La internacional de la extrema derecha tiene características muy heterogéneas. La ofensiva contra la Unión Europea está comandada por Matteo Salvini y Marine Le Pen, entre las formaciones de la derecha radical de carácter proteccionista del Sur de Europa. Por otro lado, el Grupo de Visegrado liderado por Víktor Orbán comanda la ofensiva desde el Este de Europa. Es en este grupo ideológico en donde finalmente Vox ha encontrado su lugar tras unirse después de las elecciones europeas al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (GCER) junto con los polacos de Ley y Justicia (PiS) o los ultras holandeses del Foro por la Democracia. Un grupo que se define por su visión ultraliberal de la economía y su rechazo a la inmigración masiva y la defensa de los valores tradicionales cristianos de Europa.
Las contradicciones de estos grupos de derecha radical, aun compartiendo grupo y estrategia, son casi insalvables y en ocasiones tienen posiciones contrapuestas, pero acuerdan programas de ejes mínimos que coinciden en un frente contra Emmanuel Macron y sus intentos por consolidar políticas comunes europeas que diluyan la soberanía de los países. Todos estos partidos de la derecha radical tienen intereses contrapuestos incluso cuando las ideas son compartidas. Su visión ultranacionalista choca con medidas como el reparto de inmigrantes en cuotas. La propuesta de Matteo Salvini de repartir inmigrantes en el resto de los países choca frontalmente, al ser Italia un país receptor, con los intereses del grupo de Víktor Orbán o Jaroslaw Kaczynski; un problema similar enfrenta al Frente Nacional con Vox por la devolución en la frontera de inmigrantes por parte de las autoridades francesas. El ultranacionalismo es incompatible con la resolución de problemas migratorios de forma colegiada.
Las grandes incoherencias de Vox en Europa alcanzan una dimensión superior cuando se trata del problema territorial español. La cuestión de la integridad territorial es una diferencia insalvable con muchos de sus potenciales socios de la derecha radical. Matteo Salvini proviene de un partido del norte de Italia que surgió como representante de unas elites que defendían la soberanía de Padania. La Liga Norte (Lega Nord) llegó a proclamar la independencia de Padania en 1996 en un acto del entonces líder Umberto Bossi en Venecia. Posteriormente se celebró un referéndum para consolidar dicha independencia de la región. Hechos que fueron considerados simples actos partidistas por el gobierno italiano de entonces, pero que muestran el carácter secesionista con el que surgió la Liga Norte. Años después, no es ya solo la Liga Norte la cuestión, sino que busca ser el «Frente Nacional Italiano», pero eso no le impide ser sensible a actos secesionistas como el que sucedió en octubre de 2017 en España. El apoyo de Salvini al proceso independentista catalán ha sido constante y habitual, y solo de manera coyuntural dejó de defenderlo, al considerar que era incompatible con las alianzas potenciales con Vox antes de las mencionadas europeas, para intentar atraer a la formación española al grupo de la internacional de la extrema derecha en el Parlamento Europeo con el que aspiraba a dinamitar las estructuras políticas de Bruselas. Durante los escarceos políticos de ambas formaciones, Vox llegó a asegurar que había logrado que Salvini dejara de apoyar el proceso de independencia de Cataluña, una afirmación que el líder italiano dejó que circulara hasta que su proyecto de toma de las instituciones europeas fracasara en los comicios europeos de mayo de 2019.
