Como veremos más adelante, todo lo que concierne al acto fotográfico, sobre todo en lo referente a la toma, sigue siendo prácticamente igual que siempre y funciona bajo los mismos parámetros. Miramos el mundo a través de nuestras cámaras, y con visión fotográfica, seleccionamos instantes o momentos que se forman a través de nuestro pensamiento visual, convirtiéndolos en imágenes cuando nuestro cerebro nos lo ordena.
Hablamos de fotografía, es decir, de la representación gráfica o visual que sirve para expresar la apariencia material de una persona u objeto, bien sea real o imaginario. Otra cosa es el modo, la técnica o los medios que utilicemos para ello. Seguimos tomando fotografías como huellas del recuerdo, como instantes decisivos, o como expresiones artísticas; la tecnología ha cambiado, pero el concepto sigue siendo el mismo.
La gran diferencia que existe entre un negativo de película en blanco y negro y un archivo monocromático de imagen digital, es la forma en que ambos llevan a cabo la conversión de los colores reales de la escena, a la escala monocromática que aparece en la fotografía. Las emulsiones fotográficas o películas de blanco y negro, utilizan materiales, técnicas y fórmulas estándar para la conversión, y recogen la longitud de onda de cada color, transformándola en un tono de gris sobre el grano de plata, en función de su intensidad, siendo posible variar o realzar el contraste y la gama tonal durante la toma, únicamente mediante el uso y la aplicación de filtros de colores que permiten modificar dicha longitud de onda. En la fotografía digital en cambio, la toma debe hacerse siempre en color y tanto la conversión a escala de grises como las demás modificaciones de contraste y tono deberán realizarse siempre a posteriori.
Cada sistema tiene sus propios métodos de trabajo y sus propias técnicas; es conocido por ejemplo, que la fotografía electrónica o digital está basada en la adquisición de datos, es decir, en obtener la máxima información de la escena original. Casi podríamos afirmar que a mayor número de datos mayor calidad. Hay que rechazar pues, aquellas opciones clásicas que podían ser válidas para la fotografía de película, y optar por soluciones adecuadas a la nueva tecnología. Por ejemplo, obtener una imagen en blanco y negro desde la propia cámara, no es una buena opción para fotografía digital en blanco y negro. Como tampoco lo es tomar fotografías con archivos comprimidos excesivamente, del tipo JPG, con la excusa de la rapidez en el resultado final. Para la fotografía digital en blanco y negro trabajamos exclusivamente con archivos originales RAW, que posteriormente deberán ser procesados y convertidos a escala de grises.
Vemos pues, como la tecnología digital ha cambiado radicalmente el mundo de la fotografía, y especialmente el de la fotografía en blanco y negro. Antes, en la fotografía tradicional con película, a menudo solíamos efectuar diferentes disparos de una misma toma, variando la exposición (EV), o bien recurríamos a pruebas con material Polaroid ®para poder asegurar la toma definitiva. Hoy en día, con cualquier cámara digital, la visión de la toma es instantánea aunque no definitiva. La imagen que muestra el visor trasero de la cámara es solo una interpretación del archivo RAW que ha sido almacenado, y este archivo original, tiene propiedades que le permiten variar el contraste, la densidad, la gama o el color, a partir de un procesado posterior mediante software. Es decir, el binomio del formato RAW concluye en dos procesos diferentes, de un lado la toma, que debe hacerse teniendo en cuenta la linealidad del sensor y en consecuencia exponiendo siempre para las luces, que son las responsables de almacenar la información, y de otro lado el procesado, que permitirá un ajuste de luz y color, con un mapeo tonal del archivo para dejarlo a nuestro gusto.
La calidad de imagen es otro de los puntos importantes a tener en cuenta. En fotografía analógica solíamos utilizar cámaras grandes, de medio o de gran formato, con el fin de poder disponer de un negativo mayor, que repercutiría obviamente, en el tamaño y en la calidad final de la copia. En fotografía digital esta calidad final de la imagen viene determinada por múltiples factores: el propio sensor de la cámara, una correcta exposición sin captación de ruido, un procesado adecuado sin exagerar los matices, el acierto en el método utilizado para la conversión monocromática, un correcto postprocesado, y finalmente una elección adecuada de los materiales de impresión, cada uno de ellos bajo la tutela omnipresente de una correcta gestión de color a lo largo de todo el proceso fotográfico.
Para poder llevar a cabo fotografía digital en blanco y negro, con ciertas garantías de calidad, existen, a mi modo de ver, algunas normas fundamentales que debemos tener en cuenta, así como unas técnicas de trabajo que debemos seguir, que detallo a continuación:
•La captura desde cámara deberá hacerse siempre en formato RAW, a la mayor profundidad de color posible. El modo de color que se aconseja es Adobe RGB 1998.
•Debido a la linealidad del sensor la toma deberá sobreexponerse, midiendo siempre sobre las luces, dado que son ellas las responsables de almacenar la información que posteriormente necesitaremos para obtener una correcta calidad de imagen.
•El grado de sobreexposición de luz dependerá de la relación entre el rango dinámico de la escena y el propio rango dinámico del sensor. Cuanto mayor sea el valor del rango dinámico del sensor, con respecto al de la escena, mayor cantidad de luz podremos introducir o mayor exposición, sin llegar a saturar ningún píxel. En cualquier caso, la fotografía digital nos permite llevar a cabo técnicas como el HDR, que unifican, equilibran y comprimen los tonos con unos resultados extraordinarios.
•El mejor método de control de la exposición en fotografía digital es a través del histograma. Esta gráfica, que relaciona píxeles con valores tonales, proporciona excelente información de como es nuestra fotografía. A pesar de que la representación es solo a 8 bits, representando únicamente 256 valores, éste será el mejor aliado del fotógrafo a lo largo de todo el proceso fotográfico.
•El archivo RAW obtenido deberá procesarse mediante software , bien sea propio o externo. Un software básico de procesado debe poder manejar los siguientes parámetros:
A.Interpolación de la información cromática.
B.Interpretación del balance de blancos.
C.Interpretación colorimétrica.
D.Mapeo tonal.
E.Interpretación del detalle y del ruido.
•La conversión monocromática a escala de grises puede llevarse a cabo durante el procesado o a posteriori en el postprocesado, pero siempre deberá elegirse un método que valore y tenga en cuenta la información de color de cada píxel, que se muestra y almacena en cada uno de los tres canales.
•No soy partidario de forzar la edición del archivo, ni durante el procesado ni a posteriori si decidimos optimizar la imagen. Entiendo que la luz de la escena es la responsable de todos los factores que afectan a una fotografía y en consecuencia ella determinará su contraste, su tono y su color. Ajustamos, optimizamos, saturamos, contrastamos, pero de forma armónica. A menudo las exageraciones irán en detrimento de la calidad final.
•La gestión de color en fotografía digital es necesaria, pero en fotografía digital de blanco y negro es fundamental. A ser posible mantendremos el mismo espacio de color a lo largo de todo el proceso, y únicamente cuando vayamos a imprimir, convertiremos al perfil ICC que nos proporcione el fabricante del papel, de acuerdo al tipo de máquina, papel y tinta usados para la copia.
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