Gabriel Barrella Rosa - Soy el silencio

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"Buscar acaso sea la vida misma,
o tal vez un escapismo un tanto loco,
mas la razón que al buscar le da el carisma
es encontrar, que es también morir un poco"

"Voy con mí mismo, solitario y paciente,
navego en el silencio buscando la luz,
limpiando mis llagas, vaciando mi pus,
me libero aquí y ya me siento valiente"

"Mi morada está oscura, vacía y tan fría,
no se escucha una risa ni se huele una flor,
pero es mi morada tan querida, tan mía,
que sólo mis ojos le dibujan color".

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Buscar es como vivir de la esperanza,

es beberse toda la fe hasta el hartazgo,

no desesperar con temprana tardanza,

enloquecer de alegría en cada hallazgo.

Y comenzar, otra vez, tras otra pista,

apartando un momento el logro flamante,

poniendo el oído, el olfato y la vista

a un novel fin del buscador caminante.

Buscar, para el hombre, siempre es aliciente,

quien no busca, no vive en realidad,

pero esa búsqueda queda en incipiente

si lo hallado no trae felicidad.

Buscar acaso sea la vida misma,

o tal vez un escapismo un tanto loco,

mas la razón que al buscar le da el carisma

es encontrar, que es también morir un poco.

IV

Balbuceos de los hombres no encuentran respuesta,

palabras separan pensamientos no distantes,

bajo un manto de silencio, el mundo se recuesta,

queriendo desertar con pasos ciegos y errantes.

Demandantes miradas que, buscando esperanza,

aún no encuentran el eco que quieren hallar,

mudan, rehúyen y expresan sólo desconfianza

pero si alguno gritara, lo harían callar.

La incomunicación, hoy enfermedad del alma,

la civilización es retroceso del ser,

¿Algún día podrá el hombre recobrar la calma,

si cada noche se hunde sin poder conocer?

V

Por no ver más allá de mis ojos

se me escapa del hombre su esencia,

y al buscar en la piel su conciencia

yo concibo tan solo despojos.

¡Ay! Montaña de picos nevados

que no enfrían tus blancos eternos,

desde aquí pareces poseernos,

mas el frío se queda a tus lados.

Y si el sol no derrite tu cresta,

aun calcinando en cada verano

cualquiera valle de él más lejano,

¿cómo sigue la nieve su fiesta?

Tan falaz resulta lo aparente,

tan corto de alma, cuerpo y razón,

si la duda no tiene un rincón

donde echar su promiscua simiente.

Arco Iris que engalanas el cielo

de colores que son rebeldía,

al mutar lo gris claro del día

la ilusión de tocarte es mi anhelo.

¿Dónde encuentro tu extremo en la tierra,

si el horizonte lo oculta lejos,

y al pasar otra cuesta, perplejos,

lo vemos arrullando otra sierra?

¿Serán mis ojos? ¿Yo veo o creo?

¿Es la razón buscando en el mundo,

un sentido real y rotundo?

¿La verdad o tan solo el deseo?

Espejismo que guardas distancia,

si no intento acercarme, tú existes,

de placer y sosiego te vistes,

y puedo olfatear tu fragancia.

Y el dilema que surge en torrente,

si buscar la verdad o dejarla,

si aceptar, perseguir o inventarla,

si dejar volar libre a la mente.

Escarbar superficies ya blandas,

ya macizas, mas siempre con fe,

o aceptar la imagen que se dé

sin siquiera tocar sus barandas.

¿Es más feliz el que busca en lo hondo,

o aquél que acepta lo obvio y lo toma?

¿Quien al mundo tornasol se asoma,

o quien sigue hasta llegar al fondo?

VI

Buscando mi razón en la locura,

ambas se ensamblen pero emancipadas.

¡Dos vértices que apuntan al desquicio,

al momento que a ideas meditadas!

¡Dos forzosos pilares de edificio

que sostienen inertes la aventura

de encontrar mi pasión en la cordura!

VII

El lamento enclavado en la condena

de vivir como alma en pena,

de sentir la soledad.

Llanto que nunca queda en apariencia,

que acompaña tu existencia

y sigue con terquedad.

