A pesar de todo, me enganché incondicionalmente a los caballos; no en vano la fascinación que estos animales pueden llegar a ejercer sobre nosotros es la razón por la que parece que a la droga se le llama “caballo”. En estos animales encontré algo altamente adictivo: un vehículo muy especial para pensar y aprender sobre mí y sobre los demás.
Lo primero que aprendí es que ser un buen jinete supone bastante esfuerzo. Es un deporte técnico que requiere tomar clases en las que te enseñan cosas como avanzar al paso, al trote y al galope, parar el caballo (esto es bastante importante), llevar las riendas o sentarte correctamente en la silla.
El aprendizaje es arduo y, a veces, rutinario. Por otro lado, muchos de los caballos que a uno le dejan montar al principio en un centro hípico son a menudo perezosos y resabiados, y la mayoría hace tiempo ha olvidado lo que es el contacto de una mano suave y una señal sutil. Bastantes de estos pobres animales sólo se mueven después de acciones insistentes y bruscas con las piernas o la fusta. Esto descorazona bastante a quien busca en esta práctica algo de elegancia o tiene sensibilidad hacia los animales. Tampoco es, ni mucho menos, una afición barata.
Personalmente, ninguna de esas dificultades me importaba. Sólo una vez estuve a punto de abandonar, después de un susto serio con mi hija de ocho años que se cayó de un poni al galope. Afortunadamente el incidente no pasó de una noche en la UCI, de una amnesia transitoria (aunque no le deseo la experiencia al peor de mis enemigos) y de un traumatismo craneal leve que nos llevó a la consulta de un neurólogo, (un sitio, por cierto, fascinante, lleno de cabezas de cerámica con secciones cerebrales repletas de numeritos). Después de un montón de pruebas y de confirmarme que todo iba bien, el Dr. Castro me recomendó visitar una tienda de equitación cercana a su consulta. Sorprendida, le comenté que estaba planteándome dejarlo. A lo que él me espetó: “Hay que superar los miedos”. [4] Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес. Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.
Una frase definitiva. Muchas veces, montada sobre mi caballo, me acuerdo de él y le agradezco haber dicho las palabras oportunas en el momento adecuado.
Esta anécdota me puso a pensar sobre el valor de la confianza y sobre lo fácil que puede ser restablecerla (o perderla) cuando se tambalea.
“Aprender es descubrir que algo es posible”
J. Krishnamurti
Después de este percance, seguimos adelante. Pero fue cuando tuve mis propios caballos cuando caí en la cuenta de lo más importante. Una revelación que cambió totalmente el enfoque que le estaba dando a todo este asunto.
Es algo muy simple. Se trata, por encima de todo, de querer entender cómo piensa y qué siente tu caballo. Desde esta actitud, trabajar con él se convierte en algo muy diferente. Consiste en comprender que, si consigues que tu caballo confíe en ti y se sienta seguro, hará por ti lo que sea. [5] Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес. Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.
A partir de este punto, el trabajo esencial deja de ser mecánico y se convierte en un mucho más interesante desafío psicológico: Cómo conseguir que tu caballo confíe totalmente en ti y se entregue al trabajo sin miedo ni condiciones. El éxito no reside, por lo tanto, en trabajar los abductores, sino en ser capaz de desarrollar la confianza suficiente para anular la aprensión natural del animal y, de este modo, conseguir que trabaje contento. Por otra parte, no trabajar para crear un entorno seguro puede ser muy peligroso cuando se monta un caballo.
Este enfoque para la creación de entornos de confianza me pareció muy interesante porque puede trasladarse inmediatamente al ámbito de la empresa: Pensar que si consigues que tus clientes y tus empleados confíen en tu empresa y se sientan seguros, harán por ti lo que sea, puede ser una proposición muy poderosa. Una empresa que se enfoque en promover confianza, generará entornos en los que las personas se comprometerán a fondo en el desempeño de sus responsabilidades. Por otro lado, una marca “de confianza” conseguirá que sus clientes la sigan y lleguen, incluso a convertirse en fans y a realizar un “apostolado” activo, una labor promocional y comercial mil veces más eficaz que la del mejor presupuesto de marketing convencional.
“Uno aprende usando el conocimiento en situaciones donde uno está motivado y tiene interés en aprender”
Russell L. Ackoff
La pregunta fundamental para conducir caballos u organizaciones de personas es, entonces: ¿Cómo generar y mantener esa confianza tan importante?
Mi caballo me dio la respuesta. Le llamé Merlín porque es blanco (técnicamente es tordo), bastante alto de cruz y madurito. Me lo quedé porque parecía muy bien domado y bastante “tuneado”, capaz de realizar pasos y ejercicios poco habituales para un caballo de sus características. Realmente parecía un “caballo de autoescuela” (lo que dijo Adín, mi profesor de equitación, cuando me aconsejó que lo comprara.)
Pero cuando empecé a conocerle mejor, me di cuenta de que Merlín tenía un carácter muy independiente, algo huraño y bastante serio. Su mirada estaba perdida y me costaba trabajo captar su atención. A la hora de la comida era tremendamente impaciente. En el prado permanecía alejado del resto de la manada. Parecía traumatizado (algo, por otro lado, lamentablemente bastante frecuente para un caballo). Vi que su actitud dócil no era voluntaria sino resignada. Me propuse cambiar las cosas y conseguir que mi caballo se lo pasara conmigo tan bien como me lo pasaba yo con él.
Por otro lado, resultó no ser un caballo tan fácil de montar. En la pista se comportaba correctamente, pero cuando salíamos al campo salía a relucir lo peor de sus tres sangres (inglesa, española y árabe) y vivíamos momentos muy “emocionantes”. Me costaba mucho salir de paseo y alejarle de las cuadras y en pleno campo resultaba terriblemente imprevisible. Me lo puso difícil y pasé bastante miedo con él en varias ocasiones. Pero no me di por vendida. Al contrario, estaba “picada” y quería hacerme con el control de la situación. En mi caballo intuí una oportunidad extraordinaria de aprender muchas cosas.
Adín, mi profesor de equitación (un jinete extraordinario y una rara avis pues compartimos una sensibilidad poco frecuente por los animales) puso en marcha un plan de reeducación.
Pero yo sabía que el caballo era sólo una parte del problema. La otra parte era yo misma y estaba por ver si yo sería capaz de gestionar las dificultades de nuestra relación.
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