En el 960 se inicia la reunificación que dará paso a la dinastía Sung.
-Dinastía Sung, dura del 960 al 1127 de nuestra era, y se asienta en lo que en aquel entonces era la ciudad más grande, más poblada y más adelantada del mundo entero, Hangzhou, con una economía y un comercio muy parecido a lo que hoy en día conocemos como capitalismo, con las artes y las ciencias en punta, unas relaciones internacionales insuperables y unas naves marítimas diez veces superiores a las europeas.
Todo hubiera sido distinto en este planeta si los mongoles no hubieran dado al traste con tal desarrollo, dando lugar a la famosa dinastía Yuan.
-Dinastía Yuan, que a pesar de ser mongola logró unir y expandir el imperio chino hasta las puertas de Occidente gracias a la saga de los Khan, Gengis, Ogodei y Kublai, quienes, enamorados de la grandeza de China en todos los terrenos y planos humanos, renegaron de su origen y se hicieron con todos y cada uno de los reinos orientales, derrotando incluso a los Jin, poderosos señores chinos que habían sobrevivido a varias dinastías y cambios de poder central sin perder el suyo.
La dinastía Yuan es el referente de los viajes de Marco Polo y de una apertura de China a Occidente sin precedentes, incluidas las creencias religiosas como el islam y el catolicismo.
Del 1276 al 1368, la dinastía Yuan dominó al mundo de una o de otra manera, pero las diferencias culturales del sincretismo chino-mongol propiciaron un relajamiento en las costumbres de los chinos y un debilitamiento en las costumbres de los mongoles, incidiendo negativamente en el desarrollo del imperio. Kublai Khan deja de ser el guerrero que era y se convierte en un gobernante atrofiado por los excesos e indiferente a las necesidades del pueblo y a sus más elementales obligaciones como líder de la gigantesca China.
Confucio parecía haber quedado en el olvido, y la inmoralidad y la falta de respeto se hicieron moneda de cambio en una sociedad enriquecida y abúlica que sucumbió bajo su propio peso, como su gobernante máximo.
Los magos, los santones y los embaucadores hicieron su agosto en una China relajada y sin leyes, permitiendo que los arribistas y los poderosos sin escrúpulos se hicieran con las riendas del imperio.
-Dinastía Ming, con el emperador Yongle a la cabeza, sitúa por fin la capital de China en Pekín (Beijing), reunificando lo que quedó del imperio tras la sonora caída de los Yuan e incrementando su poder en los mares, tanto de manera oficial como por medio de la piratería, aprovechando los primeros intentos de expansión occidental vía marítima.
Hoy en día está perfectamente datado y comprobado que el general Zheng He viajó desde China hasta Asia y África, e incluso hay quien lo sitúa en América hacia el año 1401, mientras le terminaban de hacer la Montaña de Oro al padre de Yongle, para dejar de mencionarlo en adelante, como si los chinos hubieran dejado de surcar la Mar Océana.
Las pinturas, sedas y jarrones de la dinastía Ming se venden actualmente por miles y millones de dólares, y ya en su día fueron muy apreciadas en el mundo entero, pero la bonanza económica de la Dinastía Ming no fue suficiente para mantener el poder y esa misma bonanza creó una inflación galopante y la necesidad de establecer como patrón económico de referencia los metales preciosos, sobre todo las monedas de plata, ya que por una parte, y para preservar su cultura, China se cerró al mundo, pero por la otra mantuvo un comercio muy vivo con Japón, Portugal y España, sin dejar de lado a otras potencias europeas.
El Tao y Confucio volvieron a tomar las riendas de la espiritualidad y el orden social del pueblo chino, los gobernantes recuperaron su halo divino y su deseo de trascendencia y elevación al cielo mientras el budismo, el islam y sobre todo el catolicismo y el evangelismo eran rechazados oficialmente, aunque dejaron su impronta en una que otra leyenda y en uno que otro mito.
