Y aún mis pasos marcaban el camino,
dejando en cada huella una lágrima
y un por qué sin respuesta.
Me rendí ante el mundo,
ante la oscuridad de la noche,
ante la inmensidad de las calles
en las que no te hallaba.
Regresé vencida,
la agonía ganaba la batalla.
¿Dónde estabas,
cuando yo te buscaba?
Y acá,
entre la oscuridad de una habitación fría,
en mis manos sigue avanzando el tiempo,
no se detienen las agujas del reloj
que atormenta a mi ansiedad.
Acá te espero.
Y se torna insoportable esta ausencia tuya.
Y como el reloj de mis manos,
así corre también el tiempo de mi corazón,
aguardándote.
Mientras el llanto inunda las pupilas de mis ojos,
de mis ojos tristes,
que solo anhelan verte llegar.
Y acá te espero.
Y el tiempo pasa, aún sigue avanzando.
Se burla de mí como ayer, como hoy.
Como cuando no estás,
cuando yo te busco.
Ahí, donde voy a encontrarte
Sé que voy a encontrarte ahí donde el camino termina,
donde las lágrimas no pesan y el alma es más libre.
Sé que voy a encontrarte como te soñé algún día,
y vas a mirarme... y voy a ser la misma.
La misma que dejó volar el sueño
fugitivo de tus brazos,
esclavo de un amor cobarde,
pero tan verdadero.
La misma que en los labios guarda tu beso,
como la única prueba de que el amor existió.
Y ya van a ser en vano las palabras,
se habrá pasado la vida como una ráfaga de viento,
como la fugaz estrella que concedió mi deseo.
Sé que voy a encontrarte ahí
donde las horas no pasan,
donde el reloj no marca las doce.
Y ahí estaré con mi gran vestido.
Un ramo de bellas flores en mis manos.
Zapatos de cristal.
Ahí, así te estaré esperando.
Amor dormido
A mi lado duerme el amor.
¿Qué tan lejos estaré de sus sueños?
Dulce ángel que sus ojos ha cerrado
para descansar y seguir volando,
allí, en donde la inconsciencia de la mente
recoge pensamientos.
Silenciosa su voz,
un enigma su sueño.
¿Estaré perdida en el valle de su amor?
Y sus ojos se iluminan...
Todo es misterio aún.
Amor perfecto
Una vez me enamoré tanto de un hombre, pero tanto,
que hasta creí morir de amor.
Lo curioso de esa historia es que él no era
en realidad lo que yo buscaba.
Él no me hacía reír,
pero más de una vez me robó una lágrima.
Él no era romántico, ni atento,
ni siquiera tenía porte de caballero.
Era más bien un don Juan,
de todas y de ninguna,
seductor,
pero embustero.
Él fue inspirador de infinitas poesías
que desolada, enamorada,
mi alma le escribía.
No tenía la mirada sincera,
era más bien sombría,
intrigante,
pero tenía esos ojos de mar
que hacían naufragar a cualquiera.
Su palabra no valía nada,
inocente aquella que le creía,
pero besaba de una forma tan apasionada,
que poco importaban sus mentiras.
¿Y cómo fui a caer en su trampa?,
si no era él lo que yo pretendía.
Comprendí un día que no era él a quien yo amaba,
lo que en realidad amaba era un amor que no existía.
Había creado en mi mente un amor perfecto,
un amor de ensueño,
lo había materializado en su cuerpo
y lo había convertido, a él, en mi dueño.
Pero nada era real...
Y ahí arriba, sublime, desafiante,
lo coloqué a él:
mi idealización más perfecta.
Aquella casa
Ella no era como los castillos de los cuentos,
no era poseedora de grandes lujos,
pero esa ventana al costado de la puerta
dejó tantas veces observar la mañana.
Sus habitantes no eran reyes,
pero yo los coroné.
La infancia quedó atrapada entre sus húmedas paredes,
en el aire flotó el aroma a ternura.
Tan lleno de todo estuvo alguna vez,
hoy tan vacía la encuentro.
Los recuerdos quedaron guardados en una valija vieja
y la sombra de un árbol cubrió el cuarto abandonado.
El reloj de la pared marcó el último segundo
de aquellas horas felices,
la taza de café quedó vacía
y ya no se oían voces alrededor de la mesa.
El paso del tiempo se llevó a sus habitantes
y la ventana, al costado de la puerta,
dejó de mostrarme las mañanas.
Aromas, recuerdos en el aire
Aromas que traen nostalgias,
recuerdos que reviven en el aire perfumado.
Aire perfumado de risas y llantos.
Aromas que poblaron una tarde de otoño,
un abril empañado,
un esperado diciembre.
Aromas que nos regresan el sabor de un beso,
la amargura de una despedida,
la nostalgia de lo que fue.
Aromas que flotan en el aire nuevo
y nos devuelven viejos momentos.
Aroma a esperanza, a desilusión.
Ese verano inolvidable
y aquel invierno que no deseas recordar,
el abrazo eterno en una esquina
y la lágrima que has dejado caer.
Todos vuelven con el aire,
escondidos tras un aroma.
El aroma que perfumó un instante.
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