1 ...8 9 10 12 13 14 ...17 El rey David tenía esa relación de un alma satisfecha en Dios. Conoció al Pastor personal e íntimamente siendo él un joven pastor. Podrías tu decir como David en el salmo con todo tu corazón, “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1).
Debido a que el Pastor se convirtió en el sacrificio y pagó el precio de nuestro pecado, tu y yo tenemos todo lo necesario. Satisface todas nuestras necesidades—de perdón, restauración, guía, protección en medio del peligro, consuelo, bendición, gozo, bondad, misericordia y además el cielo. Él es nuestra sabiduría, rectitud, sacrificio y redención (1 Corintios 1:30). Él es todo lo que necesitamos para la salvación y vivir la vida de fe para complacer a Dios y satisfacer nuestra propia alma.
En el maravilloso tratado acerca de la supremacía de Cristo en todas las cosas, Pablo escribe, “Y Él es ante todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18).
Querida amiga, ¿has buscado hacer de Jesucristo la preminencia de tu vida? No podemos hacerlo en nuestra propia fuerza. Pero a medida permanecemos en Él, se convierte en nuestro todo en todo.
Permaneciendo en Cristo
Justo antes de que Jesús fuera a la cruz, Sus palabras de despedida fueron dirigidas a Sus discípulos, quienes en breve estarían enfrentando la devastación de Su muerte. Les dio la hermosa imagen de Él como la vid y Sus discípulos como los pámpanos (Juan 15:1-17). No puede haber una relación más cercana que esa. Los pámpanos tienen la vida y nutrientes por medio de la vid—todo lo que necesita para crecer y ser fiel. Jesús les dijo que debían estar unidos a Él como los pámpanos estaban unidos a la vid. Esto nos ilustra la dependencia y constante comunión entre Cristo y nosotros y que es Él mismo quien produce el fruto en nuestras vidas a través de esa conexión viva.
El llevar fruto es importante. Jesús dice, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitaré” (Juan 15:2). Si tenemos esa conexión con Jesús, tendremos frutos visibles—el fruto del Espíritu que crece en nuestra propia experiencia, otras personas que vienen a los pies de Cristo y sus vidas son edificadas al nosotros instruirlas. Pero si nuestras vidas no dan fruto serán quitadas (juzgadas). El Jardinero celestial se deshace de las ramas secas para que las ramas vivas puedan mostrar que son realmente de Él. Él poda y recorta las ramas para que lleven más fruto. Este puede ser un proceso doloroso, pero Él nos poda por un propósito lleno de amor—para que cada pámpano pueda ser más fiel. Esta enseñanza de Jesús nos impulsa a examinar nuestras vidas acerca de nuestro fruto.
¿Estás llevando fruto? Ten en mente que el fruto generalmente se da cuando hay pruebas. Esas pruebas que probablemente estemos pasando en el ministerio están produciendo fruto para Su gloria, por las cuales Él nos recompensará. ¡No es increíble que sea Él quien produce el fruto y después nos recompense por ello! Él desea que hagamos cosas más grandes que las que Jesús hizo en la tierra y esto trae gloria a sí mismo (Juan 14:12-14, 15:7,16, 16:23-24,26).
¡Qué maravilloso es darnos cuenta que no tenemos que producir fruto por nuestras propias fuerzas! Él está viviendo Su vida a través de la nuestra. Apartados de Él nada podemos hacer—no dice “algunas cosas”, dice ¡nada! Pero a través de Él podemos hacer todas las cosas (Filipenses 4:13). Él es nuestra fuente de vida, gozo y consuelo. Siendo uno con Cristo, así como sus discípulos, podemos llevar acabo Su comisión de ir y hacer discípulos en cada nación y enseñarles sus mandamientos.
Estar unidos a la vid es lo mismo que ser llenos del Espíritu, como nos dice Efesios 5:18. Si vivo en obediencia a Su palabra viviendo una vida de pureza, confesando todos mis pecados y dependiendo de Su poder para producir fruto en mi vida, estoy siendo lleno de Su Espíritu.
