Walter Cortez - Histeria

Intentaba quedarme despierto para evitar que la maldita bestia no apareciera, pero era inevitable que me quedara dormido y todo sucedía una vez más. Hasta que un día, cansado de las golpizas de mi padre y la burla de mi hermano, decidí ponerle fin a todo eso. Esa vez, antes de irme a dormir, fui a buscar el hacha de cocina de mi mamá y la escondí entre mi pijama. Me aseguré que nadie notara que la tomé. Era una noche cálida y de luna llena, Julio me dijo que es en estas condiciones cuando el hombre lobo tiene más fuerza y nada se le escapa, pero yo no iba a permitir que me llevase.

La ventana de nuestra habitación estaba abierta, la intensa luz de la luna se colaba por los huecos de la persiana y llegaba a los pies de mi cama. Coloqué el hacha cuidadosamente debajo de mi almohada y esperé por la criatura haciéndome el dormido, pero no llegaba. Yo no pude aguantar más y eventualmente me dormí, con la mano aferrada al mango. De pronto fui despertado por el monstruo, que tiraba de mis pies con más fuerza que nunca, a la vez que rugía y daba grandes resoplidos. La luz de la luna se había desplazado pero igual podía ver su silueta gracias al relumbre, me incorporé sin miedo y decidido a terminar con la infame bestia. Tomé el hacha y la asesté con todas mis fuerzas sobre la cabeza del animal, que cayó al instante. Llamé a todos a los gritos, ¡había matado al hombre lobo!

Mis padres entraron a mi habitación y encendieron la luz, y vi que esa cosa tenía puesta la pijama de mi hermano, pero su cabeza era la de un lobo. Tenía el hacha fijada en la frente y había un charco de sangre que se hacía más y más grande. Miré la cama de mi hermano estaba vacía, aún no comprendía lo que sucedía.

Mis padres, alterados, me preguntaban qué fue lo que pasó, pero yo no podía pronunciar palabra alguna, mi papá se agachó e intentó sacar el hacha de la cabeza. Todavía recuerdo el tronar de los huesos del cráneo, como los que hace un carnicero cuando está cortando en porciones un pollo. Retiró lo que para mí aún era la cabeza del lobo y vi que solo era una máscara de goma que Julio usaba para asustarme. Había matado a mi hermano solo por una broma que mi inocente mente no comprendió.

Mi mamá se desmayó de inmediato y yo entré en pánico. Corrí a la cocina y me escondí bajo la mesa, no lograba entender lo que había pasado pero sabía que era grave. Mi papá llamó a una ambulancia, y cuando llegaron los paramédicos y vieron la escena, llamaron a la policía, quienes culparon a mis padres de lo sucedido hasta que hablaron conmigo. Comprendieron que había sido un fatídico malentendido, que todo era una tragedia. Por mi edad y las circunstancias no tuve consecuencias legales, pero en mi familia no fue igual. Mi existencia se volvió insoportable, sobre todo en los días que serían el cumpleaños de Julio, y más aún cuando era el aniversario de su muerte, o mejor dicho, de su asesinato.

Maté a mi hermano y tengo que vivir con eso, y es por esa razón que me vine a estudiar tan lejos, para que nadie sepa mi historia y para no ver la mirada de desprecio de mi mamá, ni soportar la indiferencia de mi papá.

Crecí sin amigos, todo el mundo sabía mi historia y nadie quería acercarse a mí, me temían y por eso me marginaron.

Aquí puedo rehacer mi vida, tener amigos y nadie me juzga. Pero, tengo que seguir viviendo con la muerte de mi hermano en la conciencia. Todo por una broma, por eso no me gustan.

¿Podrías guardar este secreto? No quiero que todos me vean como un monstruo. —preguntó Javier mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Sí. —Yésica apenas pudo decir eso después de escuchar aquella historia. No podía creer que ese chico allí, sentado a su lado, sea un asesino.

Todos los días de verano los niños de mi barrio se juntaban a jugar; risas, gritos y alegría llenaban las calles. Cierta tarde comenzó a oscurecer temprano y decidieron jugar a las escondidas. Alan, uno de los más pequeños, se escondió en la esquina de una casa recientemente abandonada, detrás de los descuidados ligustros del jardín de la casa. Una sensación de escalofrío lo llenó de miedo cuando escuchó un susurro detrás de él. Volteó para descubrir qué era y notó un agujero no muy grande en el suelo, apenas visible. Se acercó para investigar de qué se trataba, el hueco parecía profundo y no se podía ver nada en su interior. De pronto, un par de manos de color verde oscuro, con grandes uñas afiladas y amarillentas, asomaron desde el orificio y atraparon al muchacho. Sus gritos desesperados alertaron a sus amigos, quienes fueron a su búsqueda olvidando el juego en el que participaban, y cuando llegaron vieron al pobre Alan aferrado de una raíz que sobresalía del suelo, y al otro extremo de su cuerpo estaban esas horribles manos sujetándolo. Desde adentro de este pozo se podía divisar una cabeza con largos pelos grisáceos y un par de ojos rojos brillando en la oscuridad. Sin siquiera pensarlo, los chicos tomaron a su amigo de los brazos, venciendo el terror que les invadía, y tiraron con todas sus fuerzas. Jorge, un niñato robusto, llegó desde atrás y pateó con gran fuerza la maraña de pelos grises que sobresalían del hoyo. El ser extraño soltó al aterrorizado joven y todos escaparon corriendo. Se detuvieron en la otra esquina, casi sin aliento, todos llorando de miedo. Una mujer se acercó al escuchar sus llantos y les preguntó lo que había pasado.

Al escuchar el relato desesperado de los niños, un nudo se hizo en su garganta y el miedo llenó su corazón. A su mente llegó el recuerdo de un viejo rumor que había oído, acerca de un demonio que habitaba bajo tierra. Los dueños habían abandonado esa casa de un día para el otro, luego de que su pequeña hija desapareciera sin explicación; cosas extrañas le sucedían con anterioridad

Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.