El centro de la personalidad es el cuerpo astral, el cuerpo de los deseos; de ahí provienen todas las sugestiones, los impulsos que nos influencian negativamente. El cuerpo astral impulsa y el cuerpo mental efectúa las combinaciones y composiciones precisas para satisfacerle. Esto es lo que debéis comprender. Nuestros deseos son los que dictan nuestro comportamiento; y, aunque el intelecto es superior a ellos y capaz de detenerlos e imponerse, se pone a su servicio. ¿No es verdad? Mirad: el mundo entero pone su inteligencia al servicio de sus deseos, de sus pasiones, de sus apetitos. Toda la instrucción, todos los conocimientos, toda la riqueza cultural que el hombre posee, lo pone al servicio de algo oscuro, gris, sombrío, que no se sabe de donde procede, de un lugar subterráneo y tenebroso... La gente más instruida, más sabia, más erudita está al servicio de fuerzas y de impulsos poco claros. Esta es la triste realidad y sino me creéis, comprobadlo.
Cuando el cuerpo astral se ponga al servicio del intelecto, o mejor aún, cuando el intelecto esté al servicio del alma y del espíritu, se producirá la perfección... Y ésta es precisamente la función de la oración: someter el cuerpo físico, astral, mental, es decir la trinidad inferior que piensa, siente y actúa egoístamente, a la trinidad superior que también piensa, siente y actúa pero divinamente, para el mundo entero. La mejor oración que podemos hacer es pedir que la individualidad se adueñe de todo nuestro ser. Mientras la personalidad esté ahí, tratando de imponerse, aunque la individualidad consiga infiltrarse de vez en cuando para darnos buenos consejos o concedernos sus bendiciones, no puede mantenerse porque la personalidad es la que mantiene el poder. Por esta razón nada se puede arreglar... Es cierto que la individualidad consigue de vez en cuando ayudarnos, proyectar sobre nosotros chispas e inspiraciones que nos deslumbran, pero ello no dura mucho tiempo: pasado el momento se retira porque el ser humano prefiere seguir relacionándose con la personalidad.
Algunos dirán: “Pero esto es idiota, no tiene sentido, no es verdad, no lo creo”, y seguirán viviendo la vida de la personalidad. Bueno, que hagan lo que quieran. Un día verán donde estaba la verdad, pero hasta entonces, ¡cuánto tiempo perdido! Por eso es preferible aceptar la verdad enseguida... Sí, aceptarla y ejercitarse para avanzar, sin reparar en obstáculos. Ello no quiere decir que os convirtáis de pronto en una divinidad, claro que no. Caeréis, os levantaréis, volveréis a caer, os volveréis a levantar... os desalentaréis, después recobraréis el ánimo... hasta que al fin la conciencia divina, impersonal, la conciencia de la individualidad se asiente y adquiera consistencia.
2Ver “El verdadero matrimonio” (Lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, tomo 8 de las Obras completas).
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