Josemaria Escriva de Balaguer - Cartas (I)

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Con este volumen se inicia una serie de escritos inéditos de san Josemaría, dirigidos expresamente a los miembros del Opus Dei, pero que ayudan a iluminar el itinerario de toda vida cristiana. Contiene las cuatro primeras Cartas pastorales, gestadas durante sus primeros años en Madrid, y en ellas trata acerca de la llamada universal a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria: el trabajo, la vida de oración, la contemplación en medio del mundo, la inspiración cristiana de las realidades sociales, la libertad y responsabilidad del cristiano en sus actuaciones temporales, y el valor humano y cristiano de la amistad.

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¿De qué tratan estas Cartas?[6] Aunque no siempre abordan un tema de modo monográfico, puede esbozarse una clasificación según su contenido predominante, teniendo en cuenta que en muchos casos se intercalan amplias digresiones, reflexiones o recuerdos, sobre cuestiones diferentes, lo que quita a la exposición, como se ha dicho, toda impresión de tratado o de exposición sistemática.

Diez Cartas abordan aspectos o facetas del espíritu del Opus Dei, como la santificación de la vida ordinaria; la busca de la santidad y la vida de oración, siendo contemplativos en medio del mundo; la humildad, condición indispensable para crecer en la vida espiritual; el carácter secular de la vida y del apostolado de los miembros del Opus Dei; la libertad y responsabilidad en las cuestiones temporales; la santificación del trabajo; la misión específica del Opus Dei, en el contexto de la unidad y diversidad en los modos de participar los cristianos en la misión de la Iglesia; la vocación a la Obra, como llamada a santificarse en el propio estado; la santificación de la vida matrimonial y familiar; la labor de administración doméstica, condición para el desarrollo del espíritu de familia del conjunto del Opus Dei.

Otras siete se dedican a distintos aspectos del apostolado: el apostolado de amistad y confidencia, parte esencial de la labor evangelizadora de los miembros del Opus Dei; el apostolado con la juventud; el que se realiza a través de las labores de educación y enseñanza y de los medios de comunicación social; las características de las obras apostólicas promovidas por los fieles del Opus Dei; el compromiso de celibato y la disponibilidad para el servicio al apostolado; el inicio de la labor apostólica en nuevos países.

Cuatro más hablan del sacerdocio en el Opus Dei: de la necesidad de los sacerdotes para el desarrollo de la Obra; de la cooperación orgánica entre presbíteros y seglares y del espíritu de servicio, rasgo básico del comportamiento sacerdotal.

Otras siete desarrollan temas relacionados con la formación de los miembros del Opus Dei: la necesidad de la preparación espiritual y doctrinal religiosa para el cumplimiento de la misión cristiana en el mundo; la importancia del estudio de la teología; la unión con el Magisterio en todo tiempo y singularmente en los momentos de cambio y de crisis doctrinal; la seriedad, profundidad y conciencia de servicio en la investigación filosófica y teológica; las condiciones fundamentales para un verdadero diálogo, tanto en la vida ordinaria como en el terreno doctrinal: amor a la verdad, respeto a los demás, comprensión, estudio; la fortaleza en la fe y en la fidelidad al depósito de la Revelación.

En otras diez Cartas encontramos una preponderancia de cuestiones históricas —entremezcladas con temas ascéticos y explicaciones sobre los rasgos fundamentales del espíritu del Opus Dei—, especialmente acerca del itinerario jurídico de la institución y de las dificultades que han jalonado la historia de la Obra: la erección como instituto secular, con los rasgos, limitaciones y ambigüedad de esa figura jurídico-canónica y los riesgos derivados del modo en que fue aplicada; el hecho de que el Opus Dei no necesita votos, sino que pide virtudes: importancia tanto de las virtudes teologales como de las humanas, en la formación y en la vida de los fieles del Opus Dei; actitud ante las dificultades y calumnias: saber perdonar, pero sin dejar de manifestar la verdad sobre el espíritu y la vida propias; la secularidad, rasgo esencial del espíritu del Opus Dei: necesidad de vivirla y de defenderla; urgencia en alcanzar de la Santa Sede un cambio en la configuración jurídica de la Obra[7].