Ilusiones, que naciendo en la espera,

no llegaron hasta afuera

y murieron sin edad.

Evasiones venciendo tu paciencia,

rompieron tu resistencia

ocultando la verdad

de saber que la vida hay que vivirla

sin dejarse arrollar por la tristeza,

comprender la mayor es la riqueza

de buscar la verdad, siempre seguirla.

VIII

La historia de un torpe navegante,

que ninguno hasta ahora narró,

quien llamaba a la proa “adelante”,

quien su barco jamás amarró.

Un marino que amaba la tierra,

un terrestre que estaba en la mar,

navegando añoraba su sierra,

él, que apenas sabía nadar.

Es la historia de un alma cautiva,

transitando su pena observando,

y al negarse a buscar la salida

tal vez siga otros mares surcando.

El sabor a salitre que, intruso,

al tiempo que le brota el lamento,

lo sitúa en su rol de recluso,

lo somete al dolor casi cruento.

No encontrando en las aguas caminos,

extrañando las rutas marcadas,

los bosques con acacias y pinos

y las aves con tristes tonadas.

No es su reino, tan solo es el lecho

donde en una ocasión dormitaron

pasiones que intactas desde el pecho

con soberbia energía explotaron.

Ya sumido en el mundo que impuesto

no le da ni la chance de ser

todo aquello en los planes supuesto

y que él mismo creyó merecer.

IX

Desafío de vida, es la búsqueda constante,

el atreverse a ingresar en terrenos prohibidos,

sin retroceder por la censura amenazante,

eligiendo cada uno sus actos permitidos.

Porque someterse a lo que los otros prohibieron,

sin siquiera a uno mismo plantearse el porqué,

es descansarse en lo que los demás eligieron,

es estar maniatado, pequeñito y sin fe.

Responder por sí mismo, eso sí es temeridad,

poder ser uno su Juez, su Fiscal, su Jurado,

el mundo sólo dedica al hombre hostilidad,

y Libertad es un bien que ha de ser conquistado.

Hoy todo es comodidad, ya nadie se involucra,

al sentir que el pensar es privilegio de genios,

al destinar el sudor sólo a aquello que lucra,

aunque sigan muriendo de uno en uno los sueños.

X

Vacilante se acercó, quizás midiendo,

en mis ánimos, mi grado de cordura,

yo no la vi hasta el instante en que, gimiendo,

ella me imploró, ocultando su amargura.

Como tiesa se quedó, siempre escondiendo

voluntad que le inquirí, ya con premura,

¿Quién eres mujer?, ¿Qué es lo que vas siguiendo?

Mas nada alteró su rígida postura.

Ella tentaba arraigarse en mi costado,

mi desconfianza crecía, ya severa,

mas, ¿qué perder, si yo ya estaba entregado,

al aceptarla cual mi fiel compañera?

¿Quién habrás de ser, ya instalada a mi lado?

¿Serás tú quien al fin termine la espera?

Yo me respondí, todavía exaltado:

¡Eres la duda, mujer! ¡Mi consejera!

XI

A veces siento que el mundo me amenaza,

que su índice me interroga duramente,

así el contacto restrinjo con la gente,

al no zafar de esa especie de tenaza.

He de buscar un hogar en donde, aislado,

tal vez sea yo, libérrimo infinito,

donde pueda conocer qué necesito,

donde sea sólo yo por mí juzgado.

Y el lugar, tan arraigado en esa parte,

a la que nunca aterrizan los extraños,

será mi mente, que aislándome de daños,

me mantenga mientras quiera muy aparte.

Mas, ¿Por qué vivir al fin tal aislamiento?

¿Por qué dejarme llevar por la condena

de no buscar lo que bien vale la pena?

¿Qué será de mí, si explorar no lo intento?

XII

Mil soles alumbran la noche del llanto,

sin hallar consuelo entre tanto dolor.

Mil coros entonan un lúgubre canto

que escolta uniforme la voz de un tenor.

Mil manos me cubren con un terso manto

y aun así preciso más hondo calor.

Domingo a la noche, mi angustia no aguanto,

¡Mil sombras gestan obstinado temor!

XIII

Instrumentos de viento y percusión

ensamblan una música serena.

El mar canta acariciando la arena.

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