Entre tanto la ciudad de Remedios había sido fundada en 1559 por Francisco Martínez de Ospina en el valle de Corpus Christi (gobernación de Mariquita) pero fue reubicada varias veces hasta que en 1592 se le asentó a poca distancia de la población vecina de Zaragoza, en un territorio “de temperamento cálido y enfermo, de terreno áspero, montuoso y lleno de pantanos, pero muy abundante de lavaderos de oro”. 58El descubrimiento de los depósitos de veta y aluvión de esta zona desencadenó una de las mayores fiebres del oro que ocurrieron en el Nuevo Reino de Granada, pues españoles con cuadrillas de esclavos se lanzaron a la nueva Remedios desde Cartagena, Antioquia y Mariquita. 59Durante sus primeros años, las minas de esta zona producían anualmente más de ciento cincuenta mil pesos en oro 60y, según refiere una “relación sumaria” que yace en el Archivo de Indias, un año después de su reasentamiento se creó en dicha ciudad una caja real, a cuyas arcas ingresaron (entre septiembre de aquel año y abril de 1608) poco más de 281.870 pesos por concepto de diezmos de oro en polvo, fundición y ensaye. 61Para 1595, habitaban en esta ciudad y su jurisdicción alrededor de mil quinientos esclavos, el 80% de los cuales se dedicaba al laboreo de las minas y el 20% restante (junto con algunos indios encomendados) al beneficio de algunas rozas y sementeras.
Gráfica 1. Producción de oro en Remedios, Cáceres, Zaragoza y Guamocó, 1576-1635
Fuente: Sluiter, The gold and silver of Spanish América c. 1572-1648 , Berkeley, Bancroft Library - Universidad de California, 1998, pp. 109-110, 119-124.
Estas áreas, especialmente durante sus efímeros períodos de esplendor, no solo producían el oro que estimulaba todo tipo de comercio y transacciones, sino que también se convertían en focos de atracción de miles de personas que en su calidad de mano de obra (esclava o concertada), mineros, señores de cuadrilla o simples comerciantes itinerantes se asentaban allí de manera transitoria o permanente para extraer, adquirir o beneficiarse de aquel preciado metal. Como es lógico, los miles de personas allí aglutinadas requerían ser provistas de los géneros indispensables para su sustento cotidiano y de aquellos bastimentos “necesarios para la conservación y labor de dichas minas” como lo eran los negros esclavos, las herramientas de trabajo y los animales de labor. De los objetos de consumo alimenticio los más importantes, imprescindibles y más demandados eran la carne, el maíz y el plátano.
Estos tres elementos conformaban el sustento alimenticio de la fuerza de trabajo que laboraba en las minas (de filón o de aluvión) pues proporcionaban los carbohidratos, las proteínas y los minerales que requerían las cuadrillas para sobrevivir y para llevar a cabo las duras faenas cotidianas. Del ganado vacuno en pie se requerían especialmente novillos y toretes capados o vacas machorras, cuya edad oscilara entre los tres y los cuatro años. De estos se vendía su carne fresca por arrobas o arreldes, y se comercializaban sus menudos, lomos, lenguas, sebo y gordana. Los porcinos también tenían una amplia demanda en aquellas zonas mineras antioqueñas y de ellos se aprovechaba su carne, grasa, tocino y tripas. Algunos de estos animales llegaban a las minas de oro antioqueñas desde zonas tan lejanas como la jurisdicción de Pasto. En 1603, un par de vecinos de Cáceres (Bartolomé González Pantoja y Francisco de Guzmán y Ruiz) condujeron desde una parte hacia otra una piara compuesta por más de un centenar de marranos, los cuales antes de llegar a su destino final tuvieron que ser internados por las jurisdicciones de Caloto y Buga pues allí se adquirían las decenas de fanegas de maíz que requerían estos animales para ser alimentados a lo largo de tan extensa travesía. 62A la par, a dichas zonas mineras llegaban productos cárnicos previamente manufacturados como carnes saladas, curadas y secas (tasajos y cecinas), velas de sebo, botijuelas de manteca y longanizas. En mucha menor proporción, circulaban en las zonas mineras jamones y quesos provenientes del oriente neogranadino y que al parecer eran consumidos únicamente por los mineros más boyantes.
