“Tienes bastante comida seca”, le digo yo.
Me giro y me siento, haciendo un sonido patético. En este momento, siento cada uno de mis treinta y tres años y algo más. De verdad ya no tengo veinte años y tengo una resaca para probarlo.
Me pongo una camiseta por encima de mis bragas, el primer paso de muchos para comenzar el día. Reviso mi teléfono y veo que son solo las nueve. Normalmente entraría en pánico, pero sé que tengo el día libre.
Bueno, no totalmente libre, pero planeaba trabajar desde casa hoy. Miro mi correo por un segundo y luego suelto un suspiro de asco y apago la pantalla. Hay una docena de nuevos correos, una docena de correos de voz y dos docenas de textos esperándome.
Atravieso los pisos de cemento de mi apartamento y miro las ventanas que cubren toda la pared y proporcionan mucha luz. Además de mi dormitorio, el apartamento tiene una oficina, una habitación extra y una enorme sala/cocina. Pago bastante por él, pero no puedo quejarme mucho. Ni siquiera cuando hay mucha luz.
Orino, mis bragas en mis tobillos, la puerta abierta y los ojos cerrados por la luz y me obligo a pensar. Pero mi cerebro no está funcionando, así que me desvisto y abro la ducha. El vapor comienza a acumularse, atrapado entre las frías baldosas oscuras y la puerta de vidrio.
Inclino mi cabeza contra el vidrio por un momento. Pienso en la noche anterior y todo regresa de inmediato.
El tejado. La fiesta. Jett.
Dios, no siquiera pude irme con gracia. No sin Jett jalándome hacia sus brazos, besándome y haciéndome sonrojar. Es tan alto, con cabello casi negro corto a los costados y largo arriba. Llevaba una camisa roja de cuadros, jeans pegados y botas. Tiene unos ojos azul oscuro. Tenía una barba espesa, algo que me atrae mucho.
Oh y sus tatuajes…
Está tatuado en casi toda su piel, desde su cuello a la v desabotonada en su camisa hasta sus dedos. Mordí mi labio mientras estaba bajo el agua. Dios, pensaré en esos tatuajes cuando esté sola y aburrida, eso era seguro.
Me quedo en la ducha más tiempo del que debería, pensando en las razones por las cuales no puedo tener a un hombre como Jett en mi vida. Oh, hay tantas razones.
Una, no tengo el tiempo para dedicarme a una relación real. Tengo un trabajo serio y la mayoría de los hombres no puede apreciar a una mujer que trabaja tanto como yo.
Dos, no quiero involucrarme en todo el trabajo involucrado en salir con un tipo apuesto. Es demasiado trabajo.
Y tercero, quiero un bebé. No, necesito un bebé, punto. Tampoco deseo toda esa mierda y drama del papá del bebé.
Me echo algo de champú en mi cabello y lo acaricio. Sé que parezco estar obsesionada con mi carrera, pero hace seis meses que tengo esta urgencia. Los bebés comenzaron a parecerme lindos de repente. Me encuentro mirando aparadores con cosas de bebés y riéndome de videos de bebés graciosos en Facebook.
Luego tuve una amiga cercana que tuvo un bebé, una niña. Fue la primera vez que sostuve un bebé y olí la cabeza de un bebé. Por primera vez, comencé a verme como algo más que una tía chocha. Me pregunté si era posible que quisiera un bebé.
Desde entonces, he comenzado a ver bebés en todos lados. No solo eso, fui al ginecólogo y a un especialista en fertilidad. Una vez que descubrí que físicamente estoy apta para tener un hijo, me obsesioné un poco.
¿Pero pueden culparme? ¿Quién no querría la oportunidad de tener un hijo, pasar todo el amor y cariño que no recibieron de niños? El sistema de acogimiento familiar no me ayudó mucho, pero eso no le sucederá a mi hijo.
Enjuago mi cabello y me pongo impaciente. No tengo tiempo para pensar en lo que mi terapista llama mi crisis de fe en mí misma. Salgo de la ducha y me doy cuenta de que Olive debe estar por llegar.
Milo pasa entre mis pies y comienza a maullar.
“¡No te voy a dar comida enlatada!” le digo. “Sin importar lo lindo que seas o todo el ruido que hagas.”
