21 de marzo
Un buen día, garantía de una buena noche
“Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes” (1 Ped. 5:7).
El sueño es un reparador de energía como ningún otro, pues provee descanso físico, restauración emocional y claridad de ideas. Quien ha pasado gran parte de la noche sin dormir sabe que esta experiencia es desgastante, destructiva y devastadora. Dicen los expertos que las mujeres son más propensas a sufrir este trastorno que los hombres, consecuencia tal vez de su manera peculiar, más emocional, de procesar las experiencias vividas.
El insomnio toma diferentes formas, tales como tardar mucho en conciliar el sueño, dormir con sobresaltos, despertarnos muchas veces durante la noche, o tener muy pocas horas de verdadero descanso. Quizá la peor manifestación de este trastorno sea estar somnolienta durante el día, lo que provoca irritabilidad, intoxicando el entorno donde nos movemos.
Descartando los insomnios crónicos con bases físicas diagnosticadas, el insomnio suele ser consecuencia de nuestros hábitos y estilo de vida. La preocupación parece ser la causante de las mil y una vueltas que le damos a la cabeza en la cama, y la que nos impide descansar. Como consecuencia de todo esto, se genera en nuestro interior una buena dosis de ansiedad al intentar a toda costa dejar de pensar y comenzar a dormir. Esto, lejos de ayudarnos en la situación, toda vía la empeora más. Para tener un descanso de buena calidad, con sueño profundo y reparador, podemos tomar en cuenta los siguientes consejos:
Procura procesar positivamente las experiencias del día. Acepta lo que no puedes remediar. Las cosas no siempre salen como las planeaste; hay muchas maneras de hacer lo mismo.
No te culpes por lo que no hiciste bien; desecha la culpa y aprende de tus errores.
Toma en cuenta a los demás; también tienen sus planes, y el mundo no gira en torno a ti.
En el día, trabaja; en la noche, descansa; deja de pensar en lo que no hiciste y en lo que harás al otro día.
No te vayas a dormir enojada; reconcíliate con Dios, con el prójimo y contigo antes de irte a la cama.
No te agotes en el día; el exceso de cansancio, a veces, impide dormir.
Y, por último, lo más importante: busca a Dios en oración, cuéntale lo que pasa en tu vida. Es seguro que así tendrás una buena noche de descanso.
22 de marzo
Tu día ya comienza: alaba a Dios por ello
“Este es el día que hizo Jehová; ¡nos gozaremos y alegraremos en él!” (Sal. 118:24, RVR 95).
Comenzar el día es una tarea difícil para muchas personas, por diferentes razones. La premura de las cosas por hacer parece ser el primer pensamiento que muchos tienen al despertar. Los deberes, implacables, nos levantan, y pocas veces tomamos el tiempo para disfrutar el significado de un nuevo día. De ese modo, nos sentimos mentalmente cansadas antes incluso de comenzar las actividades de la jornada.
El reloj rige nuestro andar y nos empuja a apurarnos. La lista de cosas por hacer no espera y es el cruel verdugo que se interpone entre el placer de un hermoso amanecer y nosotras. De pronto, casi imperceptiblemente, los ruidos de la calle sustituyen a ese silencio en el que podíamos escuchar a la naturaleza alabar al Creador. El correr de los quehaceres hace que nos olvidemos de que el mejor compañero en las faenas diarias es Jesús. Las constantes demandas de los demás nos impiden pedir a Dios su cuidado, protección y dirección para lo que vamos a hacer. En consecuencia, somos presas de la ansiedad que nos provoca una rígida rutina sin el acompañamiento de Dios.
Al abrir los ojos por la mañana, observa tu entorno y agradece a Dios por tu hogar, tu familia, tu cama y por el descanso que te ha permitido tener durante la noche. “Escucha” el silencio del amanecer y conéctate con el Creador, que habla en el silencio. Agradece al Señor por el aire que entra a tus pulmones; por los olores y los colores de la naturaleza que llegan a tu cerebro a través de los sentidos; por la suavidad de tus cobijas; por las oportunidades y las experiencias que te ofrecerá el día y que serán, sin duda, para tu crecimiento personal. Cuando amanezca, canta, ora, ríe, ama, comparte, goza, disfruta y valora el día que te regala Dios.
Los amaneceres terrenales deben hacernos recordar y anhelar el eterno amanecer que disfrutaremos cuando veamos venir en gloria y majestad a nuestro Dios, Creador, Redentor y Sustentador de la vida. Entona con la voz y el alma el canto del cristiano: “Amanece ya la mañana de oro, pronto el rey vendrá; y su pueblo a la mansión del cielo Cristo llevará. Amanece ya la mañana de oro tras la noche terrenal, cuando surgirá del sepulcro abierto vida inmortal” ( Himnario adventista , nº 158).
Tu día ya comienza: alaba a Dios por ello.
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