morente contrataba a los Lagartija para hacer conciertos cuando él quería y le salían los números y, si no, tocaba el Omega con sus guitarristas flamencos. Eso desestabilizó al grupo por completo y lo rompió.

ANTONIO ARIAS: Siempre pensé que nadie observó el sacrificio que estábamos haciendo. Abandonarnos y quedarnos en un segundo plano era lo mejor para sacar el proyecto adelante. Me decían, «¿cómo te has ido con un gitano? Lo has dejado todo por un gitano». Y yo les decía, «¡que no es gitano!». Porque el aspecto musical o profesional ya no podías ni discutirlo.

Económicamente era perfecto porque viajábamos por todo el mundo con Enrique y ganábamos muchísimo dinero, pero volvías y te tenías que callar como una puta. Aunque lo contaras, a nadie le interesaba lo que hacías con «el gitano». Volvías a España y te topabas con esa pequeña incomprensión. Estabas en un barco muy bueno, pero a la deriva. Y completamente aislado porque todos te decían que eso eran chaladuras.

Estaban pegando El motor del autobús y los Dover. Veías cómo los cohetes iban volando por todos los lados y tú no sabías ni dónde estabas. No solo perdías tu posición en la compañía, sino tu posición ante el mundo. Con que cualquiera de ellos me hubiera dicho en aquel tiempo que le molaba el Omega , hubiera sido más que suficiente. «Una palabra tuya bastará para sanarme.» Pero a las corrientes más alternativas no les gustaba. Tampoco se lo recrimino. Lo mismo se compadecían por mí, pero nadie me lo dijo.

J: Antonio iba delante, a la vanguardia, y le han dado más hostias que a mí. Yo iba aprendiendo de las que le iban dando a él, y cuando empezó el Omega es cuando más se llevó: el grupo se deshacía, se peleó con el mánager… Ese proyecto no se entendía mucho. Nosotros tampoco lo entendíamos.

Antonio era muy beligerante. En las entrevistas, se desmarcaba de la escena. A mí no me parecía lo correcto. Había una escena muy interesante y todo el mundo junto iba a subir más parriba , pero él siempre ha preferido marcar su territorio como artista único que no pertenece a ninguna escena. Entonces yo pensaba que era un error. Ahora no sé si tenía razón él.

ABEL HERNÁNDEZ: No hay disco más indie que el Omega . En el indie español, donde hay menos obras importantes que actitudes, Omega es una de las contadas obras capitales. En la voz de Morente y en lo que suena a su alrededor, cristalizan muchas de las características del indie como estilo alternativo, del indie como fuerza de los márgenes, del que experimenta.

Es un disco de gente informada y apasionada por el arte en general; gente insatisfecha de manera crónica, inconformista. Choca de frente con cualquier clasificación o etiqueta. Se hace al margen de las estimaciones de la industria musical. Desprecia el éxito consensuado por el capital y el qué dirán de los expertos de los guetos musicales. Sintetiza fuerzas motrices esenciales del indie como estilo: la disolución en el sonido, en la textura y la expresión de lo intangible, y por otro lado, lo popular, en el sentido de lo folklórico y de la canción pop que se le pega a cualquiera. Asume ese aire loser tan propio de parte del indie español. Y es asumido como bandera por un público de insatisfechos con el rumbo de la cultura dominante.

ANTONIO ARIAS: No solo era un ejercicio intelectual, sino un ejercicio de progresión musical y físico porque desde el principio lo llevamos al directo. Y ahí notabas ese temor.

ERIC JIMÉNEZ: Jamás he vivido una reacción tan violenta como la del público del flamenco en el concierto con Morente en el Teatro Albéniz. El público del rock es más respetuoso. Nosotros hemos hecho conciertos que han sido una mierda, pero nos han dejado acabar. Pero ese día, la gente pegaba voces: «¡No hay derecho!». Faltó que vinieran los grises y disolvieran el espectáculo.

ANTONIO ARIAS: En el 98, tocamos en el Espárrago Rock y vimos que ahí estaba toda la gente. Al final, el éxito fue tan grande que llegó a abarcar las corrientes más alternativas tanto del lado de Enrique como del nuestro.

ANTONIO ARIAS: Val del Omar 84 aún se lo tomaron peor. Los de Sony se creían que me había inventado el personaje de Val del Omar: las fotos, las letras, los aparatos… Yo les decía, «si me pudiera inventar todo esto, esta misma tarde me iba a Hollywood y me forraba». Cuando lo grabamos, ya teníamos claro que era el último disco con Sony. Ya nos habían puesto en Kaos, un subsello para grupos freakies, y no tratabas con el A&R, sino con un secretario del A&R. Era lo último que íbamos a hacer en Sony y dijimos, «vamos a hacer lo más radical que podamos y sepamos». Era una manera de dar ejemplo, y es de las cosas de las que más contento estoy: de haber entrado en Sony y que me hayan echado por hacer unos discos que no me han permitido volver a hacer.

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