Los cuadros industriales no fueron los únicos contemplados por la vasta operación antiespecialistas desencadenada en 1928. Numerosos profesores y estudiantes de origen «socialmente extraño» fueron excluidos de la enseñanza superior con ocasión de una de las numerosas campañas de purga de las universidades y de promoción de una nueva «inteligencia roja y proletaria».
El endurecimiento de la represión y las dificultades económicas de los últimos años de la NEP, marcadas por un paro creciente y por un ascenso de la delincuencia, tuvieron como resultado un crecimiento espectacular del número de condenas penales: 578.000 en 1926, 709.000 en 1927, 909.000 en 1928 y 1.178.000 en 1929 20. Para intentar contener este flujo que congestionaba unas prisiones que no contaban en 1928 más que con cincuenta mil plazas, el Gobierno adoptó dos decisiones importantes. La primera, en virtud del decreto del 26 de marzo de 1928, proponía, para los delitos menores, reemplazar las reclusiones de corta duración por trabajos correctivos efectuados sin remuneración en «empresas, en obras públicas, y en las explotaciones forestales». La segunda medida, tomada en virtud de un decreto de 27 de junio de 1929, iba a tener inmensas consecuencias. Preveía, en efecto, transferir a todos los detenidos de las prisiones condenados a penas superiores a tres años a campos de trabajo que tendrían como finalidad «la revalorización de las riquezas naturales de las regiones orientales y septentrionales del país». La idea flotaba en el aire desde hacía varios años. La GPU había iniciado un vasto programa de producción de madera para la exportación. Ya había pedido en varias ocasiones a la dirección principal de lugares de detención del comisariado del pueblo para el Interior, que gestionaba las prisiones ordinarias, suplementos de su mano de obra. Efectivamente, «sus» propios detenidos de los campos especiales de las Solovki, que eran 38.000 en 1928, no resultaban suficientes para alcanzar la producción prevista 21.
La preparación del Primer Plan Quinquenal puso a la orden del día las cuestiones del reparto de la mano de obra y de la explotación de regiones inhóspitas pero ricas en recursos naturales. Con esta perspectiva, la mano de obra penal inutilizada hasta entonces podía llegar a convertirse, a condición de que se la explotara bien, en una verdadera riqueza cuyo control y gestión se convertirían en una fuente de ingresos, de influencia y de poder. Los dirigentes de la GPU, en particular Menzhinski y su adjunto Yagoda, apoyados por Stalin, eran bien conscientes del envite. Pusieron en funcionamiento, desde el verano de 1929, un plan ambicioso de «colonización» de la región de Narym que cubría 350.000 kilómetros cuadrados de taiga en Siberia occidental, y no dejaron de reclamar sin cesar la aplicación inmediata del decreto de 27 de junio de 1929. En este contexto germinó la idea de la «deskulakización», es decir, la deportación en masa de todos los supuestos campesinos acomodados, los kulaks, que no podían, según se consideraba en los medios oficiales, más que oponerse violentamente a la colectivización 22.
Stalin y sus partidarios necesitaron, no obstante, un año entero para acabar con las resistencias, en el seno mismo de la dirección del partido, contra la política de colectivización forzada, de deskulakización y de industrialización acelerada, tres aspectos inseparables de un programa coherente de transformación brutal de la economía y de la sociedad. Este programa se fundaba a la vez en la detención de los mecanismos del mercado, la expropiación de las tierras campesinas y la revalorización de las riquezas naturales de las regiones inhóspitas del país gracias al trabajo forzado de millones de proscritos, deskulakizados y otras víctimas de esta «segunda revolución».
La oposición denominada de «derechas», dirigida fundamentalmente por Rykov y Bujarin, consideraba que la colectivización solo podía desembocar en «la explotación militar feudal» del campesinado, la guerra civil, el desencadenamiento del terror, el caos y el hambre. Fue aplastada en abril de 1929. En el curso del verano de 1929, los «derechistas» fueron cotidianamente atacados mediante una campaña de prensa de una rara violencia, que los acusó de colaboración con los «elementos capitalistas» y «colusión con los trotskistas». Totalmente desacreditados, los opositores realizaron públicamente su autocrítica en el pleno del Comité Central de noviembre de 1929.
