La Redención
Dice que han sido redimidos del poder del enemigo. Eso significa que todos nos hemos visto en un estado de aflicción en este mundo. Veremos, a medida que estudiamos este salmo, que no importa si esta gente está vagando por el desierto o encadenada en la cárcel o agonizando en el lecho de muerte o dando tumbos como borrachos en medio de una tormenta en alta mar. Todos ellos “clamaron a Jehová en su angustia”. Las cosas les van mal y están angustiados. Se sienten frustrados, desesperados porque no pueden hacer nada. En su impotencia se acuerdan del Dios al que habían olvidado y claman a él pidiendo misericordia y compasión, y él los escucha y los libra de su aflicción.
Esto es algo común a todos los cristianos, y no se puede ser cristiano sin vivirlo. Los cristianos son personas que han experimentado gran angustia, que se han sentido desesperados por su condición. Entiéndeme bien; si nunca te has sentido desesperado con respecto a ti mismo, no puedo decirte que seas cristiano. Los cristianos son aquellos que se han sentido tan desesperados con respecto a ellos mismos y a su vida que no han sabido qué hacer. Como se nos dice aquí, han estado frustrados, en agonía; no han sabido dónde estaban. Han pasado nuevas páginas; han hecho propósitos de Año Nuevo; han intentado hacer el bien; han hecho más donaciones a causas nobles. Han ayunado, orado y trabajado, y aun así han seguido sin saber qué hacer. Han estado perdidos.
Y en su más completa desesperación, han clamado al Señor. Ése es el cristiano. Los cristianos son personas que lo han intentado todo, han agotado todas las posibilidades pero han visto que nada les sirve y han encontrado todo lo que buscaban en el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Sienten desesperación e impotencia con respecto a sí mismos porque se dan cuenta de que no pueden ser sus propios salvadores y se deleitan al oír el mensaje de que Dios los amó tanto que envió a su único Hijo al mundo a rescatarlos, a morir por ellos, a liberarlos, a reconciliarlos con Dios. “Los libró de sus aflicciones.” Nos ha redimido: “Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo.”
A los enemigos los describiré más adelante, Dios mediante, pero todos sabemos quienes son, ¿no es cierto? Lujuria, pasión, celos, envidia, avaricia, odio, malicia, desdén, impureza, vileza, perversión. Ahí están: las cosas que nos desaniman y nos aprisionan, de las que nunca podemos salir. La persona más moral del mundo puede que sea la que el enemigo tenga agarrada con más fuerza. El enemigo la tiene bien atrapada en los grilletes de su farisaísmo, pues se siente satisfecho de sí mismo y se cree moralmente superior a los demás. Ésos son los enemigos de los que nos libra Dios.
Todos los cristianos tienen esa experiencia. No importa cuál sea su pecado o la forma que adopte, ni su temperamento, ni su nacionalidad. Si son cristianos, se han sentido desesperados y han encontrado la salvación en Jesucristo solamente. Por lo tanto, todos los cristianos pueden unirse en el mismo himno porque están alabando al mismo Dios, que es bueno, cuya misericordia permanece para siempre, que los ha redimido, sí, y los ha congregado y los ha traído a este lugar de abundancia, donde tienen una nueva naturaleza, una nueva vida, una bendita esperanza y al Espíritu Santo que mora en ellos para conducirlos y guiarlos. El Dios que les ha dado poder para vencer al pecado los ha congregado y los lleva juntos a su hogar eterno.
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