-Dinastía Qing, en 1664 se establece en Pekín tras conquistar la Ciudad Prohibida y derrocar a los Ming, con la novedad de instaurar el manchú como lengua oficial palaciega, porque los Qing provenían de la extensa provincia de Manchuria, al noreste de China, dejando al chino mandarín como lengua del vulgo.
Como algunas dinastías anteriores, la Qing inicia con potencia su gobierno en la segunda mitad del siglo XVII de nuestra era, pero acaba muy debilitada tras un largo proceso de degradación que culmina a finales del siglo XIX con la Guerra del Opio y la invasión japonesa, así como la pérdida de diversas provincias del sur.
El último emperador de China, Puyi, no va a perder el poder, aunque quizá nunca lo tuvo, hasta 1912, cuando es proclamada la República China y Sun Yat Sen es nombrado primer presidente de China.
Los últimos años de la Dinastía Qing están marcados por la disolución social y la pérdida de identidad, la superstición religiosa y la corrupción estatal, el juego, el vicio y la prostitución, bajo el mando de una emperatriz madre, anciana y enloquecida, y un heredero al trono débil e inútil, demasiado occidentalizado como para comprender a su propio pueblo.
China nunca fue tan legendaria como en ese tiempo, y si bien las hambrunas populares y los levantamientos bélicos se producían constantemente, el lujo y el esplendor de la Ciudad Prohibida se vivió y disfrutó hasta sus últimas consecuencias, la desaparición total y final de las chinas milenaria, imperial y dinástica, cambiando los mitos, las leyendas y las creencias esotéricas por las ideologías emergentes del nuevo orden mundial.
China comunista
Tras la breve y tormentosa República China, y la terrible instauración de la República Popular, con la Larga Marcha de Mao y la sangrienta Revolución Cultural, China entró en un periodo del cual aún no ha salido, si bien es cierto que ha mejorado mucho en los últimos cincuenta años para posicionarse como posible primera potencia mundial en todos y cada uno de los terrenos de la humanidad dentro de tres o cuatro décadas, para hacer valer las profecías de su mítico origen, con los dioses mirando con admiración a la población china.
La lucha eterna
China, como ningún otro pueblo, lleva milenios viviendo la lucha de la razón contra la emoción, del cerebro contra el corazón, del espíritu contra el alma. Sus mitos y leyendas son una delicia, pero no lo son menos sus proposiciones filosóficas, con lo que unos no se explican sin los otros, y, por más que quieran separarse o anularse entre sí, no han tenido más remedio que caminar juntos.
Los amores trágicos e imposibles, la creación de la humanidad, la cruel locura de los dioses, el caos que se convierte en cosmos, la aniquilación panteísta de la divinidad y la eclosión de la trascendencia de la humanidad, el todo que nace de la nada y la nada que nace del todo, son mitos y leyendas que sirven de base y fundamento a la razón, a la investigación, a la invención práctica, al descubrimiento, a la filosofía y a la ciencia.
Nuestro campo es la mitología, y no se puede negar que la mitología china es precursora de la imaginación, de lo imposible que se convierte en posible, de esa luz de oriente que iluminó al mundo entero hace milenios y que quizá vuelva a hacerlo dentro de poco, por lo que no estaría de más aprender chino mandarín y así comprender mejor una de las fuentes más importantes del pensamiento humano, que intentaremos esbozar a lo largo y ancho del presente libro sobre, nada más y nada menos, 500 mil años de mitología china.
I: Cosmogonía china
Todo nació de un simple huevo,
todo nació de una humilde semilla,
la nada puso el huevo y sembró la semilla
tras ser fecundada por el todo.
Dentro del estudio de las diferentes mitologías que en el mundo han sido, podemos encontrar símbolos que insinúan, en cierta manera, lo que más tarde terminamos llamando ciencia. Es por eso que muchas teorías de la física teórica parecen haber salido de propuestas imaginarias, de sueños, de observaciones empíricas limitadas en la percepción de los sentidos pero llenas de creatividad e inventiva.
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