Habiendo dicho todo esto, no hay duda de que las emociones extremas pueden dificultar mucho una discusión. Cuando las emociones son muy fuertes, ellas pueden meterse en la discusión y hacer que se descarrile. A veces las personas que disputan se enojan o alteran mucho y dejan de escuchar o prestar atención a la argumentación como un proceso encaminado a encontrar una solución. Cuando eso ocurre, sin embargo, no significa siempre que la discusión fue mal llevada. Puede significar que los problemas más importantes no se han planteado, asuntos que son más vitales que el enunciado en torno al cual las personas han venido alegando.
Algunos investigadores en el área del pensamiento crítico e incluso en la teoría de la argumentación quisieran hacernos creer que la argumentación debe siempre ser parte de discusiones tranquilas y ordenadas, en las que se tiene buen cuidado de los turnos para hablar y se presta gran atención al contenido preciso de lo que se está diciendo. Pero no solamente son esas argumentaciones la excepción más que la regla, sino que ocultan una gran cantidad de informaciones, sentimientos, valores e ideas importantes. Yo llamo a esto el modelo crítico-lógico, y en ese modelo no hay nunca “agendas ocultas” ni tiene sentido preguntarse de qué trata realmente la discusión. En ese modelo, las personas dicen exactamente lo que quieren decir, y las palabras y enunciados pueden tomarse más o menos de manera literal. Es un modelo útil para enseñar pensamiento crítico y te ayuda a entender los aspectos elementales y los conceptos medulares concernientes a los argumentos, pero en rigor no se aplica en los casos reales en que la gente discute.
Las argumentaciones y discusiones clínicas, es decir aquellas que muestran lo mínimo de emoción, no son siempre las mejores. A veces las discusiones clínicas tienen el defecto de ser aburridas y demuestran falta de imaginación porque en realidad a nadie le importan. Sé cuidadoso a la hora de distinguir entre “clínico” y “ordenado”, una distinción de la que hablaremos enseguida. “Clínico” significa “sin contenido emocional”, mientras que “ordenado” se refiere al estilo en que se presentan los argumentos. La distinción importante aquí es pues entre clínico y emocional.
Según nos movemos a lo largo del continuo que va de lo clínico a lo emocional, las discusiones tienden a volverse más difíciles, aunque no necesariamente es así siempre. Las discusiones en la pareja íntima o con la familia, por ejemplo, pueden ser altamente emocionales, y puede ser importante sacar esas emociones, reconocerlas y admitirlas. Incluso entre socios en una empresa, una discusión altamente emocional puede a menudo ventilar las cosas y sacar a relucir problemas que de otra manera hubieran permanecido escondidos. Por eso es importante no tener miedo de las emociones, sino más bien entenderlas y ocuparse de ellas de maneras efectivas y provechosas.
Las argumentaciones y discusiones pueden también distinguirse más allá de la división entre emocional y clínico. Esta distinción identifica más o menos el grado de emoción. Sin embargo, la manera en que se conduce una argumentación no es una función directa de la distinción entre emocional y clínico. Puede haber discusiones altamente emocionales que se conducen con claridad y cuidado, y discusiones clínicas que no parecen tener ningún sentido. Cuando se trata de las cualidades de precisión y comprensión, podemos hablar del continuo ordenado-caótico. Una argumentación es ordenada cuando las partes en disputa se escuchan una a la otra, se turnan para hablar, establecen sus puntos y en general proceden de forma coherente. Así, “ordenado” indica el tono del proceso, mientras que “clínico” indica el grado de emoción. Las argumentaciones son caóticas cuando las partes no se escuchan, no se presta atención a los argumentos y hay interrupciones y digresiones irrelevantes. El caos incluye gritar, hacer muecas, imitar al otro, usar palabras fuertes, y muchas otras actividades generalmente consideradas desagradables. Entiéndase, por favor, que entre ordenado y caótico hay un continuo de la misma manera que lo hay entre clínico y emocional. Dicho de otra manera, un poco de caos nunca ha hecho daño a nadie y es muy común en la mayoría de las interacciones donde hay desacuerdo.
