Definitivamente los planteamientos presentados sobre las dinámicas de la vida familiar en Antioquia y el Eje Cafetero reflejan la importancia de reorganizar la información que se tiene sobre la familia actual en la región y por ende, buscar la influencia que se alcanza a nivel nacional. Lo anterior compromete a ahondar en información que proporcione mayores elementos a los diagnósticos y estadísticas sobre la familia del momento.
Históricamente, la familia santandereana presenta elementos característicos que la hacen singular, tal como lo afirman Useche y Lamus (2005) al plantear que Bucaramanga presentó un gran desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial, por cuanto se puso a tono con la globalización que imperaba en el mundo. El desarrollo de la economía era fuerte, solidificándose en diferentes actividades que permitían que las familias asumieran diversas prácticas en el campo y posteriormente en la industrialización de la ciudad, aspecto que involucró enérgicas migraciones hacia la parte urbana en la búsqueda de mejores oportunidades para la familia.
La población santandereana exhibe diversas características en sus prácticas cotidianas. Se reconocen como una raza pujante y emprendedora, con una energía vital que posibilita el desarrollo sostenible de sus municipios. Al respecto, Mendoza-Mindiola (2006) resalta la idea según la cual “los habitantes de Santander para mantener su autarquía e independencia son muy disciplinados en el trabajo y, simulando a la hormiga, ahorran en tiempos de abundancia para resistir las épocas de escasez” (p. 153).
En la misma línea, Gutiérrez de Pineda (1994) describe la manera como se expresa el santandereano con un lenguaje fuerte, franco y directo, donde es común que las mujeres asuman una postura de obediencia ante el varón. Esposas e hijas conviven socialmente con el ejercicio de la personalidad básica agresiva de los hombres, pues una actitud desafiante destruiría sus valores y el ajuste tradicional hacia la institución familiar.
Lo anterior no desconoce que, con el desarrollo ideológico y cultural, la mujer santandereana viene ganando un reconocimiento y posición que la dimensiona como ser social, conquistando terrenos en el campo laboral y económico de la zona. Tal es el caso de la posición a nivel de las relaciones familiares donde se crean particulares lazos de convivencia entre los miembros del sistema, que según lo expuesto por Jurado (2012), se centra en la figura paterna sin excluir a la mujer.
Es así como, producto de los cambios estructurales en las dinámicas familiares, los adolescentes presentan también sus propias dinámicas en el ser y el hacer en sus comportamientos. El joven santandereano puede expresarse en el hogar con un lenguaje grosero y sus modales pueden ser toscos y rudos. Por su parte, las niñas empiezan a moldear su carácter reflejándose en la figura materna, su papel es secundario en la familia y desde allí su formación le permite adquirir herramientas para conformar su propio hogar (Jurado, 2012).
Por lo que se refiere a la contemporaneidad, la familia santandereana denota cambios ostensibles en sus prácticas, aspecto que hacen visible Lamus y Useche (2002) al investigar sobre la maternidad, paternidad y manifestaciones en las pautas de crianza de padres en la región, especialmente las que se relacionan con prácticas disciplinarias que expresan cambios, rupturas y continuidades de la familia con respecto a las características tradicionales ya identificadas por Gutiérrez de Pineda.
En general, estos autores afirman que en la actualidad coexisten diversas representaciones acerca de la maternidad y la paternidad. Al final del siglo xx se inicia el resquebrajamiento de la cultura patriarcal, gracias a esto es posible encontrar padres más afectuosos con sus hijos, mientras las madres siguen construyendo nuevos roles sociales.
Retomando el propósito de la investigación, se debe subrayar que el concepto de familia ha tenido múltiples significados a lo largo del tiempo, algunos de ellos orientados desde la perspectiva de ley y otros en relación con las condiciones que afectan su naturaleza y todo tipo de determinaciones.
Desde diversos escenarios la noción de familia ha logrado convocar a expertos de distintas disciplinas para discutir y debatir públicamente acerca de los referentes tendientes a garantizar su naturaleza, esencia y derechos constitucionales; sin embargo, más allá de esas deliberaciones es conveniente reflexionar sobre las peculiaridades que han marcado su desarrollo, sin perder de vista que las transformaciones tienen un fondo histórico y no emergen espontáneamente.
El recorrido por el análisis de los legados de la familia colombiana permite deducir que su organización, funcionamiento y estabilidad a lo largo del tiempo han sido marcadas por el fenómeno social de la inmigración, cuyos efectos étnicos, culturales, políticos y sociales trastocan los ideales familiares y sociales. Paradójicamente, el flujo migratorio en la familia es ancestral y vigente, en su mayoría atañe al cambio del entorno residencial debido a las cuestiones laborales y la búsqueda de nuevas oportunidades unidas al desplazamiento forzado por la reciente historia de violencia, exacerbando complejos modos de relación subyacentes al proceso de transformación social.
A raíz de esto, es posible pensar que los miembros de las familias en las diversas regiones del país se caracterizan por mantener rasgos de creatividad, innovación, emprendimiento, audacia y valentía para sacar adelante las obligaciones que contribuyen al desarrollo sostenible del sistema familiar, el cuidado y la protección, aun cuando sus tradiciones se hayan visto expuestas y permeadas por el fenómeno de la modernización.
Por otro lado, se puede afirmar que la familia colombiana navega entre las miradas tradicionales frente al mundo y los nuevos órdenes del momento actual, siendo expuesta a factores sociales que la hacen potencialmente receptora de conflictos y patologías en torno a la violencia, inequidad de género, adherencia a grupos armados, consumismo desmedido y contaminación. Sin lugar a duda, las nuevas ideologías y exigencias de la sociedad demandan mayor nivel de atención y responsabilidad en la familia, debido a los conflictos afectivos que se pueden originar, sobre todo al momento de ejercer la crianza de los niños, niñas y adolescentes.
Como se ha descrito, un elemento central en la caracterización de la familia moderna colombiana deviene de la estructura familiar. Es evidente el aumento de uniones consensuales tanto legales, como de hecho, el incremento en las separaciones conyugales, la monoparentalidad y el madresolterismo, paralelo al elevado número de hijos por fuera del matrimonio. Dichas tipologías contrastan con la representación que se tiene de la familia tradicional como eje funcional y determinante en la formación de las nuevas generaciones.
En este contexto llama la atención el reconocimiento de la influencia que tiene la mujer en los nuevos roles de la familia, a propósito de la posición social, los procesos productivos y reproductivos asociados al control de la natalidad, el auge educativo y el empoderamiento laboral. La tensión tradición - modernidad muestra que la mujer continúa siendo quien regula las relaciones entre los miembros de la familia, es agente enculturizadora, conserva relación directa en el proceso de la crianza y patrones de ahorro familiar.
Para finalizar, cabe decir que el tema de la familia mantiene un eminente nivel de trascendencia social. No obstante, la identificación de las características que permiten el análisis de su estado evolutivo —incluyendo aquellas que posibilitan daño al entorno y amenazan la supervivencia del grupo familiar a largo plazo— deben propender porque la familia sea tenida en cuenta como un fin en sí misma y no como un simple medio para la conservación social.
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