Como se dijo al inicio de este subapartado, el tema de la relación violencia y conflicto no se pierde de vista en esta investigación. Las protestas estudiantiles entre 1968 y 1972 remiten a una serie de conflictos de diverso orden y se inclinan con frecuencia hacia el uso de la violencia de los manifestantes y su consiguiente respuesta oficial. Esta situación fáctica obliga a pensar el sentido de la violencia en la protesta social por parte del movimiento estudiantil en la misma dirección que Coser considera al conflicto, esto es, no como una anomalía, sino como una situación inherente a las relaciones sociales que tienen cierta funcionalidad en el ámbito social. Al respecto, Roberto Sancho apunta que la violencia política se entiende como una expresión de la sociedad civil, dirigida por actores colectivos a veces organizados de manera precaria, con el fin de controlar, precipitar o transformar una decisión en la universidad, el Estado o el sistema político en general. Por lo menos para este estudio, la violencia política armada no es parte del análisis del repertorio de protestas de los estudiantes, más allá de las simpatías o incluso militancia de algunos universitarios en grupos subversivos57. Esta elección, sin embargo, no excluye que la universidad, en ese momento, haya sido un escenario de la violencia política armada.
Al partir de la noción de privación relativa, Lewis Coser propone que los conflictos y las violencias no se desprenden de una total frustración en el acceso a los recursos escasos. Una situación de conflicto o violencia depende de la discrepancia experimentada por la suerte de una, de varias personas o de grupos. En otros términos, depende de que se considere ilegítima la distribución desigual de los derechos y privilegios. El hecho de que se desaten prácticas de violencia interpersonal depende de otros factores como la represión –en sentido freudiano– que se realice de los sentimientos de frustración y de la socialización diferencial que experimentan los individuos que participan de los conflictos.
En este sentido también entran en juego las expectativas que se abren en momentos de violencia colectiva, tales como las revueltas o las revoluciones, en las que las esperanzas de cambio aumentan de súbito y resquebrajan las barreras morales por las circunstancias anómicas en que se inscriben. Para el caso de la participación de los jóvenes en este tipo de eventos, Coser destaca cómo se juega el ascenso gradual en la jerarquía de las edades; las revueltas y protestas violentas propician una madurez que en otros casos habrá de aguardar mucho tiempo. Como ya se dijo, el 68 inaugura una inseguridad, cada vez más latente respecto del futuro, situación que modifica la proyección de la conducta y la orienta hacia el presente mas no hacia un futuro lejano.
Para cerrar este apartado sobre la comprensión del conflicto social y la violencia en las universidades colombianas, con la revolución cultural del 68 como telón de fondo, es importante destacar los argumentos sociológicos de Lewis Coser relacionados con tres funciones sociales de la violencia, más allá de un enfoque moralista sobre el tema en cuestión. El primero de ellos se refiere a la violencia como logro, es decir, la posibilidad que brinda el acto violento de reafirmar la identidad cuando los canales legítimos o ilegítimos son cerrados. En el caso de actos revolucionarios, el autor sostiene que el “oprimido” asume la violencia como oportunidad para reivindicarse, e incluso como una estrategia para acceder a la ciudadanía activa. En segundo lugar, la violencia sirve como una señal de peligro, no en el sentido del riesgo que corre la “estabilidad” y el orden social, sino en cuanto a indicador de desajustes y conflictos profundos. Por último, está la función catalizadora de la violencia, referida a la solidaridad que se desata en la sociedad respecto de la amenaza latente de ser objeto de agresión por parte de los violentos. Esto se cumple tanto para el caso de grupos “desviados” como para la fuerza pública que reprime a personas inocentes o ajenas al conflicto58. Recurrir o no a la violencia también depende, según Coser, del grado de participación social y de disponibilidad de lazos asociacionales con que cuentan las personas.
