Una de las maneras más fáciles que tienes para observar si estás conectado o no con la dulzura de tu corazón es el lenguaje que usas. Los corazones duros hablan de un modo áspero. Su lenguaje desune, es poco tolerante y deja siempre un regusto a quien lo da y a quien lo recibe.
Hablamos de estas cosas porque ahora estás en perfectas condiciones de dejar ir todo lo que no procede del amor. Puedes distinguir entre los pensamientos amorosos y los que no lo son por su aspereza. Unos son burdos y carentes de sutileza. Los otros son sutiles, dan alegría y extienden gozo tanto para el que los da como para el que los recibe. Unos dan miedo, los otros dan amor.
Recuerda que estos son los tiempos de María. Los de la dulzura del amor. Estás viviendo en un tiempo en que los espíritus están en condiciones de expresar la belleza del alma como era en el principio. Comencemos ahora mismo. Aquí, desde esta llamada que el amor te hace a ti. Allí donde creas estar. Sin dilaciones. Sin detenerte en consideraciones que solo demoran la llegada de la expresión de la ternura de Dios.
Solo los limpios de corazón pueden expresar la bondad del señor. Esto se debe a que solo los que tienen una mirada limpia, es decir, los que viven en la verdad, permiten que su ser exprese lo que Dios es.
Dios es verdad. Esto quiere decir que para que todo lo que Dios es se manifieste en ti, es necesario que vivas en la verdad. Vivir en la verdad es humildad. La verdad es un camino. Un camino que comienza contigo mismo. Dicho de otro modo, ser veraz contigo mismo es la base para que el amor de Cristo que eres se exprese en razón de lo que él es. No eres otra cosa que él.
¡Amado de la verdad! Si no vives como el Cristo viviente que vive en ti, entonces el amor perfecto que eres tiene que esperar en el centro de tu ser, como si estuviera encerrado dentro de un cofre muy hermoso, esperando a que le llegue el tiempo de dar a luz todo un universo de amor y verdad.
¿Verdad que a pesar de que los cuerpos tienen la potencialidad de engendrar, no siempre lo hacen, por diversas razones? Lo mismo ocurre en tu corazón. Si no permites que el amor fecundo dé a luz, la luz de Cristo no se extiende desde ti, aunque viva en ti. Esto es lo mismo que decir que si no permites que el poder de Dios se funda con la ternura del amor, entonces el ser que eres deja de extenderse libremente y tus capacidades o talentos quedan opacados.
En última instancia, lo que estamos postulando aquí es que la verdad reside en la unidad de la fuerza y la ternura del amor. Dos aspectos de una misma dimensión divina. Recuerda que en Dios no existe separación, ni costura de ninguna especie, de modo tal que no existe tal cosa como el poder aquí y la dulzura allá. Ambas son una.
Si hay una novedad que esta obra trae es la de la unión de los tres corazones. Es decir, la unión que existe entre tu corazón, el inmaculado corazón de María y el sagrado corazón de Jesús. Se te ha regalado una perla de inestimable valor en la devoción de la unión de los tres corazones, dada la importancia que esta unión tiene. Unir todo lo que es de Dios en una unidad santa es el propósito de esta obra y debiera serlo de toda obra espiritual que proceda del amor. En efecto, así lo es.
Jesús es para muchos el símbolo del poder de Dios. Un poder demostrado con medios inconfundibles. Es el aspecto racional, conductor, milagroso, e incluso heroico de Cristo. María es, para otros, el símbolo perfecto de la dulzura de Dios. Ambos, unidos de modo inseparable, forman la unidad que Cristo es. No porque uno sea una parte y el otro, otra. En ellos no existe nada que no exista en Dios y en cada uno de ellos al unísono. Ambos son la encarnación pura de la consciencia de Cristo. Dicho llanamente, en ellos existe solo Dios y todo Dios.
En Jesús existe toda María y en ella existe todo Jesús. Son una unidad. Sin embargo, el mundo suele hacer una distinción entre lo masculino y lo femenino. Para poder unir amorosamente ambas polaridades se te ha dado el poder de unirte con Jesús y María en una unidad en la que no se distingue entre uno y otro.