Mientras que se desarrollaban en la cima los diversos episodios de la lucha entre partidarios y adversarios del abandono de la NEP, el país se hundía en una crisis económica cada vez más profunda. Los resultados agrícolas de 1928-1929 fueron catastróficos. A pesar del recurso sistemático a un abundante arsenal de medidas coercitivas que afectaron al conjunto del campesinado —multas elevadas, pena de prisión para aquellos que se negaran a vender su producción a los organismos del Estado—, de cosecha del invierno 1928-1929 aportó menos cereales que la anterior, creando un clima de tensión extrema en el campo. La GPU censó, de enero de 1928 a diciembre de 1929, es decir, antes de la colectivización forzosa, más de 1.300 disturbios y «manifestaciones de masas» en los campos, durante las cuales decenas de miles de campesinos fueron detenidos. Otra cifra da cuenta del clima que reinaba entonces en el país: en 1929, más de 3.200 funcionarios soviéticos fueron víctimas de «actos terroristas». En febrero de 1929, las cartillas de racionamiento que habían desaparecido desde inicios de la NEP hicieron su reaparición en las ciudades donde se había instalado la penuria generalizada desde que las autoridades habían cerrado la mayor parte de los pequeños comercios y de los talleres de artesanos, calificados de empresas «capitalistas».
Para Stalin, la situación crítica de la agricultura se debía a la acción de los kulaks y de otras fuerzas hostiles que se preparaban para «minar el régimen soviético». El desafío resultaba claro: los «capitalistas rurales» o los koljozes. En junio de 1929, el Gobierno anunció el inicio de una nueva fase, la de la «colectivización en masa». Los objetivos del Primer Plan Quinquenal, ratificado en abril por la XVI Conferencia del partido, fueron revisados al alza. El plan preveía inicialmente la colectivización de 5.000.000 de hogares, es decir, el 20 por 100 aproximadamente de las explotaciones, de entonces a finales del quinquenio. En junio se anunció un objetivo de 8.000.000 de hogares para el año 1930 solamente. ¡En septiembre, de 13.000.000! Durante el verano de 1929, las autoridades movilizaron a decenas de miles de comunistas, de sindicalistas, de miembros de las juventudes comunistas (los komsomoles), de obreros, y de estudiantes, enviados a las aldeas y dirigidos por los responsables locales del partido y por los agentes de la GPU. Se fueron ampliando las presiones sobre los campesinos mientras que las organizaciones locales del partido rivalizaban en ardor por batir récords de colectivización. El 31 de octubre de 1929, Pravda apeló a la «colectivización total», sin ningún límite en el movimiento. Una semana más tarde, con ocasión del duodécimo aniversario de la Revolución, Stalin publicó su famoso artículo «El Gran Giro», fundado en una apreciación fundamentalmente errónea según la cual «el campesino medio ha girado hacia los koljozes». La NEP había pasado a la historia.
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Colectivización forzosa y deskulakización
Como lo confirman los archivos hoy en día accesibles, la colectivización forzosa del campo fue una verdadera guerra declarada por el Estado soviético contra toda una nación de pequeños productores. Más de dos millones de campesinos deportados, de los cuales un millón ochocientos mil lo fue en 1930-1931, seis millones de muertos a causa del hambre, centenares de miles de muertos en la deportación: estas cifras dan la medida de la tragedia humana que fue ese gran «ataque» contra el campesinado. Lejos de reducirse al invierno de 1929-1930, esta guerra duró al menos hasta mediados los años treinta, culminando en el curso de los años 1932-1933, marcados por una terrible hambruna deliberadamente provocada por las autoridades para quebrantar la resistencia del campesinado. La violencia ejercida contra los campesinos permitió experimentar métodos aplicados a continuación a otros grupos sociales. En este sentido, constituye una etapa decisiva en el desarrollo del terror estalinista.
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