En todo caso, este enfoque concibe los conflictos protagonizados por los estudiantes universitarios como una oportunidad importante en la que se despliega el año de 1968 como un acontecimiento en el marco de una revolución cultural global. Al dejar de lado la mirada disfuncional del conflicto y la violencia, se abre también la posibilidad de explicar este acontecimiento en la universidad colombiana, caracterizado por la aguda y permanente conflictividad. La circulación de referentes de la cultura nacional, continental y mundial no se da solo en ambientes académicos sosegados, precisamente alcanza puntos de ebullición en la universidad: protestas, pedreas, mítines, marchas y toda clase de manifestaciones son propicias para el intercambio de nuevas representaciones del mundo de las que se apropian los estudiantes.
Punto de partida sin punto de llegada
1968 es el punto de partida de un acontecimiento planetario con repercusiones hasta el presente. Por los efectos culturales en una escala temporal tan amplia, 1968 es también reconocido como un macroacontecimiento sin punto de llegada. ¿Pero acaso 1968 es con exactitud el punto de partida? De seguro no. Desde los años cincuenta ya se vienen configurando en Colombia y en muchos lugares del mundo cambios imperceptibles que adquieren relevancia en el transcurso de los años sesenta hasta llegar al año 1968. En el caso colombiano este año tiene mayores connotaciones en 1971 y 1972. Esta es la razón por la cual el arco temporal de este acontecimiento para Colombia se circunscribe a cuatro años de protestas y contenidos temáticos y representaciones discursivas en los libros y revistas más importantes del momento. Y en especial, a las protestas y expresiones contraculturales del mundo universitario colombiano, la oposición de los estudiantes al pacto bipartidista del Frente Nacional, las discusiones sobre el papel de vanguardia revolucionaria de la universidad; todo ello en el marco de una política modernizadora educativa estatal orientada hacia el modelo de educación superior norteamericano.
En referencia a la protesta y producción escrita, no se trata aquí de agotar su estudio, pero sí de seleccionar los principales hitos de la movilización, y de mostrar el contexto cultural, en una primera exploración temática, de las ediciones de libros y publicaciones seriadas más destacados por su calidad y divulgación que impactan la cultura intelectual del momento. Para complementar estos contenidos se ha acudido a las ediciones de los periódicos de circulación nacional más importantes: El Tiempo y El Espectador, de Bogotá. También al diario de mayor circulación regional: Vanguardia Liberal, de Bucaramanga. La razón por la que se seleccionan solo dos diarios de la capital colombiana y un diario regional tiene que ver con dos delimitaciones en esta investigación: la primera, el vasto corpus documental de repertorios de protesta y de producción textual discursiva en todas las universidades de Colombia en los cuatro años elegidos y nombrados ‘historia de un acontecimiento’; y la segunda, el estudio en profundidad, con investigaciones previas realizadas por el autor, sobre la historia institucional y del movimiento estudiantil de la Universidad Industrial de Santander, en Bucaramanga.
Para recopilar la información fue necesario hacer salidas de campo a diferentes archivos ubicados en Bogotá; esa información ha sido recopilada, ordenada y expuesta en documentos textuales y gráficos. A la investigación de la fuente de prensa la acompaña, en el soporte analítico, tanto un amplísimo corpus bibliográfico nacional e internacional sobre el tema como fuentes regionales institucionales universitarias y políticas del país ya trabajadas en anteriores investigaciones. Para hilvanar el análisis propuesto en esta investigación ha sido indispensable la elaboración de un archivo digital ordenado por medio de etiquetas y bases de datos. El tratamiento inicial de esta información se orienta a identificar los libros de mayor impacto en Colombia en el arco temporal elegido. Para ello se ha recurrido a los listados de ventas de las librerías colombianas de la época publicados en revistas y periódicos. Si bien esta información es parcial y no representa un indicador validado sobre la circulación de los libros en la sociedad colombiana de la época, sí permite inferir algunas tendencias y orientaciones que resultan valiosas para contextualizar las condiciones de la producción textual discursiva en este periodo.
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