“¿Por qué deberíamos celebrar?” pregunta Cady.
“Por una buena noche”, digo yo, chocando mi vaso con el suyo. Tomo el licor, me quema, pero es delicioso. El limón hace su trabajo y sabe algo agrio después del tequila.
“Jesús”, dice Cady, temblando mientras muerde su pedazo del limón. “No tomo tequila desde la universidad.”
Le guiño el ojo y echo el pedazo de limón usado en mi vaso. “Vamos al borde del techo. Me gusta tener una perspectiva diferente siempre que puedo.”
Lidero el camino y Cady me sigue hasta el borde, el cual está protegido con barras de metal. Miro al paisaje y soy recompensado con una vista de la esquina de la calle Atlanta del centro desde ocho pisos de altura. Aunque es tarde, todavía hay bastante tráfico y da la impresión de ser un mar de luces rojas.
Cady se detiene a mi lado y se inclina para mirar. Observo su trasero y se ve fantástico ahora mismo, atrapado en esa falda de tubo.
“Todo se ve tan pequeño desde aquí arriba”, suspira Cady.
“Creo que ese es el tequila hablando”, digo yo y levanto mis cejas.
Cady me mira. “Sí, cierto.”
Cady desvía la mirada e inclina sus codos en la barra de metal más alta. Imito su posición y noto que solo soy unos centímetros más alto que ella. Cady es mucho más alta de las chicas con las que suelo salir, pero es agradable.
Cady me mira y bebe de su trago.
“¿Qué haces?” pregunta Cady.
“Soy un agente deportivo”, digo yo. “Pero solía ser un jugador de béisbol profesional.”
Sus cejas se elevan. “¿En serio?”
“Sip. Fui el jardinero central de los Atlanta Braves por tres años.”
“¿Por qué no sigues jugando?” pregunta Cady y ladea su cabeza.
Yo arrugo mi cara. “Me desgarré el manguito rotador. El doctor del equipo miró mi hombro y dijo que necesitaba cirugía. Eso fue todo, hasta ahí llegó mi carrera.”
“Jesús. Lo siento”, dice Cady, mirando mi hombro. Puedo sentir ese cálculo de nuevo, sus ojos grises escaneándome mientras hacen una especie de cálculo.
“Está bien. Puedo hacer algo que me gusta, así que no puedo estar muy molesto.” Bebo un trago de mi whisky y disfruto el ardor mientras trago. “¿Cuál es tu trabajo?”
“Soy abogada. Litigadora civil para ser exactos. Trabajo para Hansen & Felder.”
“Lo siento, pero no sé nada de leyes.”
“Somos una de las principales firmas de la ciudad”, dice Cady.
“Suena lujoso”, bromeo yo. Cady me mira y se ríe.
“Sí. No es muy romántico”, admite Cady. Su teléfono comienza a vibrar con insistencia en su cartera. “Ugh, por esto. Son las diez y media un viernes por la noche y sigo recibiendo llamadas.”
“Diles que fuiste temprano a la cama. Estabas enferma y querías descansar un poco.” Elevo mis cejas. “De esa forma también te cubres para mañana.”
De nuevo parece que quiere tomar mi consejo, pero una parte de ella duda.
“Oh, no lo sé…” dice Cady, arrugando su nariz.
“¿Sabes lo que necesitas?” pregunto yo.
“Hmmm, ¿ir temprano a la cama?”
“No, creo que necesitas bailar.”
“Oh, no lo sé, Jett…” dice Cady. Su lenguaje corporal es algo reservado.
“Esto no es bueno para nuestra relación, Cady”, bromeo yo. “Vamos, solo un baile.”
Cady me hace una mueca, pero me permite tomar su bebida y bajarla. Tomo su mano y noto lo delicada que parece y la llevo a un área donde hay varias personas bailando.
Cady está tiesa al comienzo, su cara parecía decir “puedo pensar en diez cosas que preferiría hacer en vez de esto.” Se mueve como si estuviera hecha de madera y apenas me toca.
Esto no servirá.
La giro gentilmente y acerco su cuerpo al mío. La música ruge y nos movemos con ella. Lento al comienzo y luego con más fuerza hasta que ella comienza a tocarme.
