Laila Hotait Salas - Siempre nos quedará Beirut

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"Siempre nos quedará Beirut recorre audiovisualmente los episodios violentos sufridos en el Líbano desde 1975 y demuestra cómo las películas, conformando en su conjunto una filmografía completa y diversa, son una herramienta que sirve para preservar la memoria íntima, colectiva y nacional de un país. A lo largo de sus capítulos, somos testigos del modo en que la sociedad civil libanesa, y en concreto sus cineastas, responden al horror de la guerra. Así, a pesar de las diferencias religiosas o de clase social entre éstos, su obra, en conjunto, crea una memoria histórica regional que refleja y reflexiona en torno a cómo la sociedad civil no sólo se resiste a la violencia, sino que construye y reconstruye lo que ésta destruye.
Lejos del silencio o la propaganda, el cine libanés es la manifestación que cuestiona y hace público lo que ocurre en el interior de las casas, dejando constancia de la historia no narrada por los noticiarios, de la cotidianidad golpeada por las decisiones políticas de un sistema mundial que no tiene en cuenta la vida de las personas y sus anhelos más sencillos y, por ello, más profundos.
Este libro se perfila como una obra fundamental para quienes quieran adentrarse en la historia contemporánea de Oriente Medio y del cine mundial."

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Contemplando el nuevo fenómeno, y con un espíritu aparentemente solidario, se firmaron bajo el auspicio de la Liga Árabe varios acuerdos en torno al trato que debían recibir los palestinos en los nuevos países de acogida. El 28 de mayo de 1964, se firmaron los Acuerdos de El Cairo, que contemplaban, entre otros derechos, el relativo a la asociación y pertenencia a una organización política. Más tarde, en septiembre de 1965, en la Convención de Casablanca se acordaba que los palestinos en países árabes debían ser considerados ciudadanos regulares. Pero, a pesar de estos acuerdos, su situación en el Líbano siguió empeorando; ni siquiera podían, ni pueden aún, construir casas o espacios si no es con tejados de aluminio, algo que da una idea de la precariedad de los entonces catorce campamentos —hoy, once— [32]que principalmente custodiaba la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina, unrwa, [33]un organismo ad hoc creado en 1950 con carácter temporal para gestionar la inmensa cantidad de refugiados del 48. Los desplazados tampoco pueden acceder más que a tipos muy restringidos de trabajo: obreros, artistas y profesiones liberales, [34]mas en las leyes libanesas les está vetado ejercer muchas de estas últimas, como la medicina, la farmacia, la ingeniería y la abogacía. Incluso se impuso desde 1959 a 1969 la ley marcial a los campamentos palestinos, lo que, entre otras consecuencias, produjo una de las primeras tensiones violentas con el Ejército libanés, con cruentos enfrentamientos entre este último y guerrilleros palestinos.

Por otro lado, desde el Líbano se realizaban operaciones militares contra Israel y, con base en esas acusaciones, el Ejército israelí encontró la excusa para atacar el aeropuerto de Beirut en 1968. [35]En esta época, a nivel social empezó a forjarse la imagen de leyenda del feday, [36]la cual reflejaron las películas de la época, primero despegadas de la realidad pero poco a poco mostrando cada vez de manera más veraz qué era lo que realmente ocurría tanto en el frente como en los campamentos.

Una parte de los palestinos, la mayoría cristianos que habían accedido a la nacionalidad libanesa, vivían fuera de los campamentos y tenían buenos puestos profesionales. Uno de los episodios trascendentes que antecedieron a la guerra, lo marcó precisamente la quiebra en 1966 de Intra Bank, propiedad de dos palestinos, un cristiano y un musulmán. Al parecer, se debió a un complot de la burguesía libanesa antipalestina e hizo que la economía del país se resintiera enormemente poco antes del estallido de la Guerra de los Seis Días. [37]Tras ésta, Israel desafió a Naciones Unidas ocupando Jerusalén, Cisjordania y Gaza; además, supuso uno de los puntos de inflexión, ya que los palestinos pasaron de una tutela panarabista, en la que los otros líderes árabes —Siria o Egipto— eran sus valedores y representantes, a conformar un frente con líderes propios aprovechando el debilitamiento de la derrota militar de los grandes países árabes. El mismo paradigma se dio en la producción de cine, surgiendo entonces uno propiamente palestino.

