Ayla Hurst - Las frikis también soñamos

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¿Os imagináis cómo es ver el mundo siendo la friki de la clase? Cinco historias, cinco relatos, cinco maneras de aprender del amor y del sexo, de eso trata Las frikis también soñamos. Fantasías medievales, futuros apocalípticos, ángeles, demonios y vampiros nos acompañarán en el viaje de Ayla, sobre cómo una friki soñadora aprenderá acerca de las relaciones tóxicas, la atracción sexual y los amores imposibles a través de sus increíbles mundos.

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Driver se quedó de piedra. La voluntad de aquella muchacha era inquebrantable, una parte de él murió un poco aquella mañana.

—Exacto —respondió abatido—. Anoche no sucedió nada…

—Solo soy una prisionera. Tu prisionera, y cuando deje de serte útil me matarás de la manera más despiadada, cruel y sanguinaria que te puedas imaginar. —No era una amenaza, era una promesa.

El resto del día transcurrió con relativa normalidad para los dos: el capitán evaluó los daños que habían sufrido durante la batalla anterior. No había habido bajas, pero si heridos y una pérdida importante de material y tecnología: dos de sus vehículos anfibios estaban irrecuperables y otros tres habían sufrido daños graves. Ayla, por su parte, seguía con sus estudios de cartografía y traducción, investigando cual era la manera más eficaz de cruzar la gran masa continental que se interponía entre el barco y su objetivo:

—¿No cenas aquí esta noche? —preguntó la muchacha al ver que el capitán se preparaba para salir en lugar de cenar en su camarote como tenía por costumbre.

Se había vestido con el uniforme de gala: una larga túnica gris con una banda roja y hombreras doradas. Llevaba guantes blancos en las manos y una gorra blanca. Incluso a través de las manoplas se apreciaba la rigidez de su mano izquierda. No llevaba su casco y capa habitual, con el que se cubría la mayor parte de su rostro, a Ayla le parecía muy atractivo: era tan hermoso y cruel como un infierno, era malvado, pero le amaba tanto…

—Debo cenar con la teniente Jazz —respondió Driver, quien cada noche mantenía una pequeña conversación de cortesía con la muchacha.

—Así que tienes una cita. —Sonrió ella—. Te vendrá bien divertirte un poco, pareces muy estresado.

—Es una cena para discutir nuestro próximo movimiento, donde es más adecuado desembarcar y qué hacer ahora que tu bando sabe que estamos aquí.

Ayla se tiró al suelo cómicamente y se agarró de los pelos desesperada:

—¿Es que tú nunca te diviertes? ¿Qué haces en tu tiempo libre?

—¿Divertirse? —El capitán Driver tenía una voz gutural con una cadencia muy pronunciada, tan oscura como su alma—. No sé qué es eso. Nos entrenan para servir al Cuerpo de Élite durante toda nuestra vida. Es lo único para lo que vivimos. No somos como esas bestias que tengo que soltar de vez en cuando para que se desahoguen consigo mismos… El Cuerpo nunca descansa.

—Algo habrá que hagas para pasar el rato… ¿Una copa de vino de vez en cuando?

—No bebo alcohol —respondió solemne.

—¿Un cigarro, quizá?

—No fumo.

—¿Leer, dibujar, disparar? ¡Algo habrá! —protestó ella incorporándose de un salto de su lugar de trabajo. El pelo ondulado le acarició las mejillas.

Driver se acercó a ella con pasos firmes y se encararon:

—Me gusta la cartografía… ¿Y qué hay de ti? ¿Qué te gusta hacer?

—Puzles —respondió con el tono de voz grave que la caracterizaba.

—¿Puzles?

—Así es —respondió firme en una actitud infantil que al capitán le pareció de lo más tierna—. Hay que ser inteligente para saber resolverlos, elaborar la mejor estrategia, fijase en los detalles. —Cada vez más le sorprendía el intelecto de la muchacha, le daba mil vueltas a todos los cerebros que había conocido en su vida, y eso que había trabajado con los mejores científicos del mundo—. Además —añadió Ayla—, los puzles son como la vida. Al principio es un desorden, un caos, un lío, pero a medida que formamos nuestros caminos y que construimos nuestros destinos, todo empieza a tener sentido y todas las piezas encajan.

El suspiro final de aquella frase le recordó a Adam los sonidos que emitía su boca la noche anterior y las increíbles sensaciones que despertaban en él.

