De acuerdo con Schmitt (2014), en la lógica del poder, cualquier consenso se basa en procesos de exclusión. Este aspecto repercute como imposibilidad para lograr un acuerdo racional totalmente inclusivo. El poder es exclusivo y solo pertenece a los amigos. Esto evidencia que el individualismo racionalista constituye un punto ciego.
De igual manera, los participantes son concebidos de forma abstracta. Su valía la otorga el marco político. Este reconocimiento evidencia cómo opera el poder. Toda abstracción desestima la capacidad de preguntarse sobre la condición del sujeto, en términos filosóficos. Se restringe el tipo de preguntas elaboradas con respecto a las acciones. Además, abrir el campo desde las intuiciones filosóficas impide el auténtico análisis, visto como reduccionista y empobrecedor respecto a la ejecución del poder y las injusticias que esconde.
¿Cómo actúa esta noción operativa? El poder se entiende, en palabras de Fricker (2017), como la capacidad situada en un entorno político que controla los actos de los demás y reafirma una clara restricción de la libertad; de allí que se conciban como servidumbre voluntaria . Caracterizar las formas en que se presenta la injusticia epistémica tiene como objetivo situar a la injusticia testimonial como la causante de un mal a alguien en su incapacidad para aportar conocimiento. Acontece una deslegitimación o vulneración. La injusticia hermenéutica causa un mal, cuando hay sujetos carentes de comprensión o de juicio reflexivo (Pía Lara 2009). Según Kovadloff:
No es la lucha lo que cesa, su finalidad es lo que cambia. Sencillamente, el horror a lo desconocido se ha entramado abiertamente con la necesidad de admitir como propio eso desconocido […] Es evidente entonces que, el hombre que sufre, las polarizaciones, sin extinguirse, han cedido la palabra […] Nuestra más alta creatividad insiste en brindar una forma a la imposibilidad que encuentra en quien representa el poder su deseo de soberanía. Es esa forma infundada al dolor la que, al afianzarse en el desmedro del poder, viene a decir hasta dónde extiende su vigencia el sufrimiento (2003, 36).
El hombre se sabe subordinado de fuerzas que no regula. “Es el fecundo efecto que sobre nosotros tiene nuestra impotencia para serlo todo, el límite que al coartarnos nos constituye; el nec plus ultra que nos permite ser alguien, no diluirnos en el amorfo, hacer algo, lo posible” (Kovadloff 2003, 36). En ciertos momentos, él tiene consciencia de que está frente al poder con una vida prestada. Esa vida, que no le pertenece, impide escapar del influjo unilateral del dominio. “yo no soy yo ni el otro, soy algo que está en el medio [Mario de Sá-Carneiro]” (Kovadloff 2003, 36). El poder supone una máscara.
Emergencia del eros político
Un eros político emerge entre las sombras; en especial, cuando el narciso, por absoluto descuido, desvía la atención y, por un momento, se detiene a atisbar qué hay más allá de su reflejo. En ese preciso instante, la luz penetrante del eros se ve en los ojos del narciso, lo encandila, lo cubre con su fuerza, socava en su depresión y aliviana su pesadez. Lo encausa hacia posibilidades de mayor aliento, lo enfoca, lo hace dar una mirada más plural del Dasein : la coexistencia con otros y la construcción del entre-nos , como sentido de estar juntos para instaurar decisiones de lo público que conduzcan al fortalecimiento del bien común:
La acción hasta donde se compromete en establecer y preservar los cuerpos políticos, crea la condición para el recuerdo, esto es, para la historia. La labor y el trabajo, así como la acción, están también enraizados en la natalidad, ya que tienen la misión de proporcionar y preservar —prever y contar con— el constante aflujo de nuevos llegados que nacen en el mundo como extraños. Sin embargo, de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación humana con la natalidad; el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo solo porque el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar (Arendt 2003, 23).
La acción es pluralidad, es creación, es apertura. Da la acogida a los recién llegados, quienes socavan en su fatiga y se disponen al entre-nos . Solo así emerge el eros político: aquel que vence la depresión del narciso. “El eros arranca al sujeto de sí mismo y lo conduce hacia fuera, hacia el otro” (Han 2014a, 6).
Eros procura una relación de hallazgo con la otredad y de humanidad en la pluralidad. Eros delinea finamente los caminos de la posibilidad, plantea una relación trascendental con los demás, avanzada en el amor duradero. Al buen estilo de Badiou (2001), el amor da a la vida intensidad y significación, así como es una proposición existencial: construir un mundo desde un punto de vista descentrado de sí mismo, de la pulsión por sobrevivir y de hacerse vitalmente necesario; es decir, constituir una realidad que vaya más allá del interés propio. “Desde ese punto de vista, el Eros es, de hecho, una relación con el otro que está radicada más allá del rendimiento y del poder” (Han 2014a, 12).
El poder hace circular signos, nociones. Él encarna la inflexible y tajante expresión de la ley. Remite a un espíritu superficial que se aleja del eros, que lo carcome, lo conmina. No se expresa como violencia forzosa, es violencia forzosa: el poder se encarna en el cuerpo del martirizado, en su carne fustigada por el sufrimiento de su exhortatorio; el poder es el martirito fortuito, el azar violento, la leña al fuego que devela las cicatrices del no ser, del no ser siendo. Está en una política de cuerpos mutilados por el mal. De esto resulta la sinrazón de la pobreza mental que está sujeta al poder identitario, a una historia de desavenencias que afectan al eros.
La maquinación del Dasein se ve expuesta por la cooptación de la existencia a través del poder al que voluntariamente sirve. El afuera de esta lógica de dominación resulta imposible para el sujeto, debido a las dinámicas capitalistas que lo esclavizan. Además, se ve sofocado por los vicios que le llegan, presentes en su cotidianidad y que normalizan sus males. La razón por la que estos hombres sirven es porque nacen siervos y se les educa como tales. Bajo la soberanía de unos pocos, se vuelven cobardes, temerosos, llevan su vida con incertidumbre. Incluso, al desear derribar al tirano, conservan la tiranía.
Colofón
Las sociedades contemporáneas enfrentan grandes desafíos: descifrar los hilos del poder que cada vez más sofistican los modos de subyugación de la psique. El ser humano está expuesto a ser engañado por su psique, la cual es, hoy en día, el activo más importante del mercado. Desmarcarse de una lógica del rendimiento, del éxito, del empresario de sí, parece que invita a mirar los principios clásicos de la amistad, la lealtad, el amor propio.
Esto significa la exacerbación del eros político, el principio fundante de la mutualidad, la solidaridad y la interdependencia, para dar continuidad a la vida en el eros, en el vaciamiento de sí e ir al encuentro del otro: “La eternidad sí que puede existir en el tiempo mismo de la vida, y el amor, cuya esencia es la fidelidad en el sentido que yo le doy a esta palabra, es lo que viene a probarlo. ¡La felicidad, en suma! Sí, la felicidad amorosa es la prueba de que el tiempo puede albergar la eternidad” (Han 2014b, 24).
Un déspota imbécil puede obligar a esclavos, pero el verdadero poder entiende que son más fuertes las ideas que las cadenas.
Referencias
Arendt, Hannah. 2003. La condición humana . Barcelona: Ediciones Paidós.
Badiou, Alain. 2001. Elogio del amor . Madrid: La Esfera de los Libros.
Читать дальше