Podemos ir aún más lejos: clínico y ordenado no es lo mismo que bueno. A veces las argumentaciones calmadas y altamente lógicas pueden llevarnos a resultados terribles. La razón es simple. Cuando dejamos fuera las emociones, suele ocurrir que los valores dejen de jugar su vibrante papel. La moral, la estética, la inspiración, son cosas que impiden que descuidemos la parte humana. Cuando no tomamos en cuenta los sentimientos, las emociones, y las preocupaciones humanas, entonces puede resultar una especie de frialdad insensible espantosa. Esto, por ejemplo, suele ser la base del fascismo: acciones draconianas por las que se suprime el desacuerdo y la inquietud pueden ser muy lógicas, pero al mismo tiempo también inmorales.
Las argumentaciones caóticas pueden a menudo ponerse bajo control solicitando un resumen, o bien planteando una pregunta muy específica sobre la postura que se discute con el propósito de determinar mejor cuál es esa postura. Entonces, si una argumentación se ha vuelto demasiado caótica, puedes tratar de estabilizarla. La mejor manera de hacerlo es resumiendo las posturas. Puedes tratar de definir mejor la interacción y regresar al tema, de forma que la discusión deje de dar vueltas o dispararse en todas las direcciones. A veces, cuando una argumentación caótica es también altamente emocional, incluyendo quizá lágrimas y gritos, la discusión se ha convertido en pleito. Si esto ocurre, lo mejor es dejarla y quizá volver a ella más adelante. Sin embargo, puede ser incluso más importante el establecer y aclarar ciertas reglas para la discusión particular que se está teniendo. Eso nos lleva al siguiente tema, la noción pragma-dialéctica de etapas de la argumentación. Pero antes de pasar a eso, quisiera hacer otra observación.
Muy al principio de esta sección introduje una distinción entre argumentaciones como productos o artefactos (en inglés, arguments1) y argumentaciones como procesos (en inglés, arguments2). Habrás notado que en esta parte hemos venido considerando las argumentaciones primariamente como procesos interactivos entre partes en disputa. Esto significa que los términos utilizados se están aplicando a los procesos como lo opuesto a los argumentos. Sin embargo, eso no significa que dentro de una discusión no pueda haber argumentos particulares que sean emocionales y otros que no lo sean. Lo que quiero decir es que los términos “clínico” y “emocional” se aplican también a los argumentos (objetos de un proceso de argumentación), y lo mismo pasa con los términos “ordenado” y “caótico”, si bien es cierto que lo normal es aplicarlos a las discusiones como tales. Esto es importante por razones estratégicas. Un argumento particular no debe caracterizar toda una discusión, sino que puede usarse como un indicador o termómetro del proceso completo. Vale la pena recordar esto.
1.2 Las etapas de una discusión (argumentación)
La idea de etapas de una discusión fue introducida por vez primera por los teóricos pragma-dialécticos Frans van Eemeren y el finado Rob Grootendorst. Las etapas mismas pueden parecer obvias, y podrías pensar que no hay por qué molestarse en prestarles atención. Las etapas son: confrontación, apertura, argumentación y conclusión. En efecto, ¿qué podría ser más obvio? No obstante, hay una lección importante que aprender aquí: es bueno saber en qué parte de una discusión estás a fin de proceder de forma inteligente y creativa. Dicho con otras palabras, así como vimos antes que había buenas razones para fijarse en el grado de emoción y el nivel de caos, así aquí tenemos que las hay para prestar atención a las etapas. Mientras mejor sepas en qué parte de una discusión estás, tanto mayor idea tendrás acerca de cómo proceder. Si no sabes dónde estás, tampoco sabrás a dónde ir.
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