Llegue entonces el día de la libertad y la venganza:
Llama entonces a tu pueblo, despierta entonces, mujer alemana,
¡Un buen Ángel para una buena causa! 18
Décadas más tarde, en la transición del siglo XIX al XX, cuando Walter Benjamin y sus amigos de infancia jugaban en los jardines del Tiergarten en Berlín, en los alrededores del monumento a la reina Luisa, todavía resonaban ecos de los poemas que cantaban las virtudes de la Reina-Ángel. Benjamin ha descrito con nostalgia los alrededores de las estatuas de la reina Luisa y de su marido Federico Guillermo III y el camino que desde su casa llevaba hasta ese rincón del parque que era su lugar preferido. Atravesando el antiguo canal de la línea de defensa (Landwehrkanal), bien por el puente ancho de Bendler (Crónica de Berlín), bien por el puente peatonal de Hércules (Infancia en Berlín hacia 1900), llegaba con su niñera al entorno de las estatuas de los reyes, unas estatuas que en su mente infantil parecían cobrar vida:
Pero al final de la Bendlerstrasse ya se abría el laberinto, al que no le faltaba su Ariadna; el laberinto en torno a Federico Guillermo III y a la reina Luisa, que sobre sus pedestales estilo imperio decorados con relieves, en medio de parterres de flores, parecían tratar de salir de allí y estar petrificados por los trazos mágicos que un pequeño canal escribía en la arena 19.
El Tiergarten no es solo el parque de los juegos infantiles de Benjamin, sino que representa para él la felicidad perdida y añorada, el sueño de un paraíso olvidado que resulta necesario recordar y traer de nuevo a la memoria, rompiendo «la semilla del silencio» que ha caído sobre él. El laberinto señalado por Benjamin se refiere al laberinto de los caminos del parque, y su Ariadna particular era su compañera de juegos infantiles, Luisa von Landau, que vivía enfrente del Tiergarten, muerta prematuramente y de la que él aprendió por vez primera lo que solo más tarde comprendería bajo la palabra «Amor».
Ya me he referido al comienzo de este capítulo a los ángeles como mensajeros de Dios que bajan del cielo a la tierra la corona de la monarquía para expresar la vieja idea de la teología política del origen divino de la autoridad de los reyes. En el caso de la monarquía prusiana, los ángeles son también el consuelo de las desgracias que afligen a los mortales, y especialmente a los monarcas. Por ello aparecen dominando el ámbito de lo privado en los palacios, como podemos ver en la descripción que hizo Theodor Fontane del palacete de Paretz en sus paseos por la Marca de Brandenburgo 20. Paretz se convirtió en un lugar de recuerdo porque había sido uno de los lugares más queridos por la reina Luisa. Casi al tiempo en que esta era enterrada en la gruta del parque de Charlottenburg, se puso en la pared del Tempel de Paretz la inscripción «¡Acuérdate de los difuntos!», haciendo del lugar un sitio de memoria y de culto de la familia real. En el lugar en que la reina había descansado tantas veces en su regreso a casa, se erigió un ángel de la Paz con la rama de palma y la corona de laurel. Y en la iglesia del pueblo, muy cerca del palacete (que parecía más bien una hacienda rural burguesa), se introdujeron varios cambios decorativos. Entre ellos, un cuadro de Schumann sobre el entierro de Cristo y que en aquella época trágica recordaba a los caídos de las guerras de liberación. Sobre el cadáver de Jesús lloraban desconsoladamente unos ángeles con expresión y rasgos humanos. Y en el sitio reservado a los reyes dentro de la iglesia se instaló un relieve de Johann Gottfried Schadow titulado «La apoteosis de la reina Luisa», una obra que no merece ningún respeto a Theodor Fontane, a pesar de reconocer el gran valor de Schadow como escultor. Fontane critica abiertamente la mezcla de símbolos cristianos y paganos que la hacen casi incomprensible y que confunde el plano de la religión con la política, como ocurría en los tiempos de Federico el Grande. Benjamin apreciaba la obra literaria de Fontane, y especialmente este libro de sus paseos por la Marca de Brandenburgo, y así lo hace saber de manera explícita en una de sus conferencias en la radio, en la que afirma que dicho libro no trata solo de descripción de paisajes o de palacios, sino también cuenta historias, anécdotas, antiguos documentos y retratos de personajes curiosos que ayudan a entender la región 21.