Este problema se repite con los nacionalistas flamencos con los que Vox comparte espacio en el Grupo Parlamentario de Conservadores y Reformistas Europeos. La Nueva Alianza Flamenca (N-VA) es quizás el máximo apoyo de Carles Puigdemont y los soberanistas catalanes en Europa. El partido belga de extrema derecha es el que ha dado soporte durante estos años al expresidente de la Generalitat de Cataluña a través de sus líderes Theo Francken y Bart de Wever. El choque de identidades quedó patente en marzo de 2019, tras la comparecencia de Javier Ortega Smith en la Eurocámara invitado por Kosma Zlotowski, del partido polaco Ley y Justicia, en la que tuvo un durísimo enfrentamiento con Mark Demesmaeker, europarlamentario belga del N-VA. A pesar de las líneas discursivas incompatibles de Vox y N-VA, tras las mencionadas elecciones europeas ambos partidos comparten grupo, por lo que la formación de la derecha radical española aseveró que entraban en el grupo de los conservadores y reformistas debido a que los nacionalistas flamencos renunciaban a dar soporte a los independentistas catalanes. Una afirmación que se mostró falsa tras la toma de posesión del acta de eurodiputado de Carles Puigdemont y Toni Comín, que fueron acompañados en todo momento por los diputados de la Nueva Alianza Flamenca como cicerones.
Estas profundas diferencias, enraizadas de forma troncal en los sentimientos nacionalistas contradictorios de todas estas formaciones de extrema derecha, impiden establecer con trazo grueso una equiparación entre los movimientos posfascistas europeos. Las similitudes son menos que las diferencias, pero eso no impide plantear líneas discursivas, estrategias de actuación y una cultura política asimilable que ayude a comprender la realidad de la extrema derecha en Europa. Entonces, es indispensable contar con una brújula con la que orientarse en el complejo mapa de la derecha radical. El trabajo que nos presentan Jean-Yves Camus y Nicolas Lebourg satisface con creces esta necesidad.
Cómo nacen las extremas derechas
«Extrema derecha»: el término ha ilustrado el comentario y el análisis de la actualidad política francesa desde el ascenso electoral del Front National [Frente Nacional] a mediados de los años ochenta y se nos ha vuelto familiar por hechos acontecidos en el extranjero, tan disímiles como la entrada en el gobierno austríaco (2000) del Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ), dirigido por Jörg Haider, las revueltas raciales de Burnley, Bradford y Oldham en el Reino Unido (2001) o los atentados cometidos por Anders Behring Breivik en Noruega (2011). La ambigüedad fundamental del término reside en que generalmente los adversarios políticos de la «extrema derecha» lo utilizan como término descalificador, incluso estigmatizante, que apunta a remitir y reducir todas las formas de nacionalismo partidario a las experiencias históricas del fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y sus más o menos cercanas declinaciones nacionales de la primera mitad del siglo XX. La etiqueta «extrema derecha» casi nunca es asumida por las personas a quienes se les adjudica (1) y prefieren autodesignarse con denominaciones tales como «movimiento nacional» o «derecha nacional».
Sin embargo, la literatura científica coincide en validar la existencia de una familia de partidos de extrema derecha. Cierto es que creer en la universalidad de los valores democráticos no necesariamente equivale a pensar que la división derecha-izquierda es atemporal o universal. Por un lado, «extrema derecha» sigue siendo, en lo esencial, una categoría de análisis adaptada al marco político europeo occidental: en rigor, puede atribuirse al One Nation Party australiano, a algunos grupos estadounidenses marginales (el American Party) e incluso a las formaciones sudafricanas nostálgicas del apartheid (Vryheidsfront, Herstigte Nasionale Party), pero no a las diversas dictaduras «caudillistas» reaccionarias y clericales de América Latina (el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla). Por otro lado, «extrema derecha» no termina de dar cuenta de la situación específica de las nuevas democracias de Europa central y oriental, donde prosperan partidos nacionalistas, populistas y xenófobos, como el Samobroona polaco, el LNNK letón (Alianza por la Patria y la Libertad) o el SRS (Partido Radical Serbio), que se vinculan, más que con las formaciones de extrema derecha occidentales, con las corrientes nacionalistas etnicistas autoritarias, que en los primeros treinta años del siglo XX acompañaron la llegada de dichos países a la independencia. Por lo tanto, para comprender la extrema derecha actual europea, es preciso comenzar por la historia en Francia. A partir de allí, podremos elaborar una teoría general de la extrema derecha.
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