La Persona Altamente Sensible presentan características desde que nacen y las acompañan a lo largo de su vida, afectando a su bienestar y por tanto a su salud mental. La psicóloga investigadora pionera en Estados Unidos, Elain Aron, destacó las siguientes particularidades de las personas PAS: la capacidad de reflexión inconsciente y profunda ante los estímulos del entorno; reacción emocional intensa derivando en que a los PAS les afecta todo más, tanto lo positivo como lo negativo; altos niveles de excitación debido a la estimulación sensorial ante ruidos, olores y otras sensaciones; capacidad de empatía; y mayor sensibilidad sensorial que proviene de los estímulos y le llevan a mostrar alta capacidad para diferenciar sensaciones.
La persona altamente sensible y los niños altamente sensibles, son individuos que poseen estos rasgos de personalidad por naturaleza y que pueden encaminarlos hacia lo positivo, o bien, evitar tomar el camino negativo, gracias a tener conocimiento de su particularidad y las herramientas suficientes para hacer frente a las dificultades que se presenten en el camino, así como, potenciar las fortalezas. Se trata de personas con un don, debido a su forma de procesar la información y con gran creatividad, pero también son personas que pueden llegar al estrés fácilmente o que evitan determinadas áreas sociales. De ahí la importancia que tiene saber si eres o no eres persona PAS y si tu hijo es o no es niño o niña NAS.
La persona altamente sensible se puede identificar en atención a los altos niveles de sensibilidad que presenta. Se trata de personas que se excitan fácilmente ante los estímulos que le rodean. Otras características para tener en cuenta son, la empatía y la capacidad para captar la información proveniente del medio ambiente.
Aquellos que poseen el rasgo de la alta sensibilidad, reciben la información de forma peculiar, lo analizan todo de forma más minuciosa, comprenden cómo se siente la otra persona y llevan a los extremos las emociones que perciben. Por lo tanto, cuando las emociones del día a día son positivas (alegría, tranquilidad, optimismo, etc.), la persona es capaz de controlar lo que siente para su beneficio. En este caso, es una ventaja ser una persona altamente sensible. Aunque, al tratarse de algo genético, no se puede elegir, simplemente nacemos o no nacemos con el rasgo de la sensibilidad.
En cambio, cuando la persona se encuentra ante una rutina compleja y llena de emociones negativas (enfado, tristeza, angustia, etc.), pueden aparecer problemas psicológicos. Es habitual que a lo largo de la vida encontremos situaciones difíciles. En eso consiste vivir, en tener todo tipo de experiencias y aprender a resolverlas. Sin embargo, muchas veces resulta complicado tomar decisiones, ya que intervienen factores emocionales, difíciles de controlar.
Las dificultades más habituales que surgen tras una mala gestión de la alta sensibilidad son: baja autoestima, ansiedad, estrés, miedos, depresión, e incluso trastorno límite de personalidad. Algunos de los síntomas que alertan sobre la necesidad de buscar ayuda profesional están relacionados con problemas de insomnio, dolores musculares, bajo estado de ánimo, tensión emocional, ira, etc. En los menores destacan los síntomas relacionados con la inseguridad, timidez, falta de atención e irritabilidad.
Con todo esto no queremos decir que las personas altamente sensibles sean más propensas a experimentar síntomas psicológicos sólo por haber nacido con el rasgo de la alta sensibilidad. Queremos decir que, es posible pensar que el hecho de tener mayor sensibilidad a los estímulos, aumenta la activación de la persona en general. Es decir, si una persona altamente sensible vive muchas experiencias que le generan emociones extremas negativas, se estará exponiendo a mayor presión. Su cuerpo se estará estresando ante situaciones que a las personas que no son altamente sensibles, les pueden pasar desapercibidas. También es posible que la suma de experiencias de tensión, le genere a la persona altamente sensible síntomas físicos, que a cualquier otra persona ni siquiera le afectarían.
El cerebro de la persona altamente sensible presta más atención a las sensaciones de su cuerpo que son de menor importancia. Otro tipo de personas no perciben estas sensaciones. Aún queda pendiente demostrar si las personas altamente sensibles acuden más al médico debido a problemas o quejas, que realmente no constituyen una enfermedad.
Algo que sí sabemos es que las personas altamente sensibles se saturan más con menos estimulación que el resto de las personas. Su umbral sensorial es más bajo. Es decir, se ven más afectados por los estímulos y por eso se sobreexcitan o se sobre estimulan con mayor facilidad. Nadie trabaja bien bajo presión ni bajo los efectos de la sobreestimulación. Tampoco todos rendimos igual ante las tareas que suponen demasiada tensión emocional, ya sean tareas laborales o escolares.
Es por tanto una labor importante de la persona altamente sensible, aprender a gestionar esa intensa entrada de información cuando le causa problemas en su rutina. Así podrá llevar a cabo su labor diaria con tranquilidad y naturalidad. La solución no debe ser rechazar actividades, más bien se trata de conocerse bien y adquirir estrategias psicológicas. Las habilidades sociales también se pueden aprender o fomentar. Sobre todo, cuando es necesario conseguir una buena valoración de uno mismo, que esté en consonancia con las propias emociones.
También la reacción emocional de una persona altamente sensible es más extremista o llamativa que la de cualquier otra persona, incluso ante la misma situación. Por ejemplo, dos hermanos de similar edad viendo una película dramática, uno de ellos llora desesperadamente y el otro no. Estas situaciones no tienen por qué suponer un trauma para la persona altamente sensible, siempre que haya aprendido a identificarse con su rasgo y a aceptar aquello de su forma de ser que no puede modificar.
Una repercusión bastante habitual en aquellas personas altamente sensibles que no han identificado su rasgo, es intentar cambiar su forma de ser. Luchar contra la propia naturaleza de la persona es imposible y desaconsejable. El perfeccionismo y la autocrítica que desarrolla la persona altamente sensible, deben orientarse hacia el propio beneficio. Evitar que se conviertan en desventajas o en problemas psicológicos es la clave de una sana autoestima para las personas altamente sensibles.
Una buena gestión de la alta sensibilidad consiste por tanto en aprovechar la ventaja que le da su sensibilidad. Y así evitar los habituales inconvenientes que surgen, para que no deriven en problemas psicológicos, tales como ansiedad, depresión o estrés.
En resumen, las personas altamente sensibles perciben los estímulos de forma más intensa, generando mayor viveza en sus emociones. Las emociones que cualquier persona genera en su vida diaria pueden ser positivas o negativas. Las positivas, son por ejemplo la alegría, la felicidad o la ilusión. Y las negativas pueden ser la tristeza, la apatía o la angustia. La persona altamente sensible presenta mayor sensibilidad a los estímulos. Esto supone mayor activación en general y, por tanto, mayor presión y malestar ante las emociones negativas. Mayor tensión emocional, sumado a no saber gestionar las propias emociones, puede llevar a generar síntomas psicológicos e incluso problemas de salud manifiestos. Por todo ello, es importante que las personas que se identifican con el rasgo de la alta sensibilidad, aprendan a gestionar sus emociones. Conseguir este logro puede ser en ocasiones todo un reto, o simplemente se puede adquirir de forma natural. Al conseguir controlar esta habilidad, se evitarán problemas psicológicos, tales como la ansiedad o el estrés.
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