1 ...6 7 8 10 11 12 ...19 —Me ha quedado muy claro desde la primera vez que me lo ha dicho, señor Márquez. Por cierto, no es cortés que cuando se está hablando con otra persona no se le mire a la cara.
—¡Cállese, por favor! Tengo demasiadas cosas en qué pensar, para empezar una discusión con usted.
El silencio se hizo en el interior del coche. Stacy se mordió la lengua por el momento, pero en cuanto pudiera, le cantaría las cuarenta a su engreído jefe. Era un desprecio que él no la mirara cuando se dirigía a ella.
Alessandro intentaba mantener la compostura, pero la cercanía de Stacy y su aroma, lo estaban volviendo loco en el reducido espacio del vehículo. No se atrevía a mirarla, porque si ponía los ojos en ella, no sería capaz de evitarlo y acabaría besándola. Antes de entrar en el coche, se había dado cuenta de cómo los rayos del sol de la mañana la envolvían en un halo de misterio; al instante, sintió una tensión palpitante en la entrepierna. No tenía ni idea de cómo iba a soportar tanto tiempo con ella en el vehículo.
Mentalmente, soltó una larga ristra de imprecaciones. Tenía una reunión importante en la que pensar, y su mente no hacía otra cosa que jugarle malas pasadas pensando en Stacy Petersen. Y maldijo la hora en que la había hecho viajar con él, pero ahora era demasiado tarde y ya no podía hacer nada, debería tener la suficiente fortaleza para no sucumbir a sus encantos, a fin de cuentas, era un hombre sano y fuerte al que le gustaba disfrutar del sexo.
Cerca de la una y media de la tarde, un impresionante palacio se empezó a ver en el horizonte. Stacy se quedó mirando hipnotizada la hermosa construcción que iba apareciendo ante sus ojos. Cuando el coche se fue acercando, pudo ver que realmente era un palacio. Era un edificio de tres plantas, emulando un palacio mozárabe pintado de blanco y grandes ventanales. El vehículo aparcó, y vio una gran fuente de la que brotaba agua. El conductor abrió la puerta y la ayudó a bajar, entonces, percibió el relajante sonido del agua de la fuente y el olor a flores exóticas del enorme jardín que rodeaba la propiedad.
Alessandro estaba bajando del coche, cuando dos mujeres con túnicas blancas y el rostro cubierto con velo, se acercaron a ellos. Hicieron una reverencia y en un inglés bastante fluido, pidieron que las siguieran, que el jefe ya las estaba esperando.
Entraron en el interior y agradecieron el fresco; fuera, ya hacía demasiado calor. Stacy se iba fijando en cada detalle, todo estaba decorado con lujo, pero sin ser demasiado recargado.
Poco después, Alessandro y Stacy estuvieron delante de una puerta corredera. Una de las empleadas les dijo que esperaran, mientras avisaba a su jefe de que habían llegado, mientras la otra iba a la cocina a por un refrigerio.
Stacy y Alessandro entraron en cuanto la mujer les indicó que podían pasar. Hakim-Al-Jasser, estaba sentado tras un gran escritorio y se levantó para recibirlos.
En cuanto Stacy entró en la estancia, se quedó paralizada, diciéndose que ese hombre no podía ser el jeque. Ella se había imaginado a un viejo, pero el hombre que tenía ante sus ojos era una maravilla de la naturaleza, después de Alessandro, pensó. Era un hombre alto, moreno y de piel aceitunada. Un rostro hermoso, enmarcado por unos ojos verdes que enloquecerían a cualquier mujer. Vestido con un traje blanco, camisa beige y corbata del mismo tono que el traje, resaltaba todavía más el tono de su piel.
Ella siguió observándolo, mientras Alessandro y Hakim se estrechaban la mano. Por unos momentos, se quedó petrificada en el suelo, sin saber qué hacer. Fue entonces, cuando la voz de Alessandro la devolvió a la realidad.
Al darse cuenta de su presencia, Hakim posó sus ojos sobre ella y él se quedó impactado al verla. Stacy le pareció la mujer más hermosa que jamás había visto. Aunque el traje pantalón rosa pálido que llevaba era discreto, él pudo diferenciar las suaves curvas de su cuerpo. Decidió que tenía que conocer más a fondo a esa mujer, ya que estaba muy intrigado.