—Tengo algo para ti —dijo después de un eterno y mágico silencio. Driver se dirigió a su mesa de trabajo y del primer cajón extrajo un objeto cuadrado y amarillento, lleno de polvo. Parecía muy antiguo. Cuando se lo entregó a Ayla, su expresión de asombro fue impresionante. Lo agarró con amor infinito, con muchísimo cuidado.

—Es… es un libro de papel… Un libro de verdad… Esto vale una fortuna, capitán. Quedan… quedan poquísimos.

—Querías algo de lectura para entretenerte. Es un libro de cuentos infantiles. Se llama El Reino de Olar . Trátalo bien —le ordenó mientras sus dedos se tocaban durante un instante.

—¿Qué tal la cena con la teniente Jazz —preguntó Ayla sin levantar la vista de su trabajo al escuchar entrar al capitán a la habitación de un portazo. Los donceles fueron inmediatamente a atender a su señor, pero este los despachó. Driver lanzó su gorra al sillón y se alborotó el pelo. Medio sonrió al estirar el cuello para ver qué hacía la muchacha en su mapa. Tenía su infusión humeante en la misma taza de barro de cada noche, sobre un posavasos al lado de las notas, códigos y pergaminos que Ayla intentaba descifrar. Cuando la muchacha se volvió para mirarlo, tenía los ojos violetas, eso significaba que había pasado un largo rato forzando la vista para traducir la Antigua Lengua.

—De trabajo —respondió él—. La teniente Jazz opina que no deberíamos haber varado en la bahía. Cree que sigo demasiado tus consejos.

—¿Y lo haces? —Ayla se puso en pie y se encaró a él. Sus miradas se cruzaron en un instante eterno.

—No —por supuesto que no—, yo no intimo con nadie, y menos con una prisionera. Además, también he tenido que regañar a Jazz, se ha pasado la noche adulándome, creo que quiere que la ascienda, aunque sabe de sobras que solo considero los méritos militares. Creo que ya va siendo hora de que les dé a los chicos un día libre, han trabajado mucho últimamente.

—¿Por qué me cuentas esto, capitán? —preguntó Ayla mientras le quitaba los guantes blancos del uniforme de gala y acariciaba con cuidado la mano herida—. Apenas hablas conmigo, no has tomado tu baño y no has sorbido tu infusión. ¿Te ocurre algo?

Es cierto, ¿por qué le había contado todo eso? A caso a ella le importaban sus problemas. Un calor, como el que había sentido la noche anterior brotó de nuevo ardiendo en su interior y un cosquilleo en la mano izquierda que no había sentido en años le sorprendió recorriéndole el cuerpo y lanzando potentes impulsos eléctricos a su maltratado cerebro. Ayla tenía su mano izquierda entre las suyas. Sentía su calidez, su presencia, su esencia penetrando en los poros de su piel. La teniente Jazz le había rozado la mano durante la cena, y él la había mirado atónito, inmediatamente ella se había sonrojado y la había retirado. Ayla, en cambio, seguía ahí, frente a él, desafiante. Aún tenía las marcas rojas en el cuello del arrebato de furia del capitán. Driver se miró la mano temblorosa, hacía años que no sentía nada… Flexionó los dedos y miró a la joven: tenía dos opciones. O bien estrangularla o bien abofetearla. Colocó su mano en el rostro de ella: era imposible… el tacto de su mano, ¡Sentía cosas! Los estímulos que recibía su piel mandaban señales al cerebro y Adam Driver sentía: sintió calor cuando le acarició la piel suave, un tacto agradable y sedoso, humedad cuando le pasó el dedo por los labios y un agradable cosquilleo entre los dedos cuando le acarició el cabello de puntas blancas.

—Creo que la teniente Jazz siente cierta atracción hacia ti —murmuró ella mientras Adam le acariciaba las pestañas fascinado—. Por eso cena contigo, porque le gustas… Ella es una chica muy bonita y parece agradable.

Adam rodeó a Ayla por la cintura y la atrajo hacia él. Sus cuerpos se tocaron.

—No parece agradarte. —Su mano descendió por el cuello y el pecho, le desabrochó la túnica y sintió el pezón reaccionar a su tacto siempre frío, se endureció bajo sus dedos. Era increíble, fascinante, quería seguir tocándola por todas partes—. Es más, parece que sientas celos.

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