Gabriel debutó en el Atleti en la temporada 2003-04, el 7 de febrero en Mestalla, y fue cedido la siguiente al Getafe, donde tuvo de técnico a Quique Sánchez Flores. De regreso al Vicente Calderón, estuvo dos temporadas más y en la 2007-08 firmó un contrato con el Real Zaragoza, club en el que permaneció y del que fue líder a lo largo de cuatro temporadas.
Regresó en 2011 con el entrenador de su debut, Gregorio Manzano, de nuevo en el banquillo colchonero para firmar uno de los periodos más destacados de la historia con siete títulos en siete años si le incluimos en la Supercopa de 2018. La Liga de 2014, la Copa del Rey de 2013, de la que será imposible olvidar su imagen con la bandera del Atleti en el centro del Santiago Bernabéu; dos Ligas de Europa, en 2012 y 2018; una Supercopa de Europa, en 2012, y una Supercopa de España, en 2014. Todos ellos con Diego Pablo Simeone al frente de la plantilla.
Desde luego que la Supercopa continental ganada al Madrid en Tallin también es bastante suya, aunque acababa de dejar la disciplina rojiblanca. Y como se la merece y el libro lo escribo yo, pues hago esa trampilla.
Resulta incomprensible que Gabi no fuera convocado para disputar el Mundial de 2014 en Brasil tras el temporadón que hizo aquel curso y la extraordinaria final de Lisboa, donde parecía que hubiera cinco jugadores del Atleti con el 14 sobre el césped del estadio Da Luz. Y más increíble que no debutara a lo largo de su carrera con la selección nacional.
El protagonista de este capítulo se despidió del club de su vida el verano de 2018 para jugar en el Al-Sadd de la Liga de Qatar y recibió un homenaje de la afición y de la entidad el 22 de diciembre de 2018 después del encuentro con el Espanyol bajo una pancarta que decía «Capitán y referencia».
A pesar de sus títulos, de su palmarés, de las banderas en el Bernabéu, de los abrazos y homenajes, cuando se le pregunta por «su momento atlético», contesta que fue aquella noche de tormenta en el Calderón. Aquella en la que aprendió qué es de verdad ser «uno de los nuestros». Una noche en la que no pudo ser una casualidad que el cielo se abriera sobre nuestras cabezas.
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MILINKO PANTIC, SANTO Y SEÑA DEL DOBLETE
Milinko Pantic, uno de los símbolos del doblete de la temporada 1995-96. Para los que piensan que el doblete es un bar que había en el fondo sur del Vicente Calderón o que debido a su edad no lo saben, con esta palabra se denomina la consecución de la Liga y la Copa del Rey por primera vez en los entonces 93 años de vida que tenía el club.
«Sole» Pantic, que metía goles a balón parado y nos salvó la cabeza de cabeza en una tarde de abril de 1996 en el estadio de La Romareda, en Zaragoza, en una prórroga agónica, ante el Dream Team de Johan Cruyff y de Pep Guardiola. Con la testa y a pase de Geli. El hombre de la derecha precisa metió el gol de su vida de cabeza. Paradojas colchoneras. Otra más.
El centrocampista, nacido el 5 de septiembre de 1966 en la ciudad serbia de Loznica, llegó en la pretemporada del verano de 1995 de la mano de otro serbio, Radomic Antic (ver capítulo 30), también vinculado como jugador y técnico a uno de los grandes clubes del fútbol balcánico, el Partizán de Belgrado.
Procedente del Panionios griego, el nombre del nuevo 10 rojiblanco no decía nada a la afición española e, incluso, él mismo ha reconocido que hubo gente que pensó que se trataba de un familiar que su paisano y entrenador había «colocado» en la plantilla. No vivía el club sus mejores momentos deportivos y la afición no salió precisamente a la calle a vitorear a aquel centrocampista del que apenas tenía referencia.
