Tentadora Seducción
Libros de Amanda Mariel Libros de Amanda Mariel Damas Y Canallas Planes escandalosos Intenciones Escandalosas Redención escandalosa El Escándalo de la Solitaria Aventura Escandalosa Amor legendario Encantada por el Conde Cautiva Del Capitán Atraído por Lady Elianna Encantada por el Duque El Club de los Condes Picaros Conde de Grayson El Conde De Earlmore Conectada por un beso Cómo besar a un canalla Robándole Un Beso A Un Pícaro El credo de la arquera dama Georgina Josephine Del escándalo al Amor Quiéreme Si Es Amor Creer en el Amor Destinado a un pícaro La insensatez de Olivia Novelas románticas históricas Un beso encantador Navidad en los Brazos del Duque Una cita bajo la luna Una Navidad Retorcida
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
extracto
Capítulo Uno
SOBRE AMANDA MARIEL
Postfacio
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, organizaciones, lugares, eventos y sucesos son todos producto de la imaginación de la autora o usados de manera ficticia.
Copyright © 2020 Amanda Mariel
Todos los derechos reservados.
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Publicado por Brook Ridge Press
Damas Y Canallas
Planes escandalosos
Intenciones Escandalosas
Redención escandalosa
El Escándalo de la Solitaria
Aventura Escandalosa
Amor legendario
Encantada por el Conde
Cautiva Del Capitán
Atraído por Lady Elianna
Encantada por el Duque
El Club de los Condes Picaros
Conde de Grayson
El Conde De Earlmore
Conectada por un beso
Cómo besar a un canalla
Robándole Un Beso A Un Pícaro
El credo de la arquera dama
Georgina
Josephine
Del escándalo al Amor
Quiéreme
Si Es Amor
Creer en el Amor
Destinado a un pícaro
La insensatez de Olivia
Novelas románticas históricas
Un beso encantador
Navidad en los Brazos del Duque
Una cita bajo la luna
Una Navidad Retorcida
Yorkshire Inglaterra, 1818
El sol caluroso del verano golpeó a la Señorita Tabetha Barkely mientras recorría el camino pedregoso hacia la casa del Duque de Devon. El sol acababa de cruzar el horizonte cuando ella se había puesto en marcha. Ahora brillaba en lo alto. Usó un extremo de su delgado chal para secar el sudor de su frente. La combinación de calor y nervios, era sofocante.
Aminoró la marcha a medida que se acercaba a una pequeña rotonda en el camino que rodeaba una fuente tan grande que parecía un estanque. Su mirada se dirigió hacia la fachada de la casa. Ante ella se alzaban cuatro pisos de piedra y torres decoradas. Grandes ventanales adornados con piedras esculpidas colgaban orgullosamente en el frente de la casa.
Tabby inhaló lentamente. Todo era tan elegante… tan distinguido. Pero, qué era lo que esperaba? La Abadía Hartland era el hogar de un duque, después de todo. Por supuesto, todo sería majestuoso e imponente. Mas aun a los ojos de una señorita de una pequeña villa, de donde era Tabby.
Ella no pertenecía allí. Y si la duquesa veía su atrevimiento como un insulto y se negaba a recibirla? Y si el mayordomo ni siquiera la dejaba pasar por la puerta principal? Tabby podría morir de hambre, o algo peor. Sacudió la cabeza. Ahora no era momento de pensar en lo peor. Ella necesitaba ser positiva y presentarse de la mejor manera.
Si Dios así lo quería, sería suficiente.
Tabetha se detuvo en el ingreso, su corazón latía con prisa. Dos escaleras de piedra conducían al rellano, cada una en dirección opuesta para llegar al lugar. Grandes urnas de piedra decoradas con flores en las balaustradas. El lugar era digno de la realeza, seguramente. Tabby suspiró.
El cielo sabía que ella no pertenecía a ese lugar. Quizás debía regresar en ese momento, antes de que fuera demasiado tarde. Antes de que se volviera un completo lío.
Cuando quitas el dinero y los títulos, todos somos iguales. Recuerda tu lugar, pero nunca te consideres menos. Las palabras de su madre daban vueltas en su cabeza, y Tabby levantó su barbilla. Ella podía hacer eso.
Ella debía, ella no tenía otra opción.
Tabby dio un paso dubitativo, luego otro, y otro hasta que llegó a la puerta de ingreso. Inspiró otra vez, alcanzó el llamador ornamentado. Cuando la puerta de roble se abrió, ella exhaló.
Un lacayo vestido con pantalones de color dorado y un frac azul marino la analizó, permitiéndole luego ingresar.
Tabby hizo una reverencia y luego desvió la atención del lacayo hacia el mayordomo de aspecto severo. Un hombre mayor con cálidos ojos color avellana que resaltaban su expresión seria.
Tabby volvió a tragar a pesar del nudo que sentía en su garganta. “He venido a visitar a la Duquesa de Devon”. Desvió la mirada hacia las puertas dobles en el extremo más alejado del vestíbulo de entrada. Una equivocación que la puso aún más nerviosa.
“Su nombre, por favor”. El mayordomo entrecerró sus ojos, estudiando a Tabby.
“Miss Tabetha Barkley.” Su corazón se aceleró a medida que pasaban los segundos. Si la rechazaba, ella no tendría adónde acudir.
Finalmente, el mayordomo se dirigió hacia el lacayo. “Lleve a Miss Barkley al salón mientras veo si la duquesa está en la casa para recibir a las personas.”
El lacayo asintió, luego se dirigieron a Tabby. “Por aquí, Miss.”
Su corazón se aceleró de la manera más extraña cuando sus miradas se encontraron. El hombre era sorprendentemente guapo, de cabello castaño claro y ojos verde oscuro. No pudo evitar notar su estatura y complexión musculosa mientras lo seguía por el piso de mármol del vestíbulo de entrada.
Seguramente causaba un gran revuelo entre las mujeres de la casa. Cómo no iba a hacerlo siendo tan guapo como era?
Las puertas se abrieron, y ella lo siguió hacia la casa principal. La sorprendió la opulencia a medida que atravesaban el salón principal. Las paredes eran del mismo color azul oscuro del frac del lacayo, los adornos en blanco y oro, y las molduras le daban un toque elegante.
Echó un vistazo por una de las enormes ventanas que daban hacia la extensión de césped verde que rodeaba la mansión. Tabby no pudo evitar pensar en lo maravilloso que debía ser vivir en una casa tan grande.
La cabaña que había compartido con su madre era más pequeña que la entrada del hall, y los muebles en mal estado no se hubieran podido comparar jamás con las sillas acolchadas de terciopelo dorado y azul con respaldo alto por las que pasó.
El lacayo se detuvo delante a una puerta, la abrió, y se paró al lado. “Siéntase cómoda, Miss Barkley”.
Tabby pasó junto a él, ingresando a la habitación, luego miró hacia atrás. “Gracias.”
“Ha sido un placer”. Él le sonrió.
Ella le sonrió también, su corazón latía con fuerza. El hombre era demasiado guapo. Antes de que ella pudiera decir algo más, él cerró la puerta, dejándola sola. Tabby se dio vuelta, tuvo que contener la respiración al ver la opulencia que la rodeaba.
No había dudas en la idea de Tabby de que ella no pertenecía allí. Sin embargo, no tenía opción más que continuar. Inhaló profundamente, luego exhaló lentamente intentando calmar sus nervios.
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