Juan María Laboa - Integrismo e intolerancia en la Iglesia

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan María Laboa - Integrismo e intolerancia en la Iglesia» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Integrismo e intolerancia en la Iglesia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Integrismo e intolerancia en la Iglesia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Cómo reacciona la Iglesia ante una sociedad plural, libre, no sometida a sus mandatos, y ante una comunidad creyente más autónoma y más consciente de la libertad de conciencia y de sus derechos dentro de la Iglesia? ¿Cómo debe actuar sin renunciar a sus aspiraciones de universalidad?El integrismo, cuando no ha sido controlado, ha sido y sigue siendo una actitud bastante espontánea en la sociedad creyente, pero que puede resultar inquietante y deletérea para la vida comunitaria, empobrecedora, disgregadora de la comunión eclesiástica. En estos dos últimos siglos, no pocos obispos, sacerdotes y laicos integristas han debilitado la convivencia gravemente. Históricamente, la mayoría de los cismas eclesiales se deben a los integristas y, aunque parezca lo contrario, no tanto a los progresistas; aunque no cabe duda de que la intolerancia puede darse con la misma intensidad en un lado y en otro…En este libro, el sacerdote e historiador Juan María Laboa presenta cómo se ha vivido históricamente el pluralismo sin dañar la comunión. La secularización y el pluralismo han marcado de manera relevante la situación religiosa actual, y este reto afecta también a la identidad cristiana y a la convivencia dentro de la Iglesia. Estudiar y reflexionar sobre el integrismo ayuda a comprender mejor el ayer, el posconcilio y la situación actual.

Integrismo e intolerancia en la Iglesia — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Integrismo e intolerancia en la Iglesia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Durante la celebración del Vaticano II, la actitud agresiva de la minoría contra las propuestas teológicas, morales y prácticas de la mayoría, al acusarles de ser herejes peligrosos y de intentar destruir la Iglesia, reflejó lo que ha sido el modo habitual de actuar de los intransigentes católicos a partir de la Revolución francesa, talante que, por desgracia, se han impuesto en la vida de la Iglesia a lo largo de los dos últimos siglos.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la Iglesia vivió «tiempos recios», en expresión de santa Teresa de Jesús. No fueron capaces de afrontar con calma y visión de futuro tantos retos a la práctica de gobierno eclesial, a los métodos exegéticos y a la cristalización de tradiciones y costumbres, de forma que consideraron inaceptables la propuesta de renovar el estudio de la Escritura, de reconocer la mayor responsabilidad de los laicos, una adecuada purificación de costumbres y tradiciones, presentes en la vida de los cristianos. Dentro de la Iglesia actuaban personas con sentido eclesial y capacidad de diálogo, como Lagrange, Batiffol, Murri y tantos otros. Todos fueron silenciados o condenados. La Iglesia se convirtió en un gueto donde el clima de defensa a ultranza exigía el pensamiento único en cuestiones opinables, discutibles o de sentido común. Se organizaron instituciones de espionaje y se multiplicaron las acusaciones y delaciones anónimas. El clima resultó irrespirable. Naturalmente, se dieron posturas discutibles y afirmaciones contrarias a la tradición más fundante de la Iglesia, pero fueron excepciones frente a los numerosos clérigos y laicos conscientes de la urgencia de poner al día la Iglesia de acuerdo con la tradición y el Evangelio. La reacción fue brutal, obra de una mentalidad cerrada, incapaz de dialogar o de aceptar los derechos de los creyentes a una fe que no se opusiera sin más a los descubrimientos de las ciencias, a los logros de la civilización contemporánea, al reconocimiento de los derechos humanos.

El modernismo nos sitúa ante la pregunta sobre la capacidad del cristianismo de encarnarse en cada tiempo, de comprender con agilidad el «signo de los tiempos». A primera vista, los rápidos cambios en la cultura y en las costumbres sociales, tan propios de nuestros dos últimos siglos, sorprenden a la Iglesia a contrapié, sin capacidad de reaccionar, de forma que la primera respuesta siempre es negativa, condenatoria. El Syllabus y la Mirari vos, documentos de Pío IX y Gregorio XVI, han quedado en la historia como ejemplos de una actitud retrógrada, incapaz de comprender la evolución de la cultura y de los métodos científicos, la evolución de unos pueblos que gozaban con la democracia, las libertades, la bonanza social, a pesar de las dificultades existentes.

