Conseguir ingresar había sido su primer obstáculo. Había dudado de su capacidad para hacerlo y, sin embargo, ahí estaba. La duquesa la recibiría. Su Gracia la ayudaría. Tabby tenía que confiar en que la duquesa lo haría. Su madre le había asegurado que los Devon eran personas bondadosas.
Miró a su alrededor por toda la habitación, buscando un lugar para esperar. Un sofá color verde pálido cerca de una ventana enmarcada de blanco y con cortinas de terciopelo verde llamó su atención. Tabby caminó por la lujosa alfombra blanca y luego se sentó en el sofá de brocado.
Mientras esperaba a la duquesa, miró el resto de la habitación desde la maravillosa chimenea hasta los jarrones sobre las mesas de caoba y las columnas blancas. Si no fuera por su posición en la vida, Tabby se sentiría cómoda en una habitación así.
Quizás ahora se sentía demasiado cómoda. Quizás no debería estar sentada en el hermoso mobiliario de la duquesa. Su caminata había llenado de polvo su vestido, y Tabby hubiera odiado ofender a la duquesa o darles más trabajo a sus sirvientas.
Ella se paró y sacudió sus polleras, luego miró el sofá para sacudir los almohadones en los que había estado sentada. No había polvo en ellos, pero Tabby sentía la necesidad de pasar la mano por la tela color crema y verde pálido.
Satisfecha con los resultados, se enderezó, luego se volvió hacia la puerta justo cuando se abría. Los latidos de su corazón se aceleraban mientras se inclinaba haciendo una profunda reverencia. La duquesa era majestuosa más allá de la imaginación de Tabby.
Pareció deslizarse hacia el salón, sus pisadas silenciosas y la falda de seda amarilla que llevaba colgaba detrás de ella. Su brillante cabello negro estaba elegantemente peinado y sus ojos azules llamaron la atención de Tabby.
La duquesa podía ser confundida con alguien de la realeza, y allí Tabby parecía una niña de la villa. Era maravilloso que la duquesa no la hubiera echado de inmediato. Por el contrario, aceptó encontrar a Tabby.
“Siéntese”. La duquesa se sentó en un sillón de brocado dorado y luego señaló la silla frente a ella.
Tabby sonrió. “Gracias”. Ella se dirigió hacia la silla, pero dentro de ella dudaba qué debía hacer.
“Estoy en lo correcto si digo que usted es Miss Barkley, la hija de la partera?”. Le preguntó la duquesa, con una ceja arqueada por la curiosidad.
“Sí.” Tabby se retorció bajo el escrutinio de la regia mujer. “Mi madre me dijo que usted es una mujer amable.”
“Le estoy muy agradecida”. Su Gracia sonrió. “Pero debo confesar que estoy sorprendida por su visita”. Inclinó su cabeza, estudiándola con cautela. “Por qué ha venido?”
Tabby tragó saliva. “Disculpe mi insolencia en haberla llamado. Soy muy consciente de nuestra diferencia de posición.”
Su Gracia hizo un gesto con la mano desdeñosa. “Tonterías.”
Tabby le devolvió una sonrisa, su ansiedad desaparecía poco a poco. “Nunca hubiera venido sino fuera de suma importancia.”
La duquesa hizo un gesto con sus labios.
Tabby continuó. “Mi madre falleció hace seis meses.”
“Oh, querida”. Su Gracia extendió su mano a Tabby y le dio una caricia. “Lamento mucho su pérdida.”
“Gracias”, dijo Tabby. Se mordió el labio inferior pensando como proseguir. La última cosa que quería era causar más problemas, pero no veía otra salida. “Hay más.”
La mirada azul de la duquesa mantuvo su calidez mientras asentía. “Dime entonces”, le dijo, dándole coraje.
“No puedo continuar con la labor de mi madre. Ella intentó enseñarme su oficio, pero al final, me rendí. No tengo estómago para ser partera. Mi madre tampoco pudo dejarme nada en herencia”. Tabby cerró sus ojos para volver a tomar coraje. “Necesito un empleo.”
“Entonces has venido a pedir un puesto?”. Preguntó la duquesa.