Tabla 1. Precios del ganado en pie y sus productos derivados en las zonas mineras del Bajo Cauca antioqueño
Fuentes: AGN, Colonia, Abastos, Signatura: SC. 1, 14, D. 14, f. 314r; AHA, Libros, T. 442, D. 8354, Leg. 52, f. 46r; AHA, Mortuorias, T. 321, D. 6146, f. 17r; NUCSA, Protocolos de Escribanos, Testamento de Francisco de Trejo, Año de 1636.
Debido entonces a la típica falta de vida agropecuaria (por los rasgos geomorfológicos del territorio o por el poco esmero de sus habitantes en dichas tareas) 63y a la especulación en los precios que suscitaba la producción del oro, las zonas mineras fueron los epicentros por antonomasia de la demanda de productos pecuarios. Es decir, mientras el dorado mineral abundaba en determinado sector, este se convertía en un núcleo que, por su enorme capacidad de consumo, la creciente necesidad de elementos cárnicos, el requerimiento de animales de labor y los lucrativos costos que sus habitantes estaban dispuestos a pagar por ellos, estimulaba la producción ganadera en diversos territorios adyacentes unos, lejanos otros. Así que como había señalado a finales del siglo XVI fray Jerónimo de Escobar en su “Relación de La Provincia de Popayán”, los distritos mineros que florecían por ese entonces “vivían y se sustentaban de acarreto”, es decir, necesitaban importar los mantenimientos y provisiones que requerían los mineros y sus cuadrillas desde zonas lejanas (muchas de ellas ubicadas a centenares de leguas) y, en particular, desde la gran despensa pecuaria del valle del río Cauca. Además, dichos distritos eran “estériles de comidas” a pesar de que algunos gozaban de “sano y escogido temple” porque la mano de obra estaba concentrada en las tareas mineras y, por ende, las actividades agropecuarias estaban prácticamente abandonadas.
A partir de los escasos y fragmentarios datos cuantitativos hallados en algunos protocolos notariales y libros de registros del pago de sisas y alcabalas, sabemos que por los menos 5.421 vacunos y 1.893 puercos llegaron al mercado antioqueño entre 1592 y 1603 desde las zonas pecuarias de la gobernación de Popayán y que más de 6.817 reses y 689 cerdos lo hicieron entre 1617 y 1649. 64Las aludidas fuentes documentales señalan que los más ricos mineros antioqueños de aquel período (tales como Diego Beltrán del Castillo, Fernando del Toro Zapata, Miguel Velásquez de Obando, Fernando de Caicedo, Alonso de Rodas, Rodrigo Hidalgo y Fernando de Zafra) compraron grandes contingentes de ganados a los más importantes terratenientes del valle del Cauca, entre los que cabe destacar a Antón Díaz, Juan de Hinestroza, Jorge López de Vilachuaga, Diego Fernández Barbosa, Juan López de Ayala, Andrés de la Cruz, Pedro de Lemos, Cristóbal Quintero Príncipe, entre otros. Con bastante frecuencia los más renombrados mineros antioqueños de aquel entonces adquirían manadas que oscilaban entre quinientos y mil doscientos animales para alimentar a sus cuadrillas a través de agentes intermediarios que residían sobre todo en Anserma o enviaban a sus propios parientes con ciertas cantidades de oro en polvo para que los obtuvieran directamente en las estancias de los más reconocidos ganaderos de los pastizales vallecaucanos. Al mismo tiempo, algunos de estos mineros exigían que algunas de las deudas que con ellos habían contraído algunos habitantes de la gobernación de Popayán les fueran canceladas con reses, cerdos y hasta con mulas.
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