Debemos de estar orando regularmente por otros pastores y sus esposas, así como por los misioneros y sus esposas, para que Dios bendiga sus ministerios. No estamos en competencia, sino trabajando juntos. En ocasiones nos ofendemos cuando nuestra gente cambia de iglesia y esas iglesias comienzan a crecer a través de aquellos que hemos entrenado para el ministerio. Corremos el peligro de dar lugar a la amargura.
Esto lo sé por experiencia. Cuando tuvimos el caso de un éxodo a otra iglesia en nuestra comunidad, me sentí herida, fracasada y humillada. Pero “humillarme a mí misma” no es lo mismo. Quería mudarme a otro lugar, huir de este sitio de humillación.
Afortunadamente, aprendí de mi esposo que una de las cosas que Dios estaba tratando de enseñarnos era humildad. Caímos de rodillas ante Él y buscamos aprender las lecciones que Él tenía para nosotros. Leí Una Oportunidad para Morir, la historia de Amy Carmichael. Su vida muestra el “reino invertido” de Dios. A través de la muerte viene la vida. Él nos llama a morir a nosotros mismos y a nuestras ideas de éxito. Jesús dijo, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:24). Amy Carmichael se gozaba en las pruebas y desilusiones, sabiendo que era la oportunidad para morir a sí misma. Al hacer esto, ella vivía más plenamente para Cristo. Esta fue la oración de Amy cuando una de sus más queridas colegas murió:
Líbrame de oraciones que pidan ser
Protegida de los vientos que soplan hacia Ti,
Líbrame de temer cuando debo anhelar,
De caer cuando debo escalar;
De mi propio ser, Oh Capitán, libera
A tu soldado que te seguirá.
Del sutil amor por cosas vanas,
De decisiones cómodas y debilidades,
(Lo cual al espíritu no fortalece,
Ese camino no siguió el Crucificado,)
De todo lo que atenúe tu Calvario,
Oh Cordero, líbrame.
Dame el amor que guía el camino,
La fe que nada puede desalentar
La esperanza que ninguna desilusión puede fatigar
La pasión que arde como fuego,
No me dejes caer como un necio:
Hazme tú combustible, Flama de Dios. 6
Cuando te encuentres tentado a buscar fama para ti mismo— ¡detente! Recuerda que tu meta es promover a Cristo y Su nombre. Confía en Su soberanía en darte el rol que es mejor para ti. Humíllate a ti misma y encuentra la manera de considerar a otros más importantes que tú (Filipenses 2:3-4). Regocíjate cuando Cristo es predicado. ¡Se celoso del nombre de Cristo!
Despójate de la pasión por la prosperidadVístete de la pasión del contentamiento con Cristo
El síndrome del éxito establece que debemos buscar prosperidad. Podemos sobreponernos al impulso del éxito mundano al estar contentos en Cristo y en el lugar que Él tiene para nosotras. El ministerio de Pablo de estar viajando y estableciendo iglesias fue afectado por sus prisiones. ¿Eso lo llevó al descontento? ¡Ciertamente pudo haberlo hecho! Él había estado evangelizando al mundo conocido en aquél entonces. Pero dijo,
No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:11-13).
¡Qué gran ejemplo de contentamiento! Él estaba completamente satisfecho con lo que tenía en Jesús y sabía que su situación ayudaría a la propagación del evangelio. Aún en prisión él estaba contento—tenía todo lo que podía desear.
Debo confesar, para mi vergüenza, que no ejercí este tipo de contentamiento durante los 15 años que nuestra iglesia estaba en un edificio rentado—una escuela cristiana. Nuestras clases dominicales se impartían en los salones de la escuela. Ellos guardaban sus cosas los fines de semana y nosotros tratábamos de dejarlas tal cual las encontrábamos. Eso era difícil. Teníamos una guardería portátil ya que utilizábamos un enorme armario con ruedas. Nuestro auditorio era un salón multipropósitos de la escuela que para nada parecía una iglesia. Estaba escondido en las afueras de la ciudad. Poníamos y quitábamos nuestro anuncio cada semana.
Cuando asistíamos a conferencias en “iglesias reales”, generalmente pensaba lo siguiente, “si tan solo tuviéramos una iglesia como esta. Si tan solo estuviera en el centro de la ciudad. Si tan solo no tuviéramos que hacer todo este trabajo de instalarnos cada semana. Si tan solo pudiéramos crecer más rápido, entonces tendríamos nuestro propio lugar más pronto”. Estos “si tan solo” no glorificaban a Dios, ya que no mostraban contentamiento.
El contentamiento es una virtud muy importante. Demuestra confianza en la soberanía de Dios. Yo estaba envidiando al pastor y su esposa que tenían edificio propio para su iglesia. Eso era pecado. Cuando reconocí el pecado y lo confesé, pude disfrutar el estar en esas iglesias. Ahora me percato, que aun cuando ya tenemos una hermosa gran iglesia ubicada en la avenida principal de la ciudad, puedo encontrar motivos para envidiar a otros pastores y sus esposas. Es una batalla constante.
Debo descansar en la soberanía amorosa de Dios, teniendo en cuanta que Él está construyendo Su iglesia. Ha puesto a algunos pastores en grandes iglesias y a la mayoría de pastores y misioneros en trabajos más pequeños. El setenta y cinco por ciento de todas las iglesias en Estados Unidos tienen una asistencia de 150 o menos. 7
No es nuestra obligación tener la iglesia más popular o progresista de la ciudad. No tenemos que tener todo posible ministerio que una iglesia podría tener. No tenemos que tener un edificio propio para ser exitosos. Puedo tener contentamiento en Cristo.
No debo considerarme una esposa de pastor de segunda clase debido a que mi esposo no está ministrando a miles o cientos. Tengo contentamiento en Cristo.
No necesito que todos en la iglesia me consideren su mejor amiga. Tengo contentamiento en Cristo.
No necesito un “trabajo de verdad” para alcanzar el reconocimiento de otro y estar contento.
Mi relación con Jesucristo me satisface. Encuentro contentamiento en Él y puedo ser el estímulo para mi esposo que Dios quiere que sea. El éxito se define como Jesús y nada más, Él es todo lo que necesito.
Cuando estamos completamente satisfechos con Cristo estamos dispuestos a sacrificar todo con el propósito de que otros tengan la misma prosperidad (2 Corintios 5:18-6:10). En lugar de buscar nuestra comodidad, podemos sacrificarnos y negarnos a nosotros mismos por el bien del evangelio. Pablo escribió a una iglesia a la cual él había ministrado, “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15). Él había invertido al máximo en las vidas de los creyentes de Corinto, pero ellos creían rumores ridículos acerca de él. Era difícil para él. Sin embargo, su entusiasmo por el evangelio no disminuyó. Pablo consideraba un privilegio el sufrir por Cristo y Su iglesia (Filipenses 3:7-14; Efesios 3:8-13). “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia…a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1:24, 28).
Cuando te veas tentada a buscar prosperidad y fama— ¡detente! Recuerda que en Cristo están escondidos los tesoros de sabiduría y conocimiento. Puedes estar contento en él.
Despójate de la pasión por el éxito mundanoVístete de la pasión por llevar fruto a través de la fidelidad
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