Daniel Carazo Sebastián - Lola, memorias de una perra

Здесь есть возможность читать онлайн «Daniel Carazo Sebastián - Lola, memorias de una perra» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Lola, memorias de una perra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lola, memorias de una perra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

"Parece mentira que aún tenga recuerdos de mi nacimiento. Por lo que tengo entendido, vosotros, los humanos, no los podéis tener; nosotros, los perros, sí".
Así empieza Lola, una perrita que afronta la recta final de su vida con los recuerdos de su existencia. A lo largo de ellos, Lola, en primera persona, nos hace un repaso de sus vivencias, de cómo ha ido conociendo y aceptando nuestro mundo, de sus relaciones con nosotros: «los humanos» —como ella nos llama—, de cómo ha conseguido entendernos, disfrutarnos y ayudarnos a tener una vida mejor. Pero también describe situaciones que, siendo para nosotros cotidianas, para ella —o para cualquier otra mascota— son a veces incomprensibles,
y a pesar de ello tiene que aprender a sobrellevarlas.
Este libro aporta una visión nueva respecto a nuestra relación con las mascotas; o mejor dicho, la relación de las mascotas con nosotros y nuestra sociedad al estar escrito desde la perspectiva de Lola en primera persona.
Todo aquel que tenga, o haya tenido, y ame a las mascotas debe leerlo, y seguro que después tendrá, si cabe, más pasión todavía por ellas.

Lola, memorias de una perra — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lola, memorias de una perra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Con el paso de los días y el aumento en la frecuencia de nuestras salidas de la caseta —a las que también se unieron nuestros otros hermanos—, aquel huerto fue nuestro lugar predilecto de estancia y juegos. Nosotros estábamos encantados, pero Ramón empezó desesperarse al darse cuenta de que, en cuanto él se despistaba, allí que nos plantábamos. Era en su huerto donde más nos divertíamos, y donde a él más le enfadaba encontrarnos.

—¡Me cago en todo, con los perros estos!… ¿No tendréis otro sitio dónde ir a estorbar?

Y nos cogía de muy malas formas para meternos en la caseta e increpar a nuestra madre.

—¡Hazte cargo de ellos, perra, que los quito de en medio rápido, eh!

Y nuestra madre, preocupada, se esforzaba —sin ningún éxito— para que no volviéramos al famoso huerto.

Capítulo 3

Separación

Lógicamente, a medida que íbamos creciendo, nuestra madre fue perdiendo la batalla por nuestro control y, al mismo tiempo, Ramón se cansó de pisar nuestras cacas esparcidas por todo el patio y de tener que estar cada vez más a menudo pendiente de nosotros. Fue entonces cuando, desesperado, decidió empezar a disgregar a nuestra pequeña familia.

El primero en desaparecer de nuestro lado fue mi hermano menor —será porque seguía siendo el más espabilado—. Recuerdo la tarde en que, a pesar de que no estábamos alborotando —pues estábamos tranquilamente sesteando encima de una vieja colchoneta—, Ramón apareció en el patio extrañamente feliz. A nosotros seguía sin mostrarnos excesivo afecto; aun así, nos alegramos una vez más de verle, nos espabilamos y empezamos a rodearle los pies moviendo a la vez el culo y nuestro pequeño rabo. Intentábamos llamar su atención al mismo tiempo que teníamos cuidado para que no nos diera una patada. Al contrario que otras veces —normalmente nos evitaba—, en esa ocasión Ramón fue directo hacia nosotros. Me cogió primero a mí; lo cual me hizo sentirme orgullosa, era un honor que me dedicara ese privilegio por delante de mis hermanos.

—Tú eres perra. Serás la siguiente, que hoy no te toca.

Y me tiró a la colchoneta. Me hice algo de daño al caer pero, como mis hermanos seguían llamando la atención de Ramón, volví corriendo hacía él. Entonces prendió a mi hermano menor, sonrió al verle la tripa y, sin soltarlo, se dio la vuelta para salir del patio dispuesto a entrar de nuevo en su casa. Mi madre se colocó hábilmente delante de él, estorbándole el paso. Ramón la miró un momento, se volvió a fijar en mi hermano —que intentaba zafarse de su manaza— y dijo:

—Quita de en medio, ¿qué pensabas, que ibas a vivir siempre con ellos? Voy a ver si gano al menos lo que comes, cosa que veo difícil.

Mi madre, veterana en aquellas lides, esquivó con audacia la patada que lanzó Ramón, y no tuvo más remedio que dejarle ir. Recuerdo que nosotros nos quedamos al pie de la puerta por donde había desaparecido Ramón, intentando llamar su atención con nuestros débiles ladridos. Él ya no volvió con nosotros. Lo que más nos extrañó fue que mi madre no nos reprendiera por el escándalo; muy al contrario: se metió sin decir nada en la caseta y no salió en toda la tarde. Cuando me cansé de corretear por allí, esperando a que volviera mi hermano y deseando que me contara la aventura que había vivido, entré en la caseta para arrimarme un rato al calor materno. Mi madre no me esquivó, tampoco me hizo mucho caso. Me tumbé a su lado y —lo creáis o no— la sentí llorar. Era un lloro silencioso, interno, que intentó disimular para no preocuparme, pero a mí no me engañó: estaba triste, muy triste. Y, sin saber muy bien por qué, empecé yo también a llorar. Gimoteé todo lo alto que pude. Eso llamó la atención del resto de mis hermanos y les hizo venir veloces a ver qué pasaba e, inconscientemente, se fueron contagiando del sentimiento de tristeza. En poco rato estábamos los tres agotados y acurrucados al lado de mi madre, ya medio dormidos, mientras ella continuaba con su particular duelo.

