No obstante, unos cuantos colaboradores del volumen de Squire aprovecharon la oportunidad para entregarse a la expresión nostálgica de un deseo. “La pequeña fantasía literaria”19 de G. K. Chesterton especulaba sobre qué habría ocurrido si don Juan de Austria se hubiera casado con María, la reina de Escocia… o, dicho de otra forma, si Inglaterra se hubiera mantenido católica, como el autor (el progreso de Gran Bretaña y Europa hubiera sido más rápido); el escritor francés André Maurois sugirió que si Luis XVI hubiera sido más valiente y hubiera conseguido evitar la revolución francesa, Francia se habría convertido en una monarquía constitucional como Gran Bretaña; el divulgador histórico y biógrafo alemán Emil Ludwig pensó que si el emperador alemán de tendencias liberales Federico III no hubiera muerto de cáncer a los pocos meses de su reinado en 1888, Alemania se habría convertido en una democracia parlamentaria y no habría seguido siendo el estado autoritario que entró en guerra en 1914, con consecuencias tan desastrosas para sí mismo, Europa y el mundo; sir Charles Petrie, otro historiador conservador cercano a los Fascistas Británicos (aunque siempre antinazi), en un capítulo reimpreso de una publicación anterior, pensó que las cosas le habrían ido mejor a Gran Bretaña, y especialmente a su vida literaria y cultural, si Carlos Eduardo Estuardo hubiera triunfado en su intento de arrebatar el trono a los hannoverianos en 1745; y Winston Churchill sostuvo que si Lee hubiera ganado la batalla de Gettysburg la consecuencia final habría sido una unión de los pueblos anglófonos, algo que él representaba en su misma persona como hijo de padre británico y madre estadounidense. La nostalgia y el pesar por una historia que había tomado un camino equivocado impregnan buena parte de los ensayos del volumen, lo que los convierte en algo más que un divertimento literario; una característica de las versiones alternativas de la historia que volvería con ganas muchas décadas después.
Es evidente que muchas de estas fantasías serían fáciles de cuestionar y no sería difícil derivar consecuencias de forma plausible en una dirección completamente opuesta a la que sus autores imaginaron que los acontecimientos tomarían. La Europa islámica que imagina Philip Guedalla (un tema que, como hemos visto, ya exploraron Gibbon y D’Israeli) no tenía en cuenta el catolicismo militante de los franceses, que podrían haber obedecido a un llamamiento del papa en favor de una nueva cruzada contra los sarracenos victoriosos en España; lord Byron probablemente no habría tenido más suerte en su intento de controlar a los banderizos y pendencieros griegos que su monarca de verdad, el príncipe de Wittelsbach que se convirtió en el infortunado rey Otón; los sindicatos británicos responsables de la huelga general de 1926 eran pragmáticos moderados a los que probablemente la idea de una Inglaterra soviética les habría horrorizado tanto como a monseñor Ronald Knox; un matrimonio entre María, reina de Escocia, y don Juan de Austria no habría contribuido de ninguna manera a que la reina escocesa fuera menos veleidosa, más sensata o más capaz de controlar a los protestantes, y se habría excluido al príncipe austríaco de la vida política británica con la misma firmeza con la que se excluyó a Felipe II cuando se casó con su homónima, María I de Inglaterra; ni Luis XVI de Francia ni ningún familiar suyo mostró la más ligera inclinación a convertirse en monarca constitucional y habrían restaurado el régimen absolutista enseguida que hubieran podido; una biografía reciente ha demostrado que la idea de que Federico III de Alemania era liberal es un mito, y en cualquier caso era un personaje débil con el que el implacable Bismarck, carente de escrúpulos, hacía lo que quería; puede que la posteridad haya considerado a Carlos Eduardo Estuardo como una figura romántica, pero él también era débil e indeciso y era poco probable que hubiera cambiado significativamente nada si hubiera llegado al trono; y Estados Unidos ya era demasiado fuerte e independiente en la década de 1860 incluso para que una Confederación victoriosa contemplara la unión con Inglaterra. Sin duda los ensayos no pretendían convencer, sino meramente entretener a través de la especulación; pero ya se demostraba que era necesario que los historiadores fueran más cuidadosos que los colaboradores de Squire en el establecimiento de condiciones plausibles para sus imaginaciones si tenían que convencer a sus lectores.
