Por consiguiente, el objetivo que se busca con este libro es aportar una serie de orientaciones teórico-metodológicas y prácticas para sistematizar los procesos de investigación formativa en el área de las ciencias de la información y documentación, con el fin de contribuir a una formación profesional mucho más crítica, que conduzca a los futuros profesionales a entender su acción profesional desde procesos de problematización y búsqueda de solución. Con ello se busca avanzar hacia el mejoramiento continuo de los espacios de aplicación de los conocimientos: las bibliotecas, los archivos y los centros de documentación e información.
El libro también apunta a los parámetros señalados en el Sistema de Investigación Universitario Lasallista (Universidad de La Salle, 2015), según los cuales la investigación se entiende como un proceso que se denomina circulación del conocimiento . Esto quiere decir que se asume la idea de que el conocimiento está en todos los sectores y realidades sociales, de modo que es importante considerar sus múltiples significados. Esta concepción entiende que el conocimiento viene de la sociedad y retorna a esta transformado a partir de los saberes de los investigadores.
De esta forma, la investigación formativa se convierte en una estrategia medular que permea el currículo universitario para empoderar a los estudiantes con las herramientas que les permitirán interactuar y formar parte dinámica de los ejercicios de producción intelectual.
Otro de los elementos estratégicos que se considera del Sistema de Investigación Universitario Lasallista es el carácter medular de los procesos de democratización del conocimiento, mediado por una práctica educativa que se impulsa a orientar los esfuerzos para formar profesionales éticamente responsables y socialmente comprometidos, que nutran sus actividades de forma constante con nuevos conocimientos adquiridos y construidos a partir de los ejercicios de investigación.
Se espera entonces que las páginas que siguen aporten elementos valiosos para que los profesionales en sistemas de información, bibliotecología y archivística asuman una labor mucho más pertinente a la hora de establecer una metodología en el avance de su tesis. Los componentes y dimensiones que mostramos acerca de la investigación formativa en ciencias de la información y la documentación son complementados con ejemplos de cómo será posible estructurar los trabajos de grado siguiendo las pautas técnico-operativas propuestas para cada opción metodológica.
Al respecto conviene mencionar que los ejemplos seleccionados especificarán de forma más detallada el método de investigación junto con los elementos que intervienen en el desarrollo de esta. En tal caso los ejemplos ilustran tanto el tema como sus instrumentos de desarrollo, con lo cual se presenta de forma más clara la comprensión del tema.
Johann Pirela Morillo
Nelson Javier Pulido Daza
Eduardo Mancipe Flechas
Naturaleza de la investigación formativa: su contexto, componentes y dimensiones
Diversos autores, entre ellos Drucker (1993), plantearon desde los inicios de la década de los noventa que estaba cobrando fuerza el planteamiento de un nuevo tipo de sociedad: la llamada sociedad del conocimiento , reconocida como el paso de la sociedad capitalista a una poscapitalista, en la que los servicios y el conocimiento se convertirían en recursos estratégicos para el moldeamiento de un nuevo orden social.
En esta sociedad, se hace necesario un cambio en la manera como se interpreta la realidad y se participa en ella. Autores como Taspcott (1999) denominaron el momento histórico actual como una era de la inteligencia interconectada y el ingenio humano , ya que el uso efectivo de la interconexión mundial, facilitada por las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), puede potenciar la producción y expansión del conocimiento y la inteligencia humana. Es por ello por lo que la llamada sociedad del conocimiento es también una sociedad de la comunicación, en la cual cobra un significado auténtico el concepto de participación , noción que implica compartir con otros el poder de transmitir mensajes (Pasquali, 2002).
Este paso de la sociedad de la información a la sociedad de la comunicación y la participación comenzó a darse, por lo menos en lo conceptual, desde hace unos años, puesto que si en los años noventa se habló de una sociedad de información, centrada en la verticalidad de las relaciones humanas, al inicio del nuevo siglo se empezó a reconocer que la información no es lo más importante, sino lo que hacen con ella los actores en interacción dialógica (Galindo, 1999). Igualmente, se planteó que la comunicación es el vector que permite que la información-saber fluya y facilite la expansión y dinamización de la inteligencia (Pineda, Pirela y Lossada, 2001).
Hoy en día se habla de premisas que son susceptibles de ser consideradas para conceptualizar y contextualizar las sociedades hiperconectadas, sobre la base de destacar el hecho de que estas sociedades se estructuran de acuerdo con la convergencia entre internet, el móvil inteligente y las redes sociales. Así mismo, se observa un incremento exponencial en la producción de información, que lleva a plantear un tamaño considerable del universo digital, hasta el punto de considerar la duplicación cada dos años de esta vasta cantidad de información (World Economic Forum, 2012). Es precisamente en este contexto de dinamismo y turbulencia en el que surgen procesos que favorecen la ciudadanía digital, construida a partir de las acciones de gobierno electrónico que conducen a propiciar mayor transparencia en los procesos de gestión pública, garantizando mayores posibilidades de participación de los ciudadanos.
Todo ello ha permitido la conformación de nuevos ecosistemas comunicativos caracterizados por la personalización y la cooperación en la producción y gestión de contenidos digitales e interactivos. Pero para que esta sociedad del conocimiento, del ingenio humano y la comunicación se consolide, no solo es necesario que los sujetos tengan acceso por igual a las TIC, sino que aprendan a utilizarlas de manera efectiva para la expansión de la inteligencia. De allí la importancia de generar propuestas aplicables en la escuela para insertar a los ciudadanos en las dinámicas de estas sociedades, ya que se requiere enseñar a aprender, para “saber conocer”, utilizando para ello los recursos telemáticos e interactivos.
Alarcía (1996) y Bueno (2002), en este sentido, señalaron que en el contexto del surgimiento de nuevas sociedades centradas en el conocimiento y la comunicación subyace la importancia estratégica del aprendizaje, y llegan a definir que la actual es también una sociedad del aprendizaje, expresión que propone nuevos conceptos asociados con las formas de desarrollo intelectual, es decir, formas mediante las cuales el conocimiento es construido, seleccionado, distribuido, comunicado y aplicado en la acción.
En este contexto cobra fuerza la idea de formación a lo largo de toda la vida, idea que reconoce la importancia de aprender a conocer (Unesco, 1996) como uno de los aprendizajes más importantes en el mundo actual, debido a que tiene que ver con el desarrollo y construcción de los instrumentos de la explicación, el descubrimiento y la comprensión del mundo circundante. Por ello este aprendizaje del conocer, que pasa indudablemente por el aprendizaje del manejo adecuado de las fuentes de información y los medios de expresión del conocimiento, debe desarrollarse desde la universidad en espacios académicos específicos para potenciar lo que se ha denominado como la inteligencia investigativa , concebida como el conjunto de competencias necesarias para acercarse al mundo con el propósito de problematizarlo, explicarlo, descubrirlo y comprenderlo. Tales procedimientos dependen de la forma o estilo de pensamiento, de lo cual se desprenden enfoques epistemológicos particulares.
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