El orfismo fue la primera religión universal, es decir, una religión que no se consideraba monopolio de una tribu o una nación, sino que era accesible a cualquiera que aceptara sus principios. Y el orfismo influyó profundamente en todo el desarrollo religioso ulterior. No obstante, sería erróneo atribuirle demasiado refinamiento intelectual y espiritual; los ritos órficos de purificación, que constituyen el centro de todo el sistema, aún contienen una serie de tabúes primitivos: no comer carne o habas, no tocar un gallo blanco, no mirarse en un espejo junto a la luz.
Pero este es precisamente el punto en que Pitágoras dio al orfismo una nueva significación: el punto en que la intuición religiosa y la ciencia racional se unieron en una síntesis de extraordinaria originalidad. El eslabón es el concepto de catarsis. La catarsis era un concepto fundamental en el baquismo, en el orfismo, en el culto del Apolo de Delos y en la medicina y la ciencia pitagóricas; pero tenía sentidos diversos y comportaba diferentes técnicas en cada caso (como aún ocurre en las varias escuelas de psicoterapia moderna). ¿ Había algo de común entre el furor báquico, el distanciamiento del matemático, la lira de Orfeo y una píldora purgante? Sí, el mismo anhelo de verse uno libre de las varias formas de esclavitud, de las pasiones y tensiones del cuerpo y del espíritu, de la muerte y del vacío, del legado que el hombre recibió de los titanes, es decir, el anhelo de reencender en uno la chispa divina. Pero los procedimientos para alcanzar tal meta difieren según las personas. Deben graduarse de acuerdo con las luces y el grado de iniciación del discípulo. Pitágoras sustituyó las curas generales de purificación anímica propias de las sectas rivales, por una jerarquía elaborada de técnicas catárticas. Purificó, por decirlo así, el concepto mismo de purificación.
En la parte más baja de la escala aparecen los sencillos tabúes tomados del orfismo, tales como la prohibición de comer carne y habas. Para las naturalezas burdas, la pena de renunciar a algo es la única purga eficaz. En el nivel supremo, la catarsis del alma se logra mediante la contemplación de la esencia de toda la realidad, la armonía de las formas, la danza de los números. La “ciencia pura” –una extraña expresión que aún usamos– es, pues, tanto un deleite intelectual como un modo de liberación espiritual. Es el camino que lleva a la unión mística entre los pensamientos de la criatura y el espíritu de su creador. “La función de la geometría”, dice Plutarco refiriéndose a los pitagóricos, “consiste en apartarnos del mundo de los sentidos y de la corrupción, para llevarnos al mundo del intelecto y de lo eterno. Porque, en efecto, la contemplación de lo eterno es el fin de la filosofía, así como la contemplación de los misterios es el fin de la religión”. 10Pero para los verdaderos pitagóricos ambas cosas habían llegado a identificarse
Difícilmente podrá exagerarse la importancia histórica de la idea de que la ciencia desinteresada lleva a la purificación del alma y a su liberación última. Los egipcios embalsamaban sus cadáveres para que el alma pudiera volver a ellos y no tuviera la necesidad de reencarnarse; los budistas practicaban el desapego para escapar a la rueda de la existencia. Las dos actitudes eran negativas y socialmente estériles. El concepto pitagórico de emplear la ciencia para contemplar lo eterno penetró a través de Platón y Aristóteles en el espíritu del cristianismo y se convirtió en un factor decisivo en la formación del mundo occidental.
