En los diarios se conoció mi historia: era el niño refugiado que extrañaba a sus amigos. Mi mamá no estaba muy feliz conmigo. Nora me felicitó en secreto una tarde.
Pasaron más meses y mi historia se archivó como un sueño momentáneamente imposible. Mi mamá ya no estaba enojada, algunos niños me hablaban en los recreos y los profesores me acogieron amablemente. En el barrio tenía conocidos, nadie muy cercano: tenía miedo de hacer amigos y de tener que cambiarnos de casa otra vez, o peor, tener que irnos hasta un tercer país. Me gustaba mi segundo país, pero no quería encariñarme demasiado.
En las tardes jugaba con los niños de mi vecindario en la plaza. Mis hermanas tenían buenas amigas y parecían ser felices; mi hermano tenía una novia, él le decía Osita, pero yo le decía Eli.
Esa mañana fui al colegio. Mi primera clase fue normal, hasta que en el recreo, mientras jugaba, un inspector se acercó a mí y me dijo que lo siguiera. Cuando llegamos a la puerta, estaba mi mamá y nos fuimos a casa. En el camino estuvo callada, no se veía nerviosa. ¿Estaba feliz? No lo sé, tal vez solo estaba tranquila.
Ya en casa me dijo que fuera a cambiarme de ropa, porque tendríamos una visita importante. Me pregunté si sería otro reportero; no diría nada sobre volver a mi primer país esta vez.
Me vestí con mi camisa favorita y pantalones limpios, miré por la ventana y en el pasaje se estaban instalando los reporteros; eran muchísimos, más que la última vez.
Estaba en el jardín, esperando la gran visita que vendría. Mamá dijo que los reporteros eran una parte de los invitados. Me pregunté si habría una fiesta o celebración importante ese día. Estaba dibujando formas con una rama en la arena.
–¡Gaspar!
Oí mi nombre, me giré hacia la puerta de mi casa, pero no era mi papá quien gritaba mi nombre; tampoco fue Teo. Subí la mirada.
Salí de mi patio a la mayor velocidad que un niño de diez años puede alcanzar, corrí a través de los periodistas que sacaban sus cámaras y abracé a mis amigos fuertemente. No sabía detalles de lo que pasó después que me fui ni de cómo estaban las cosas en mi primer país, ni mucho menos de cómo llegaron a mi segundo país o cómo me encontraron; solo sabía una cosa, como antes, en mi primer país, teníamos tiempo, tiempo para resolver preguntas, sanar heridas, crecer, jugar y proponernos sueños sin límites. Y tendríamos tiempo, por supuesto, para comer chocolates.
1 Primer lugar categoría 12 a 16 años.
Ilustrado por María José Arce.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.