Así como Jesús, María y el Espíritu Santo son una unidad inseparable y conforman una santísima trinidad, del mismo modo la formas tú, que vives en la unión de los tres corazones. De uno de ellos absorbes el poder de Dios, del otro la ternura del amor. En la unidad de ambos permites que se fundan el uno en el otro y de esa unión fecunda nace el Cristo en ti. Esto es lo mismo que decir que dentro de la unión de los tres corazones te haces nada en el amor. Así permites que lo que el amor es se extienda por sí mismo.
Hasta ahora has probado con muchas cosas, como individuo y como especie. Pero casi nunca has intentado con el amor puro. No estoy diciendo que no hayas amado. Ciertamente has compartido el amor que de Dios procede y vive en ti. La belleza de lo que eres se ha extendido más allá de la consciencia limitada o yo individual. De lo que estoy hablando es de confiar ilimitadamente en el amor. Si comienzas a pensar en la confianza y la asocias al amor y haces de ello tu único pensamiento a la hora de tomar decisiones, hasta que sea un hábito, verás que cada día irás expresando más y más ternura. Serás más sutil.
Confiar en el amor es esencial a la hora de alcanzar y conservar la paz interior. La confianza y el amor van de la mano. Esto lo sabes bien. Pero lo que pocas veces recuerdas es que confiar en el amor es confiar en ti, puesto que eres amor y nada más que amor.
Ahora estamos en condiciones de unir los puntos. La confianza total en el amor elimina el miedo. Al hacer esto, reclamas para ti el poder del cielo y de la tierra, el cual te pertenece por derecho de nacimiento. Una vez restaurada la consciencia del amor, y con ello del poder de Dios en ti, entonces la ternura pasa a ser la única expresión posible porque el amor y la dulzura son uno y lo mismo.
Comienza desde ahora mismo, olvidándote de todo lo vivido, a expresarte desde el amor puro y nada más. Hasta ahora has estado fluctuando más o menos entre el continuo del amor y del miedo. Este es el día en que te pido que dejes de fluctuar. Puedes hacerlo. Esta fluctuación entre el miedo y el amor es algo común durante una parte del camino espiritual. Vas desde un casi todo miedo a un poquito de miedo y un poquito de amor y, desde allí, hacia mucho amor y un poco de miedo. Ahora debes tomar una decisión consciente. Te será fácil tomarla en razón de tu anhelo de paz. Debes decidirte cada día a vivir única y exclusivamente en el amor puro.
Alma enamorada. Estás cansada. Has caminado mucho. Sientes que te has ensuciado en el camino. Te ves abatida y muchas veces desanimada. Has derramado muchas lágrimas. Has buscado sin hallar por mucho tiempo. A pesar de que has llegado al punto en que eres consciente del amor de Dios, y sabes a ciencia cierta que eres la santidad personificada, aún quedan recuerdos dolorosos. Cada vez son menos intensos y se van desvaneciendo más y más. Pero aún quedan en tu memoria los registros de la locura que la culpabilidad engendró.
Abre tus brazos. Abrázate al amor. Siente como el calor de nuestra unión abriga tu ser. Siente la ternura de mi corazón. Fúndete en mí. Suelta las resistencias, deja a un lado las corazas que otrora usaste para separarte de mí. Desnúdate. Entra a morar conmigo en los recintos de la luz verdadera.
Ven, alma bendita. Ven a ese lugar donde nadie puede ingresar salvo tú y el creador. Ven al amor inviolable y quédate en él bebiendo de la fuente del amor hermoso. Sumérgete en los abismos de mi corazón, allí donde mora la dulzura. Goza del deleite de escucha al amor hablarle al amor. Deja que el amor te fecunde a cada instante de tu vida. Deja que él sea el señor de tu universo. El Dios de tu existencia. El refugio de tu pasado y la certeza de tu futuro. Permite que el amor sea también la puerta de entrada al eterno presente, allí donde mora la luz del Cristo en ti.
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