Sí, mierda , pienso. Dios, se siente bien .
Cady me sorprende al girar, deslizar sus brazos por mi cuello y besarme. Me sorprendo al comienzo, pero sus labios son tan suaves y dulces. Me invitaban.
La sensación va directo a mi pene y me pongo duro al instante.
Comienzo a liderar el beso, domino sus labios y a tocar su lengua con la mía. Sabe increíble, a menta fresca y vodka. Podría beber de sus labios por toda la noche.
Cady se retira, prácticamente jadeando. “¿Quieres ir a mi casa? No vivo lejos.”
Oh, diablos. Claro que quiero.
Pero Mason aparece en mi cabeza y lo arruina todo. Es muy fácil ir a casa con una chica y no volverla a ver .
La miro y sigo saboreándola en mis labios. Sería genial aceptar su oferta, ir a su casa y follarla hasta que salga el sol. Pero hay algo en ella que no me permite hacerlo.
¿Así se siente ser un caballero? Me pregunto yo.
“Sabes, no hay nada que me gustaría más que llevarte a casa y hacerte gritar mi nombre hasta que quedes ronca”, le susurro yo al acercarme. “Pero no creo que eso sea bueno para nuestra relación. No puedo llevarte a casa, no hemos tenido ni siquiera nuestra primera cita.”
Cady se pone roja como un tomate. “Yo… yo… debería irme…”
Cady saca el teléfono de su cartera y se voltea. Mi brazo se estira y la agarra, deteniéndola.
“No te vas a ir sin mi número”, digo yo. “Ni siquiera lo intentes.”
Le saco su teléfono de su mano, ignoro la mirada que me está dedicando. En unos segundos pongo mi nombre y mi número y luego me llamo a mí mismo. Mi teléfono comienza a sonar con “Swimming Pools” de Kendrick Lamar y luego le guiño el ojo.
“Ahora tengo tu número”, le bromeo yo y le regreso su teléfono.
“Aj, adiós”, dice Cady, volteándose.
No puedo resistir la oportunidad de agarrarla y volver a girarla hacia mí, presionar sus caderas con las mías y volver a reclamar su boca. Sus uñas se clavan en mi pecho, pero puedo notar que le gusta ser dominada.
La suelto y mis dedos pican con ganas por darle una nalgada. Honestamente, con esa falda de tubo prácticamente me lo está rogando.
“Ahora te puedes ir”, digo yo con una sonrisa.
Desearía tener una fotografía de su expresión, de indignación mezclado con interés carnal. La indignación ganó y ella me hizo una mueca y volteó. La vi escapar lo más rápido que pudo en esos tacones altos.
Me sueno los nudillos y pienso que debería haberla llevado a casa, al diablo con Mason.
Me muevo hacia la salida mientras ajusto el bulto en mis pantalones y miro alrededor. Mason y Alex no están por ningún lado. Típico .
Bajo lentamente por las escaleras y pienso en Cady. Su suéter rojo, su falda de tubo y sus tacones.
Sí, las mujeres son todas iguales… pero al menos alguien ha capturado mi interés.
Sonrío mientras bajo por las escaleras.
2
Abro mis ojos y gruño. No es solo la mañana, es la luz del sol en mi habitación. Milo, mi gato extraviado que se volvió mi compañero, ronronea y roza su barbilla contra mis dedos.
“Demoniooooooooooos”, digo yo, dando la vuelta. Milo me mira juzgándome con su ojo azul restante. El otro había sido cosido y ya se había curado. Es una mezcla de siamés y es demasiado snob para un gato que rescaté de un basurero fuera de mi casa.
A Milo no le importa que salí a beber anoche, Roza su barbilla contra mi mano, maúlla con su voz ronca y me ordena que lo acaricie. Acaricio su cabeza y Milo comienza a ronronear de felicidad.
“Eres el peor”, le digo a Milo. Él se sube a mi pecho. Incluso después de tenerlo por un año, Milo no pesa más de 5 kilos. “No te aprecio para nada.”
Milo amasa un poco la sábana y luego se baja. Regresa al borde de la cama y me mira con anticipación. Suspiro al verlo intentar llevarme a la cocina para darle algo de comida enlatada.
Читать дальше