Otro elemento que contribuye a unificar las figuras de la Victoria y el Ángel es la representación del victorioso arcángel san Miguel y su utilización política en la época de las guerras napoleónicas para simbolizar la lucha entre el Bien y el Mal, entre las fuerzas prusianas y las francesas. En la tradición judeocristiana, el arcángel san Miguel ha tenido cuatro funciones a su cargo: en primer lugar, es el ángel de la Victoria que encabezó la lucha de las legiones angélicas contra Luzbel y los demonios rebeldes a Dios, y su nombre corresponde al grito de guerra «¿Quién como Dios?»; en segundo lugar, hereda la función de Psychopompos («guía de las almas»), que en la mitología griega/romana correspondía a Hermes/Mercurio; en tercer lugar, es el responsable en el Juicio Final de pesar las almas en la balanza para separar a los buenos de los malos, conduciendo a los primeros al cielo y a los otros al infierno. Y por último, en el Antiguo Testamento es protector del pueblo de Israel, más tarde protector de la Iglesia y, también especialmente, de los alemanes desde la época del Sacro Imperio Romano-Germánico 22. Claro que igualmente fue un símbolo nacional para los franceses, como lo demuestra la importancia del Mont Saint-Michel, aunque nunca llegó a ser declarado patrono de Francia.
En Berlín y su región hay al menos dos iglesias consagradas al arcángel san Miguel. Según señala Christine Goetz, la primera de ellas, en Berlin- Mitte, fue construida por August Soller desde 1851 a 1861 y destruida en 1945. En la parte más elevada de la fachada, ya sobre el vierteaguas del tejado, tenía una escultura del arcángel diseñada por August Kiss en 1861. San Miguel aparecía en una pose típica con las alas extendidas y clavando su lanza con la fuerza de los dos brazos en un dragón que representa a Lucifer. El arcángel lleva en el pecho un águila prusiana coronada, solo visible de cerca, lo cual muestra de nuevo la confusión de planos entre política y religión. La iglesia fue concebida para los soldados católicos de Berlín, de manera que este ángel prusiano de la Victoria adquiere sentido también en dicho contexto. Además, sigue comentando Christine Goetz, esta estatua fue repetida con frecuencia y en diferentes tamaños, desde su primera fundición en 1852 para un monumento triunfal de Prusia en Karlsruhe, donde la estatua del arcángel san Miguel tenía la misión de legitimar el ejercicio del poder militar prusiano en el estado de Baden 23.
La otra iglesia de san Miguel fue edificada en Berlin-Wannsee en 1926- 27 y constituye el primer templo católico que introduce el movimiento moderno, superando el historicismo de la época guillermina. La puerta es un bajorrelieve de madera creado por Otto Hirzberger en 1927 con rasgos casi expresionistas. Representa al arcángel con la espada de fuego no permitiendo la entrada al mal, en forma de un monstruo con tres cabezas 24.
Pero el edificio más importante en el tema que nos ocupa aquí, la reinterpretación de la diosa Niké como un ángel de la Victoria, es el construido por el gran arquitecto Schinkel en el centro de Berlín, a un centenar de pasos de la avenida Unter den Linden y junto a la Academia de Arquitectura, también obra suya: la iglesia de Friedrichswerder. Edificada entre 1824 y 1830, en ladrillo rojo y estilo neogótico, fue la primera iglesia de este estilo en Berlín, y alberga hoy el Museo de Schinkel. Lo que nos interesa es la profusión de ángeles en las puertas de entrada, varios de ellos ángeles de la Victoria, también los ángeles que decoran el interior y los vitrales y, de manera especial, las figuras de bronce y ladrillo sobre el portal principal. En la ilustración I-15 podemos ver la imagen central del arcángel san Miguel con las alas desplegadas y alanceando al diablo en forma de serpiente a sus pies. Las dos figuras de ángeles de la Victoria ocupan los huecos sobre los arcos ojivales y sostienen sendas coronas de triunfo. En realidad, estas figuras de ángeles son exactamente iguales que otras diosas Niké diseñadas también por Schinkel para celebrar la victoria de su rey Federico Guillermo III sobre las tropas francesas. Si además pensamos que la iglesia se construyó pocos años después de la victoria final sobre Napoleón, la equiparación entre la Niké y el Ángel queda clara: dentro de la teología política de la dinastía Hohenzollern se produce esta fusión entre elementos cristianos y del panteón griego. Además, se trata de una lucha sin cuartel entre el Bien y el Mal. La equiparación entre Prusia y su patrón el arcángel san Miguel, por un lado, y los franceses y el diablo como serpiente, por otro, nos lleva a ver la escena como un antecedente en el siglo XIX de otras guerras contemporáneas del eje del Bien contra el eje del Mal. Nada nuevo bajo el sol de la teología política.
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