II. Prehistoria y proceso de redacción del “ciclo de las Cartas”

¿Cuándo y cómo escribió estas Cartas? Ya en la década de 1930, como hemos dicho, pensaba en ellas para que pudieran ayudar, a quienes se iban uniendo a él, a profundizar en los ideales y horizontes que les había abierto mediante la predicación o en charlas personales. El 24 de abril de 1933 escribe en sus Apuntes íntimos: «Dios mío: ya lo ves suspiro por vivir sólo para tu Obra, y en lo espiritual dirigir toda mi vida interior a la formación de mis hijos, con ejercicios, pláticas, meditaciones, cartas, etc.»[8]. Dos meses después, al concluir los ejercicios espirituales que realizó ese año, anota: «Propósito: terminado el trabajo de obtención de grados académicos, lanzarme —con toda la preparación posible— a dar ejercicios, pláticas, etc., a quienes se vea que pueden convenir para la O. [Obra], y a escribir meditaciones, cartas, etc., a fin de que perduren las ideas sembradas en aquellos ejercicios y pláticas y en conversaciones particulares»[9].

En 1934 y 1935 redactó tres documentos destinados a los miembros del Opus Dei, e inició un cuarto, que no completó hasta 1950. No usó, sin embargo, el calificativo de “cartas”, sino otro diverso: el de “instrucciones”. Se trata, en efecto, de escritos que, como indica su nombre, aspiran a ofrecer orientaciones y normas concretas de acción, teniendo presentes tanto principios básicos como realidades circunstanciales[10]. La intención de san Josemaría era dar prioridad a las Instrucciones y a otros documentos necesarios para el gobierno y el desarrollo del Opus Dei, dejando para un segundo momento las Cartas, como se lee en una de ellas: «Hay escritos míos, las Instrucciones, que, por su naturaleza, no los detengo: os los entrego enseguida, para que los meditéis y los pongáis en práctica. (…) Las Cartas —en cambio— pueden esperar y, a veces, deben esperar: no sé cuándo llegará, la que ahora escribo a vuestro poder. No os hacen falta estos documentos, al menos inmediatamente, porque todo lo positivo ya lo vivís, y lo vivís bien»[11].

El curso de los acontecimientos hizo que la preparación y redacción definitiva de las Cartas se hiciera esperar, pero las fue preparando desde antiguo. Durante toda su vida anotó y reunió materiales que le servirían para diversos propósitos: tomaba apuntes —breves en unos casos, más extensos en otros— con los frutos de su oración personal y de la experiencia, y los conservaba —con frecuencia guardados en sobres— con vistas a su meditación personal, a su predicación o, eventualmente, a la redacción de escritos. Esos materiales —muy variados: frases incisivas, párrafos largos relativamente elaborados, esquemas más o menos desarrollados, guiones o esbozos de meditaciones, quizá algún borrador extenso…— pudieron ofrecer la base para las Cartas que ahora nos ocupan, junto a las trascripciones de sus meditaciones y charlas, que a lo largo de los años las mujeres y hombres del Opus Dei se preocuparon de recoger[12].

Hasta 1962 no vio necesario —o no le fue posible— emprender la redacción final de sus Cartas. La primera de la que tenemos noticia fue enviada a la imprenta a finales de 1962[13], mientras estaba teniendo lugar la primera sesión del Concilio Vaticano II y sólo unos meses después de que las gestiones realizadas ante la Santa Sede en la primavera de 1960 y enero de 1962, para la obtención de un nuevo estatus jurídico, hubieran tenido un resultado negativo, dilatando la resolución del problema. Esa Carta —la n.º 6—, dedicada a dar una visión de conjunto del espíritu y del apostolado de los miembros del Opus Dei, destacando su secularidad, testifica el trabajo del fundador en 1962-1963 para recalcar la plena secularidad de su espíritu y su apostolado. En esa misma línea está el hecho de que la siguiente Carta que se imprimió, en febrero de 1964, fue la n.º 28, que estaba dedicada a explicar que la Obra no es un instituto secular de hecho. Esta Carta, de sólo siete páginas, se colocó como introducción a las Constituciones de 1963[14], por lo que estaba ya escrita en el periodo inicial que estamos considerando.

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