Afectuosamente suyo hasta que Él regrese,
-Robert L. Gates
¡Qué gran legado de fe! Mi padre concluyó sus “pocos años de vida” a la edad de 90 años y está ahora con Jesús también. Nada puede separar a nuestros amados o a nosotros del amor de Cristo—“ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada” (Romanos 8:38-39).
Esta es la clase de paz y seguridad que debemos reflejar y compartir con aquellos que están en nuestra iglesia. ¿Te sucede que te olvidas de las riquezas que tenemos en Cristo? ¿Te pasa como a mí, que tomo el camino de la autocompasión y la auto-justificación? ¿Batallas con el desaliento? ¿Sientes deseos de renunciar? (Mi esposo dice que él tiene deseos de renunciar una vez a la semana.) ¿Tu mente se centra en todos los problemas en lugar de en la meta—la Gloria de Dios?
Querida hermana, la respuesta es Cristo. Él es antes de todas las cosas y en Él todas las cosas se sostienen. Él es el Gran Pastor quien cuidará de Su grey. Él es la vid y tú eres el pámpano. Se una con Él a través de Su Palabra. Se una con Él en oración. Se una con Él en Sus sufrimientos y se una con Él en el poder de Su resurrección. Si eres una con Él, entonces no habrá derrota.
Me encanta la oración de Pablo por los creyentes en Éfeso porque nos enseña como Dios obra, no dándonos tan solo lo necesario, sino en abundancia:
Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (Efesios 3:16-21).
Él te sostendrá en tu rol. Es solo por esta corta vida y después pasaras la eternidad con Él. Pedro anhelaba la segunda venida de Cristo con estas palabras, “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), y es así como estimula a los pastores a cuidar la grey que se les ha confiado. ¡Jesús regresará! Nuestros esposos devolverán la grey al Príncipe de los pastores.
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Cómo evitar el síndrome del éxito
“¡El pastor Villegas construyó esa iglesia, la cual pasó de ser nada a tener dos mil miembros en seis años!” “¡Deberías ver el edificio de su iglesia! Ellos oraron la oración de Jabes y ¡mira lo que pasó!” “Conozco a la familia misionera Martínez, y ellos terminaron la traducción del Nuevo Testamento en cinco años” (mientras que tú ya vas por 25). “¿No tienen escuela en tu iglesia? ¿Acaso no conoces el tremendo alcance de una escuela para la comunidad?” Estos son algunos de los comentarios que pueden traerte desaliento como esposa de un hombre en el ministerio. Ves otras iglesias u otros ministerios florecer mientras tú te encuentras estancada. Comienzas a preguntarte qué estás haciendo mal y qué puedes cambiar. Comienzas a ser consumida por el deseo de ver más resultados en tus labores. En poco tiempo, has caído presa del “síndrome del éxito”.
El síndrome del éxito es una espiral descendente de deseos pecaminosos y acciones que surgen de una definición mundana del éxito y culmina en depresión o agotamiento. Se vence reemplazando la pasión por alcanzar logros, fama, prosperidad y éxito, con una pasión por complacer a Cristo, exaltar Su nombre, sacrificar el ego y llevar verdadero fruto, a través de un servicio fiel.
Síntomas del síndrome del éxito:
• Hacer las cosas espirituales de una manera mecánica.
• Descontento con el ministerio de tu esposo
• Deseo de cambiar de iglesia o ministerio o abandonar el ministerio
• Poner presión sobre ti misma o tu esposo para tener mayor visión, añadir programas o expandir el territorio.
• Desaliento
• Depresión
• Falta de entusiasmo por tu ministerio
• Sentimientos de fracaso
• Envidias y Celos
• Orgullo
• Agotamiento
Si estos síntomas no son tratados, tu ministerio, e incluso tu vida, serán destruidos. Debemos encontrar el origen del devastador síndrome del éxito.
¿Cómo pueden estos buenos deseos, deseos de ver nuestros ministerios tener éxito y que nuestras vidas sean útiles, convertirse en una espiral descendente tan dañina? El proceso ocurre lenta y sutilmente, a medida dejamos que el mundo se introduzca y nuestros corazones comiencen a buscar su versión engañosa del éxito.
Cuando contemplamos la manera en que la gente de nuestra sociedad consumista busca una iglesia, parece ser que se aproximan a ellas de la misma manera en que lo hacen cuando compran mercancía. Cuanto más grande la tienda, más cosas tiene que ofrecerte—entonces hay que comprar ahí. Las iglesias responden empleando buenas técnicas de mercadotecnia, mayores presupuestos y edificios más grandes y elegantes. La predicación debe ser corta y no debe confrontar para no ahuyentar a nadie. El éxito consiste en que reconozcan el nombre, tener a un pastor con un programa de radio, que escriba libros e imparta conferencias internacionalmente. Es el tener un lugar de alabanza moderno y todo tipo de programas para satisfacer las necesidades de la gente. El American Heritage Dictionary (Diccionario del Patrimonio Americano) define el éxito como lograr algo que se intenta; alcanzar fama o prosperidad.
Si te encuentras esforzándote para que tu iglesia alcance la aprobación de la mayoría de los cristianos del siglo veintiuno y los buscadores de iglesia, probablemente estás cayendo en la definición mundana del éxito. ¿Acaso los números, el crecimiento, los aplausos, la fama o la prosperidad definen el éxito de acuerdo a la perspectiva de Dios?
¿Qué hay de ti en lo personal? ¿Qué define el éxito desde tu perspectiva— ser una anfitriona perfecta, destacar como una persona “real” con un oficio “real”, tener una hermosa casa? ¿Estás permitiendo que la definición mundana del éxito se introduzca? Puedes estarlo haciendo si buscas logros rápidos y cuantificables, algún tipo de fama o prosperidad. Si de te fijas en lo que te motiva verdaderamente, ¿encontrarías un ansia de auto-promoción y progreso?
Si este es el caso, cuando no obtienes los resultados que deseas, te volverás depresiva, crítica y aún más determinada a encontrar la aprobación de alguien. Es entonces cuando sabes que estás en las garras del síndrome del éxito (Santiago 4).
¿Cuál es la cura para el síndrome del éxito?
¿Existe algún medicamento que podamos tomar para calmar nuestras ambiciones y depresiones? ¿Hay alguna clase de anteojos que nos hagan ver nuestra situación como ideal? Tal vez solo necesitamos hablar más positivamente de nuestros ministerios y tener más fe en que Dios cumplirá aquellas metas que anhelamos.
No, el síndrome del éxito debe ser atacado desde la raíz. Es impulsado por una codicia hacia un éxito mundano, logros, fama y prosperidad. Puede solamente ser conquistado por una transformación de nuestras pasiones. El síndrome del éxito no es una enfermedad sino un ciclo de pecado que puede ser destruido a través del arrepentimiento. La sanidad viene a través de la humildad, a medida cambiamos la pasión por la exaltación personal con una renovada pasión por la exaltación de Dios.
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