El volumen de Squire reflejaba de alguna forma las incertidumbres y los miedos de la política británica de finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, cuando ningún partido era capaz de conseguir una mayoría en el parlamento y políticos como Oswald Mosley y Winston Churchill pasaban con facilidad de un bando a otro. A medida que los contornos de la política británica y europea se volvieron más nítidos con la ascensión del nazismo, este tipo de especulaciones desapareció. Ocasionalmente siguieron apareciendo ensayos contrafactuales, unos más serios que otros, en los años sucesivos. El enorme Estudio de la historia en varios volúmenes de Arnold Toynbee incluyó un puñado de intentos de especulación de este tipo, siguiendo los pasos de Gibbon y abordando cómo habría sido Francia si Carlos Martel no hubiera derrotado a los árabes, pero también imaginando las consecuencias de una invasión vikinga completa de Europa.20 En 1953 el escritor estadounidense Joseph Ward Moore publicó una novela, Lo que el tiempo se llevó, ambientada a mediados de siglo xx, después de la victoria de Lee casi un siglo antes en la batalla de Gettysburg durante la guerra civil estadounidense (el punto a partir del que el relato contrafactual diverge de la serie cronológica histórica). La Confederación victoriosa ha conquistado América del Sur y buena parte del Pacífico, pero los alemanes han ganado la Primera Guerra Mundial y se han convertido en la potencia rival. Se ha abolido la esclavitud pero los avances tecnológicos han sido muy lentos y no hay aviones, bombillas, coches ni teléfonos. Mientras la Confederación prospera, Estados Unidos se ha visto reducido a una zona relativamente pequeña de América del Norte y ha caído en la pobreza y la violencia racial. En este caso el objetivo, antes que proponer un escenario contrafactual plausible, es invertir los signos de la historia real con intención satírica; y la adscripción de la novela a la ciencia ficción se confirma cuando el protagonista descubre cómo viajar al pasado (de forma improbable, dado el atraso tecnológico que se nos había descrito), visita la batalla de Gettysburg y sin darse cuenta cambia el curso de la misma de modo que Lee pierde en lugar de ganar, con lo que la serie cronológica vuelve a ser la que conocemos: el Norte derrota a la Confederación y ocurre todo lo que ocurrió en realidad. De forma oportuna, en ese momento el protagonista queda atrapado en el pasado que ha creado, ya que el mundo del que ha venido desaparece sin dejar rastro.21
Durante la década de 1960 y 1970, pueden encontrarse esporádicamente artículos, a menudo debidos a historiadores especialistas que especulan sobre su propio campo de investigación, en varias revistas y periódicos, sin que lleguen a iniciar una tendencia. En 1961 el periodista estadounidense William L. Shirer, autor del gran éxito de ventas Auge y caída del Tercer Reich, publicó un breve ensayo, “If Hitler Had Won World War II” [Si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial], en el que sugería que los nazis habrían conquistado Estados Unidos y habrían iniciado el Holocausto de los judíos estadounidenses. Pensado para intentar reavivar el recuerdo estadounidense de la maldad del nazismo, el ensayo apareció en un momento en que el juicio en Jerusalén contra Adolf Eichmann, el teniente coronel nazi que fue el administrador principal del exterminio de los judíos europeos, volvía a despertar la memoria pública sobre los crímenes del nazismo. Shirer había sido corresponsal de prensa en Alemania durante los años treinta y fue testigo de primera mano del antisemitismo nazi. Convencido desde un principio de que Hitler disfrutaba del apoyo abrumador de la mayoría de los alemanes de a pie, no quería que se olvidara la historia del nazismo en una época de amistad entre Alemania Occidental y Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría.22 En una vena más académica, en 1976 el historiador británico Geoffrey Parker publicó un ensayo más serio sobre el contrafactualismo con un breve estudio sobre lo que habría pasado si la Armada Invencible hubiera conseguido desembarcar en Inglaterra en 1588: Felipe II de España habría conquistado el país y restablecido el catolicismo, y aprovechando los abundantes recursos de la economía inglesa para sus ambiciones globales, es muy posible que hubiera llevado a la contrarreforma a la victoria en Alemania y que hubiera asentado el control español de América del Norte.23
Читать дальше