Tabby asintió. “Sí. No tengo habilidades formales para presentarle ni una actividad laboral previa. Pero le aseguro que soy muy hábil en las tareas domésticas y la lavandería.”
La duquesa le sonrió. “Estoy segura de que lo eres.”
“Discúlpeme”. Dijo Tabby. “No sabía adónde más podía ir. Me he dirigido a todas las casas nobles que tenían avisos, pero todas me rechazaron por mi falta de experiencia. Estoy a días de morir de inanición y quedarme sin carbón.”
“No digas más”. La duquesa extendió su mano a través del espacio que las separaba, terminando la conversación. Se puso de pie y caminó hacia la puerta del salón.
El corazón de Tabby se hundió cuando vio a la duquesa atravesar la habitación. Ella no la ayudaría.
Su corazón entró en pánico. Qué haría ahora?
“Thomas,” la duquesa llamó ya que había dejado la puerta abierta.
Los ojos de Tabby se abrieron cuando vieron al apuesto lacayo ingresar en la sala. La duquesa estaba por echarla fuera? El pánico se apoderó de ella, haciéndole palpitar fuertemente el corazón. “Quizás debería irme”, dijo, su voz temblaba por los nervios. “No hay necesidad de echarme.”
“Qué? Echarte?”. Su Gracia se dirigió a Tabby, “Por qué creerías eso? No te voy a echar.”
“No?”, preguntó Tabby, en voz baja.
“Claro que no”. La duquesa negó con la cabeza. “Te estoy dando un puesto.”
“En verdad?”, Tabby no podía creerlo, esbozó una pequeña sonrisa. “Quiero decir”, volvió a decir, “Gracias, Su Gracia.”
La duquesa asintió, luego se dirigió al lacayo. “Thomas, lleva a Miss Barkley con Mrs. Miller. Indíquele que le dé a Miss Barkley una posición en la casa.”
“Sí, Su Gracia”, respondió el lacayo, luego se dirigió a Tabby. “Por aquí.”
Una extraña calidez se extendió por Tabby cuando sus miradas se encontraron. Obligó a sus pies a moverse y, en un instante, siguió al lacayo, Thomas, desde la sala. Cuando estuvieron fuera del alcance de la audiencia de la duquesa, el lacayo se quedó quieto, permitiendo que Tabby lo alcanzara.
Comenzó a caminar nuevamente con ella a su lado. “Encontrará que la Abadía Hartland es un lugar muy agradable para trabajar”, le dijo.
“Estoy segura de que sí, señor…?”, preguntó Tabby.
“Llámeme, Thomas, todos lo hacen”. Le respondió.
Tabby le devolvió la sonrisa. “Muy bien, Thomas”. Las mejillas de Tabby se sonrojaron mientras caminaban por el corredor hacia las escaleras. “Y tú puedes llamarme Tabby.”
“Es ese el apócope de algo? Un sobrenombre?”
Ella asintió. “Tabetha.”
Él volvió a mirarla. “Luces como una Tabetha.”
Ella desvió la mirada mientras pensaba su comentario. Cómo se veía una Tabetha en su mente? Fue un cumplido o le pareció desagradable el nombre? Su estómago revoloteó cuando volvió su mirada hacia él. Por qué su cuerpo se comportaba con tanta fuerza y por qué le importaba lo que pensara de ella?
Curiosidad, supuso ella. Después de todo, ella era nueva allí y no conocía a nadie contratado por los Devon.
Sucedía lo mismo con cada sirviente que pasaba. Cada uno la miró con curiosidad mientras bajaban las escaleras. La atención la inquietó, pero supuso que era natural. Después de todo, era una cara nueva en la residencia.
Con suerte, en su momento, la aceptarían. Quizás hubiera podido incluso hacer amigos allí. A Tabby le hubiera gustado mucho encajar allí. De todas formas, ella trabajaría duro y siempre estaría agradecida con la duquesa por darle una oportunidad.
“Verá que Mrs. Miller es una persona agradable”, dijo Thomas. La acompañó hasta la cocina y por un pasillo mal iluminado. “Ella es el ama de llaves y está a cargo de las sirvientas.”
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