Jesucristo vive dentro de nosotros en la persona del Espíritu Santo, ¿pero lo contemplamos en todo lo que hacemos? ¿Sus pensamientos dominan nuestra vida? ¿Nuestros pensamientos se basan en Él al despertar y antes de irnos a dormir? ¿Por qué será que constantemente dejamos que nuestras mentes se desvíen a cosas menos importantes si no hay nada que se le compare a Él y habitar en Su hermosura?
En cuanto pongamos ante Él lo que hacemos, todas las cosas que realicemos serán como actos de adoración. Estallará nuestro corazón de alabanza si constantemente pensamos en Su gracia y amor. Vivir constantemente en la presencia del Señor Jesús traerá gozo a nuestras vidas.
Para poder soportar el peso constante del ministerio y poder crecer en el fruto del Espíritu debemos tener esa vital conexión con Jesucristo. No hay otra forma para poder llevar esta clase de vida.
Viviendo a través de la Palabra de Dios
¿Cómo nutrimos esta unidad con Jesucristo? ¿Cómo llevar a la práctica de nuestra vida diaria el valorar a Cristo sobre todo y permanecer en Él?
Jesús dijo, “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). Escuchar y obedecer Su Palabra debe ser importante para nosotros.
Para poder comprender la importancia de esto necesitamos ver la historia donde Jesús llevó a tres de Sus discípulos a la montaña a orar. Cuando Jesús comenzó a orar, Su gloria fue evidente y Sus ropas se volvieron blancas y resplandecientes. Moisés y Elías vinieron a hablar con Él acerca de su próxima muerte. Después de quedarse dormidos durante el tiempo de oración, los discípulos despiertan para ver la gloria de Jesús y a los dos hombres con Él. Cuando los hombres se iban, Pedro le dijo a Jesús, “hagamos tres enramadas” (Lucas 9:33). Lo que quería hacer era algo bueno. ¿Qué sucedió? “Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd”.
Era más importante escuchar a Jesús que construir algo. Es lo más importante en nuestras vidas—más importante que lo que podemos lograr para Él. Grandes cosas podemos hacer para Él pero estas tienen su origen en la intimidad que tenemos con Él, pero es más importante escuchar la voz de Dios y obedecerle que hacer grandes cosas para Él. Debo de guardar esto en mi mente porque constantemente tiendo a ser como Pedro—“hagamos algo”. Al tener vidas tan ocupadas es importante que pasemos tiempo con el Señor leyendo y meditando en Su palabra para no enfriarnos espiritualmente y cansarnos de hacer el bien.
Podría necesitarse una buena planeación para encontrar tiempo a solas con el Señor—un tiempo lejos de las presiones y demandas del ministerio. Todos necesitamos tiempo para estar quietos y escuchar Su voz a través de Su palabra.
La forma principal en que he podido buscar Su voz y sostener mi caminar con Cristo ha sido llevando un diario. Alrededor de hace veinte años comencé a llevar un diario de mi tiempo a solas con Él y no sé por dónde comenzar a decirte la gran bendición que ha sido a mi vida. Por favor toma en cuenta que no lo he practicado a la perfección, pero ha sido mi meta.
Para comenzar mi tiempo en la Palabra, comienzo orando la oración hecha por el autor del Salmo 119—es el pasaje más largo de la Biblia, el cual exalta la palabra de Dios: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Como Dios es el autor principal, Él puede abrir nuestros ojos para entender y aplicar Su preciosa Palabra en nuestras vidas.
Leo en forma consecutiva y tomo nota de una “cosa maravillosa” cada día en mi diario. También busco responder a lo que he leído al escribir una oración alabando a Dios y pidiéndole que obre acorde a lo que leí—para ser más como Cristo. Por ejemplo, mi respuesta al pasaje de la transfiguración de Jesús sería, “¡Señor eres increíble! Jesús eres más grande que Moisés y que Elías. En Ti la ley y los profetas están completos. Tú eres el Verbo hecho carne. ¡Oh que pudiera contemplar Tu gloria! Oro para que me puedas ayudar a constantemente escucharte y obedecer Tu voz”.
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