Mi hermano nunca volvió y, aunque yo notaba que mi madre no abandonó del todo su tristeza, al cabo de los días volvió a actuar con Ramón como si nada hubiera pasado. Volvía a seguirlo fielmente cada vez que la llamaba y le mostraba la fidelidad acostumbrada. También continuaba con su empeño en controlarnos para evitar que nos metiéramos en problemas, siempre con el objetivo de que Ramón se fijara lo menos posible en nosotros. Mis hermanos y yo no entendíamos lo que había pasado y, a pesar de echar de menos a nuestro hermano menor —que había sido nuestro principal inductor a la juerga y a la exploración de nuevas experiencias—, volvimos rápidamente a escabullirnos de aquel control y a trastear por todo el patio… y enfadando con ello todavía más a Ramón.

Hasta que me tocó irme a mí.

Fue otra tarde, en la que relucía un sol espléndido que, sin embargo, no llegaba a calentar. Aquella vez estábamos escarbando cerca de unas plantas a las que Ramón solía llamar «mis lechugas» cuando, al no darme cuenta de su llegada, fui consciente de su presencia demasiado tarde. Nada más sentirlo detrás nuestro intentamos salir todos corriendo —sin olvidar el modo en que había desaparecido nuestro hermano—, pero fue inútil, al menos para mí. Me cogió con su manaza y me levantó del suelo sin darme opción a protestar.

—Ya te dije que tú serías la siguiente. Esta vez quieren una perrita.

Se dio la vuelta y, esquivando a mi madre —que, por supuesto, intentó cerrarle el paso—, me sacó del patio.

Aquella fue la última vez que vi a mi madre. De esa manera tan simple tuve que separarme de ella, de quien había sido mi referencia en la vida hasta ese momento. Ni con el paso de los años he conseguido olvidar la última mirada que me dirigió: anhelante, triste, extrañamente húmeda y, a pesar de ello, transmitiéndome una vez más fuerza y serenidad. No puedo dejar pasar esta oportunidad de decirte que te quiero, madre, allí donde estés —si es que sigues en el patio o en cualquier otro lugar— quiero que sepas que te he recordado constantemente, y que espero que el poco tiempo que pudimos compartir me haya sido suficiente para aprender lo mejor de ti y para que tú hayas podido sentirte siempre orgullosa de tu hija mayor.

Aquella tarde, por primera y última vez en mi corta vida, atravesé la puerta que abandonaba el patio y daba acceso a la casa de Ramón. Intenté mirarlo todo con atención, sin perder la esperanza de encontrarme con mi hermano menor; me fue imposible, ya que Ramón me impedía cualquier movimiento y, inmediatamente, me introdujo en una caja de cartón, cerró la tapa y me dejó a oscuras. No entendí nada. Allí metida me asusté y chillé todo lo que pude llamando a mi madre, pero no sirvió de nada. Recuerdo el miedo que sentí en aquella oscuridad y cómo se acrecentó cuando noté que la caja que me contenía empezaba a moverse. Chillé más fuerte y, cuando me cansé de chillar, intenté escuchar algo que me tranquilizara, algún sonido conocido, pero lo único que conseguí oír fue a Ramón protestando por mi escándalo.

El trayecto hasta donde me llevaba se me hizo eterno. La caja no dejaba de moverse, y empecé a experimentar una sensación nueva: la cabeza me daba vueltas y más vueltas, me estaba mareando. Pensé que iba a morirme allí mismo. Vomité y —reconozco que me da vergüenza decirlo— me hice de todo encima: pis y caca. No pude evitarlo. El suelo de la caja no estaba protegido y lo empapé. Me atemoricé más al pensar en la reacción que tendría Ramón cuando descubriera mi pequeño desastre. En nuestro patio, cada vez que pisaba una de nuestras cacas, chillaba muy enfadado y nos buscaba para regañarnos, pero allí ya estábamos preparados y nos escondíamos en los sitios más inaccesibles para que no pudiera cogernos. Sin embargo, dentro de aquella caja, no tenía escapatoria. Con mucho asco lamí todo lo que pude el suelo para que quedara lo más limpio posible; lógicamente, eso me provocó más náuseas y acabé vomitando todavía más, por lo que finalmente opté por tumbarme en la esquina menos sucia y dejarlo estar. Ya afrontaría la regañina como pudiera.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Lola, memorias de una perra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lola, memorias de una perra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Lola, memorias de una perra»

Обсуждение, отзывы о книге «Lola, memorias de una perra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x