La voz de Alessandro penetró en su atribulado cerebro, al decirle:
—Esta es mi secretaria, la señorita Stacy Petersen. Ella tomará nota de los puntos más importantes de la reunión.
—Estupendo —dijo Hakim—. Encantado de conocerla.
—Para mí también es un placer conocerlo, señor Al-Jasser —respondió Stacy.
—Espero que el viaje haya resultado agradable.
—Sí, ha sido confortable —respondió Alessandro, y Stacy asintió.
—Shira nos servirá un refrigerio, y después empezaremos con la reunión, si le parece bien, señor Márquez.
—Por supuesto, señor Al-Jasser.
Una hora más tarde, los tres estaban enfrascados en la reunión. Stacy no dejaba de darse cuenta de las miradas de advertencia que de vez en cuando le lanzaba Alessandro. Como si temiera que, en cualquier momento, ella pudiera meter la pata. Pero hasta ahora, no había hecho más que comportarse con profesionalidad, tomando notas, sentada en uno de los mullidos sofás del despacho de Hakim.
Alessandro intentaba concentrarse en la maldita reunión, pero le estaba costando. Desde que habían entrado en el despacho del jeque, se dio cuenta de cómo este miraba a Stacy, y una ráfaga de celos lo invadió por dentro, pero no tuvo más remedio que controlarse. Como temió en un principio, Stacy había despertado el interés de Hakim. Pero no podía echarle la culpa a Stacy, ella estaba comportándose mucho mejor de lo que hubiera pensado.
Sobre las tres de la tarde, salieron del despacho y Hakim los condujo hacia una de las estancias más cómodas del palacio. Sentados en mullidos cojines esparcidos por el suelo, comieron una deliciosa comida típica del país, mientras Alessandro y Hakim charlaban de nada en particular. Pero Alessandro se daba cuenta de las veces que el hombre miraba a Stacy intentando disimular, pero miradas que a él no le pasaban desapercibidas. Decidió que no quería a Hakim cerca de Stacy.
A las seis de la tarde, subieron al coche con la promesa de que, en los próximos días, Hakim los acompañaría a conocer mejor el país. Aunque Stacy no dijo nada, la expresión de sus ojos lo decían todo, estaba más que contenta por la compañía del jeque, mientras Alessandro se estaba volviendo loco, intentando controlar los celos que le invadían. Stacy no era nada suyo, y no tenía derecho ninguno a entrometerse en la vida de ella, pero desde el momento en que la vio en su despacho, decidió que la quería para él, no soportaría ver a Stacy al lado de otro hombre.
Cuando ya llevaban un rato en marcha, Alessandro la miró y ella al notar el peso de su mirada volvió la cabeza para mirarlo, entonces, él dijo:
—Tengo que felicitarla, ha estado a la altura de mis expectativas. Pensé que me echaría a perder este negocio.
—Ya le he dicho que no iba a tener ninguna queja sobre mí.
Él asintió y continuó diciendo:
—En cuanto llegue a la oficina, quiero que exponga una buena presentación de las notas que ha tomado de la reunión.
—Tendré el trabajo listo lo antes posible.
El silencio volvió a reinar en el interior del vehículo, e hicieron el viaje de regreso en total silencio. A Stacy le estaba resultando agobiante, aunque llevaban puesto el aire acondicionado, ella se sentía acalorada, y la presencia de Alessandro a su lado, no ayudaba demasiado. Intentó olvidarse de su presencia, pensando de nuevo en Hakim, aparte de que era un hombre muy atractivo, era amable y encantador, todo lo contrario de Alessandro, que siempre la hacía sentirse inferior.
Llegaron al hotel cuando ya estaba anocheciendo, bajaron del coche y entraron en el edificio. Stacy fue directa hacia los ascensores para subir a la habitación, deseaba darse un buen baño, cambiarse de ropa y descansar. En cambio, Alessandro se dirigió al restaurante del hotel a tomarse una copa, necesitaba quitarse de la mente a Stacy. Pero sentado en la barra y con su segunda copa de whisky doble, se dio cuenta de que le iba a ser imposible. Su aroma lo seguía volviendo loco y no podía dejar de pensar en ella. No había ayudado el hecho de tenerla a su lado casi todo el día. Menos mal que ella estaba en la habitación y esperaba que para cuando él subiera ella estuviera durmiendo, era temprano, pero debía estar agotada.
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