En un lugar anterior de este capítulo tratamos de mostrar cómo, refiriendo la música a la astronomía y ambas a la matemática, la experiencia emotiva se enriquecía y profundizaba por obra de la comprensión intelectual. Las maravillas cósmicas y el deleite estético no estuvieron ya separados del ejercicio de la razón, sino que se interrelacionaron. Se daba ahora el paso final: las intuiciones místicas de la religión también quedaron incorporadas al conjunto. Aquí también el proceso va acompañado por sutiles cambios producidos en la significación de ciertas voces claves, tales como theoria, teoría. El vocablo derivaba de theorio, contemplar (thea, espectáculo; theoris, espectador, público), pero en el empleo órfico, theoria vino a significar “un estado de ferviente contemplación religiosa, en que el espectador se identifica con el dios sufriente, muere la muerte de este y se levanta otra vez con el nuevo nacimiento del dios”. 11A medida que los pitagóricos canalizaron su fervor religioso en fervor intelectual y transformaron el éxtasis de los ritos en el éxtasis del descubrimiento, la palabra theoria fue cambiando gradualmente de significación, hasta alcanzar el sentido moderno de “teoría”. Pero, aunque el ronco grito de los adoradores rituales fuese remplazado por el Eureka de los nuevos teorizadores, estos seguían teniendo conciencia de la fuente común de donde ambos surgían. Tenían conciencia de que los símbolos de la mitología y los símbolos de la ciencia matemática eran diferentes aspectos de la misma realidad indivisible. 12No vivían en una “casa dividida” de fe y razón; estaban relacionadas, como la planta baja y la planta alta del dibujo de un arquitecto. Al hombre del siglo XX le es muy difícil imaginar tal situación del espíritu; más aún, creer siquiera que puede existir. Sin embargo, tal vez ayude a su comprensión el recuerdo de que algunos de los más grandes sabios presocráticos formularon su filosofía en verso: aún se daba por sentada la fuente unitaria de inspiración del profeta, del poeta y del filósofo.
Pero esa situación no duró mucho. Al cabo de unos pocos siglos, se desvaneció la conciencia de lo unitario, el filosofar religioso y el filosofar racional se separaron, volvieron a unirse parcialmente, luego a divorciarse de nuevo, con resultados que aparecerán con el avance de la exposición.
La síntesis pitagórica habría sido incompleta, si no hubiera contenido también preceptos orientadores de la conducta.
La Fraternidad era una orden religiosa, pero, al propio tiempo, una academia de ciencia y un instrumento de poder en la política de Italia. Parece que sus reglas ascéticas de vida anticiparon las de los esenios, que a su vez sirvieron de modelo a las primitivas comunidades cristianas. Los pitagóricos compartían toda propiedad, llevaban una existencia comunal y reconocían igual estado jurídico a las mujeres. Observaban ritos y abstinencias, dedicaban mucho tiempo a la contemplación y al examen de conciencia. Según el grado de purificación que alcanzaba un hermano se le iniciaba gradualmente en los misterios superiores de la theoria musical, matemática y astronómica. El secreto que rodeaba a esta se debía en parte a la tradición de los misterios más antiguos, cuyos adeptos sabían que los éxtasis báquicos, e incluso los éxtasis órficos, podían causar estragos si se tornaban accesibles a todo el mundo. Pero los pitagóricos también comprendieron que había análogos peligros en las orgías del razonamiento. Tuvieron, aparentemente, una intuición de la hybris de la ciencia, a la que reconocieron como medio potencial, tanto de la liberación como de la destrucción del hombre, y de ahí que insistieran en que solo los purificados de cuerpo y espíritu fuesen iniciados en sus secretos. En suma, creían que los hombres de ciencia debían ser vegetarianos, así como los católicos creen que los sacerdotes deben vivir en el celibato.
Podría pensarse que esta interpretación de la insistencia pitagórica sobre el hermetismo es extremadamente rebuscada o que ella supone un alarde de visión profética por parte de los pitagóricos. Pero hay que replicar a esto que Pitágoras, por experiencia personal, tenía cabal conciencia de las inmensas potencialidades técnicas de la geometría. Ya dije que Polícrates y los súbditos que él gobernaba eran aficionados a la ingeniería; Heródoto, que conoció bien la isla, dice: 13
Читать дальше