Los años anteriores, el Atleti había estado más cerca del descenso que de lograr una plaza en las competiciones continentales: en la temporada 1993-94 se había clasificado duodécimo y en la 1994-95, decimocuarto. En aquellos años en los que los jugadores y los técnicos entraban y salían sin pena ni gloria y con tres temporadas ya desde el último título, la Copa del Rey de 1992, nadie podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.
Y en ello tuvo un papel determinante Pantic.
El centrocampista de Loznica, acompañado por la gran calidad de los Caminero, Simeone, Kiko y Vizcaíno, entre otros, fue uno de los ejes del centro del campo en la medular rojiblanca, uno de los que tomaban las decisiones y que con su extraordinaria pierna derecha servía saques de esquina y faltas a diestro y siniestro. De esos que ven las cosas antes que los demás y que es la mejor ayuda de un entrenador, en este caso de Antic, gran aficionado al ajedrez. Algo tendrían que ver su táctica y estrategia a la hora de sacar un gran partido a cada peón, caballo o alfil de una plantilla corta. El equipo logró aquel curso del doblete casi la mitad de sus goles en jugadas a balón parado.
La temporada siguiente, la escuadra regresó a la máxima competición europea con toda la ilusión del mundo después de haber conseguido un hito en su historia. La base del conjunto de la campaña 1995-96 permaneció en el club bajo la dirección del serbio e hizo soñar a los aficionados con la consecución de la Copa de Europa. Sin embargo, tras una gran fase de grupos, el club de la ribera del Manzanares caería en una noche aciaga frente al Ajax en la prórroga y tras fallar Juan Eduardo Esnáider un penalti en la vuelta en el Calderón que nos dejó fuera en cuartos de final. Yo creo que aquel día empezó un declive que nos condujo a Segunda en 2000.
Uno de los mejores recuerdos que quedan de aquella competición continental tiene también como protagonista a Pantic, quien en Dortmund marcó otro tanto histórico. En este caso no por ser decisivo como el de La Romareda, sino por la belleza del mismo. Fue en la cuarta jornada de la fase de grupo cuando el Atleti visitó Alemania. En una falta que le habían hecho a Toni Muñoz en la banda izquierda, y a dos metros del área del Borussia, Milinko colocó la bola al segundo palo de forma magistral para culminar la remontada iniciada minutos antes por Roberto Fresnedoso y finalizar con una victoria ante el campeón alemán y a la postre campeón europeo en 1996. Siempre quedará el consuelo de habernos impuesto en su campo al vencedor de la competición.
Pantic, una persona orgullosa y que habla seis idiomas, dejó el club en 1998 y se hizo cargo del filial en 2011. Su calidad y, sobre todo, su humildad y compromiso son recordados en cada partido, antes en el Calderón y ahora en el Metropolitano, con un ramo de claveles que deja Margarita Luengo (ver capítulo 42) junto a un córner del fondo sur. Y pobre del que lo toque.
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VICENTE CALDERÓN NO FUE SOLO UN ESTADIO
Vicente Calderón es uno de los presidentes que han marcado la historia del club. Un hombre que modernizó la entidad, la llevó a sus máximas cotas deportivas y terminó las obras del estadio que durante 51 años fue la casa del equipo y llevó su nombre, si bien en sus primeros años el recinto se denominó del Manzanares .
Don Vicente estuvo al frente del club en dos ocasiones y en las dos se hizo cargo del Atleti en una situación precaria. Cual «señor Lobo» —que resuelve todo tipo de problemas—, Calderón tuvo que dirigir la entidad en dos momentos muy complicados.
Su primera etapa le llevó a vivir parte de sus mejores años, la que empezó en 1964 y finalizó en 1980, y en la que se enfrentó a numerosos problemas para terminar la construcción del Manzanares que sustituiría al antiguo Stadium del Metropolitano, un recinto que se encontraba entre el final de la avenida de la Reina Victoria y la zona de los colegios mayores de la Universidad Complutense.
Calderón solventó problemas administrativos y económicos para que el Atleti se mudara de estadio; entre otros, tuvo que pelear para que una parte de las tribunas ya levantada no tuviera que ser derribada debido a un contencioso por unos problemas de canalización y cimentación.
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