Avanzo rápido para vestirme y maquillarme, sigo secando mi cabello mojado con una toalla cuando suena la puerta. Corro hacia el frente y miro la cámara. Olive me sonríe, su cabello rojo es imposible de confundir. Presiono el botón y le abro la puerta.
Voy a la cocina para buscar el café y luego pasarlo al mostrador de la cocina para encender la cafetera. Mientras reviso las opciones, Olive entra. Está vestida como le pedí, lo que significa que lleva Versace del año pasado y sus terceros mejores Louboutins.
Yo estoy con jeans y un top extra grande, pero oye, cada uno con lo suyo, ¿cierto?
Le sonrío. Ella puede usar lo que quiera; la mujer mide metro cincuenta, pesa casi nada y tiene un corazón de oro puro.
“¡Hey!” dice Olive, mostrando una caja rosada de pasteles. “¿Adivina quién compró croissants de chocolate de Amélie?”
“Oh, me salvaste la vida”, le digo. “Estaba feliz de no tener que estar hoy en la oficina. Acabo de poner a preparar café.”
Olive sonríe. Ella es una abogada defensiva increíble en mi firma y le pagan muy bien por ello.
“Un café suena bien”, anuncia Olive. “Y va muy bien con los croissants.”
Le quito la caja y abro la tapa para olfatear esta delicia. Puedo sentir a Olive mirándome. Olive no pedirá detalles, pero por la forma en que toca el mostrador con sus dedos, ella está ansiosa por saber lo que sucedió anoche.
Yo la miro. Con sus rasgos diminutos, sus pecas abundantes y sus ojos verdes, ella es demasiado adorable como para ocultarle algo.
“¿Cómo te fue en tu cita con Roberto?” le pregunto, ladeando mi cabeza a un lado. Milo se sube al mostrador y yo lo ahuyento al instante.
Olive me señala la caja para que se la lleve y selecciona uno. “Estuvo bien. Solo fue la tercera cita, así que no tengo nada nuevo que reportar.”
Olive me mira de forma sospechosa y muerde su croissant.
“¿Quieres saber lo que pasó anoche?” suspiro yo.
“Oh dios mío, sí, sí quiero”, dice Olive, luchando para sentarse en uno de los asientos que están al otro lado de la cocina.
Yo hago una mueca. “Su nombre es Jett, era muy caliente y rechazó tener sexo conmigo.”
“¿Hizo qué?” preguntó Olive, indignada.
“Fue muy vergonzoso”, dije yo con otro suspiro. “Aunque se aseguró de pedir mi número…”
“Espera, ¿hizo eso antes o después de rechazarte?”
“Mmmmm… después”, dije yo, moviéndome para buscar dos tazas.
“¡Amiga! Eso es muy caliente”, dice ella. Olive muerde su croissant y gime en apreciación. “Dios, esto es bueno.”
“Estás ensuciando tu ropa de migajas”, señalo yo.
Olive se sacude las migajas de su enterizo de chifón y se encoge de hombros. “¿Y qué tan caliente era? Descríbelo.”
“Mmmmm…” Comienzo a recordarlo mientras echo la leche. El café está terminado y nos sirvo dos tazas llenas de un café que olía increíble. “Era muy alto. Tenía cabello oscuro y corto y una sonrisa increíble. Tenía un montón de tatuajes.”
“¿Todo el brazo?” pregunta Olive, aceptando su café. “Gracias.”
“Ambos brazos tenían tinta y su cuello también… era muy caliente.”
“Genial. Bueno, tal vez te llame.”
“¡Sí y tal vez luego vengan hombrecitos verdes de una nave espacial!” dije yo. “Oooh, espera un segundo…”
Dejo mi café en la cocina y voy a buscar una carpeta blanca gruesa de la mesita de café. Milo maúlla con tristeza y Olive se inclina y lo rasca en la cabeza.
Miro la carpeta blanca y una carpeta negra casi idéntica e intento recordar cuál es la que tiene una lista de donantes de esperma y cuál es la que tiene muestras de pintura para la habitación extra.
Después de echarle un vistazo a la cubierta, traigo la carpeta de muestras y la abro en la primera página que marqué. “Tienes que ayudarme a escoger un color para el próximo cuarto del bebé.”
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