El general libanés Al-Bustany, temiendo que la situación se fuera de control debido tanto al apoyo popular hacia los fedayines por una parte de la población —sobre todo musulmana y de ideología más panarabista— como al temor y rechazo que expresaba otra parte de la misma —sobre todo cristiano-maronita—, intentó llegar a acuerdos con las cúpulas de poder palestinas, pero el presidente libanés, Rashid Karame, no aceptó y en 1969 se produjeron de nuevo serios enfrentamientos entre los palestinos y el Ejército libanés, poniéndose de manifiesto la gran tensión interna entre las autoridades libanesas y los palestinos. También datan de 1969 los primeros enfrentamientos entre las Falanges Libanesas, cristiano-maronitas, y los palestinos. [38]En realidad, este partido libanés y sus milicias, claros valedores del discurso del libanismo antiárabe, se sentían cercanos a Israel y a su manera de entender la política regional, este partido y su actitud a lo largo de la historia son un claro ejemplo de lo que Samir Kassir definía como la paradoja de la comunidad maronita, [39]esto es, tener un enorme deseo de autonomía, aspirar a controlar y acaparar el poder, sentirse víctimas y, en gran medida por ello, pensar que debían defenderse y defender ferozmente el Líbano que ellos concebían. Una actitud de la que en gran medida fueron pioneros, pero que se reprodujo en otras comunidades durante la larga guerra civil.

Se intentó poner punto final al enfrentamiento con la firma del Acuerdo de El Cairo, el cual comprendía una división de poderes y control en la que los palestinos se hacían cargo de su propia seguridad respetando al Ejército libanés. También se acordaba, entre otras cosas, que fuera la olp el organismo responsable de la seguridad de los campamentos. La imagen del refugiado pobre se tornó, a partir de ese momento, en la de un revolucionario con esperanza [40]y la olp creó numerosos organismos de apoyo que tenían no tanto una importancia económica como repercusión social.

Pero a partir de 1972 se podría afirmar que se comenzaron a encender las distintas mechas que llevaron a la guerra. Aquel año los israelíes atacaron e intentaron ocupar por primera vez zonas del sur del Líbano, desencadenando dos años de gran actividad política y numerosas manifestaciones de los estudiantes libaneses. Un año más tarde, en 1973, Israel asesinaba en Beirut a tres figuras clave de la olp en el Líbano: Kamal Nasser, Kamal Odwan y Abu Youssef Nayyar. [41]

Mientras, en el seno de una parte importante de la población musulmana, la militancia pro-palestina cobraba relevancia, así como también se hacían cada vez más manifiestos la complicidad entre las Falanges Libanesas e Israel y el enfrentamiento entre el Ejército libanés [42]y la resistencia palestina. La actitud del Gobierno era opuesta al sentir en muchas de las calles beirutíes, donde se sucedían manifestaciones de estudiantes de izquierdas que mantenían dos frentes de lucha abiertos: por un lado, la causa palestina y, por otro, el fin del confesionalismo que imperaba en el sistema político. El agravamiento de la situación llevó a que el Ejército y los palestinos firmaran en 1973 un segundo acuerdo para intentar mejorar las relaciones entre palestinos y libaneses conocido como el Acuerdo Melkart, pero se podría decir que, en aquel punto, el país ya se había dividido entre pro-palestinos y anti-palestinos, fuerzas de izquierdas y de derechas, o aquellos que aceptaban el statu quo establecido por los regímenes coloniales y aquellos que querían cambiarlo.

Así, diversos episodios en los años anteriores a 1975 ponían cada vez más en evidencia la creciente tensión política que vivía el país, y las cruentas batallas entre los palestinos y las Falanges en Dekwane y los ataques a los campamentos palestinos de Tell Ez-Zatar, puntos de inflexión en el conflicto, encontraron su eco en las pantallas al producirse películas sobre ambos eventos. Asimismo, se podría afirmar que la presencia de los palestinos también ha marcado en gran medida la filmografía libanesa: por un lado, la olp fundó en el país unidades de cine en las que libaneses y palestinos colaboraron estrechamente en la elaboración de películas relacionadas con Palestina y sus refugiados, así como documentales militantes; por otro, la causa palestina fue la bandera de muchos cineastas locales. Finalmente, los enfrentamientos en las calles y la creciente tensión social interna en torno a este tema también conformaron el material, entre otras películas, del primer filme de autor libanés, Bairut, ya Bairut (Beirut, oh, Beirut, 1975) de Maroun Bagdadi.

El Sur y la influencia de Israel en la política interior libanesa

Mientras a nivel nacional ocurrían y se hacían patentes los distintos posicionamientos, por primera vez en su historia el sur del país generaba una identidad propia y veía la aparición de líderes aglutinadores.

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