Esta reacción no indicaba que no hubiese en el cristianismo numerosos creyentes presentes entre los exponentes más cualificados de estos cambios, pero quienes se imponían eran los más conservadores, los más integristas. En general, la curia romana participaba de una mentalidad propia del Antiguo Régimen, en una sociedad uniforme y confesional, en la que resultaba impensable la libertad de pensamiento, el pluralismo, la libertad de conciencia. Formados en una filosofía escolástica ya caduca y en una teología en la que la historia de la Iglesia, los estudios bíblicos y la patrología mantenían unos métodos ya superados, les resultaba espontáneo condenar cualquier novedad. El siglo XIX resultó desconcertante para la vida eclesial, con unos papas que no fueron capaces de abordar y reconocer la nueva situación. León XIII comenzó a renovarla, pero el pontificado de Pío X supuso un severo retroceso.

Otro tanto habría que decir de las numerosas actuaciones contra teólogos renovadores en tiempo de Pío XII. Los dominicos Congar y Chenu y los jesuitas De Lubac, Daniélou y Rahner tuvieron que abandonar la enseñanza y retirarse a los jardines de invierno, sin recibir una explicación adecuada, sin un diálogo en el que pudieran defender sus puntos de vista. Eran condenados o marginados por la autoridad, aunque con frecuencia las personas que lo decidían no tenían verdadera autoridad científica o eclesial. Todos ellos y otros menos conocidos, pero también marginados, fueron, años más tarde, los puntos de referencia de la teología del Vaticano II.

Pero no cabe duda de que el Vaticano II ha supuesto la prueba más dramática para una Iglesia acostumbrada a cambiar sus ritmos, a modificar sus prácticas y costumbres, a presentar clarificaciones de sus doctrinas, de manera infinitamente pausada. Existe un dicho popular largamente vigente que expresa esta actitud que puede resultar perversa: «Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer». Todavía hoy, este planteamiento continúa vigente. El posconcilio, a partir de mediados de los sesenta, supuso para esta mentalidad el descalabro de tradiciones y costumbres, identificadas a menudo por ellos con la sustancia y la entraña religiosa. El integrismo se parapetó en la defensa del latín o del alzacuellos o de costumbres o detalles semejantes, como si de ellos dependiese la persistencia del cristianismo. Naturalmente, han defendido también con el mismo ardor exclusivista una interpretación, una escuela teológica, una visión antropológica frente a otras igualmente plausibles, incluso aceptadas oficialmente por la Iglesia. El tradicionalista Lefebvre, por ejemplo, preguntado por lo que significa aceptar el Concilio según la tradición, respondió que no basta con integrar ambas realidades, pues en el Concilio «hay textos ambiguos [...] pero también textos abiertamente en contraste con la tradición que no es posible de ninguna forma “integrar”. Esos textos donde “el acuerdo se hace imposible” son: la Declaración de libertad religiosa, el decreto sobre el ecumenismo y el de la liturgia».

Esta prueba se ha saldado, por una parte, con el rechazo del Concilio por parte de algunos grupos de cristianos (de los cuales el más conocido es el de Mons. Lefebvre) y, por otra, por la relectura del Concilio por parte de los que fueron minoría en el Concilio y que mantuvieron en la curia romana buena parte de su poder. Medio siglo después, con la excusa de que existe el peligro de una interpretación del Concilio que rompe con la tradición, se sigue tratando de volver atrás en planteamientos eclesiológicos, litúrgicos o morales. Probablemente, esta actitud incluye el convencimiento de que solo Roma o, al menos, el mundo latino mantiene la plenitud de la ortodoxia y de la comprensión e interpretación auténtica del cristianismo, por lo que se ve con cautela cualquier movimiento que salga de lo que llamamos el Tercer Mundo. De forma que, aunque la curia romana se internacionalice y el conjunto de la Iglesia resulte más ecuménico e intercultural, la última decisión doctrinal y jurídica se mantiene en manos de «los de siempre».

En nuestros días, en esta acelerada vuelta a un pasado indeterminado, que siempre coincide con los gustos de los fundamentalistas, se ha afirmado que no es necesario celebrar la misa de cara al pueblo creyente, porque «lo importante es permanecer de cara a Dios». Se trata de una marginación real del laicado, es decir, de la inmensa mayoría de los creyentes. Solo se tiene en cuenta el parecer de una élite, de un grupo especial que no coincide con todos los obispos, sino solo con aquellos que responden a una mentalidad periclitada, pero todavía presente, que piensan y actúan como si no hubiese pasado nada en una sociedad que cambia día a día.

En esta situación conviene examinar el uso y abuso de los nombramientos episcopales en España a partir de 1980 en función de un designio tan simple como preciso: nombrar obispos de una sola mentalidad y sensibilidad, seguros, que respondan sin dudar a los deseos de Roma. Y al hablar en este contexto de Roma no nos referimos al centro de comunión eclesial, sino a una mentalidad y una interpretación reduccionista del Concilio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Integrismo e intolerancia en la Iglesia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Integrismo e intolerancia en la Iglesia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Integrismo e intolerancia en la Iglesia»

Обсуждение, отзывы о книге «Integrismo e intolerancia en la Iglesia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x