Varios autores - Apaga la TV. Apuntes sobre prensa y comunicación en tiempos de revuelta popular

La televisión ha construido imágenes de jóvenes para generar miedo e inseguridad, ha puesto en evidencia su ideología segregadora, la cual apela a la expulsión y/o aislamiento de toda amenaza transformadora, artilugio creado por los medios de comunicación vinculados a la industria y al gobierno que busca sofocar un colectivo amenazador.

Omar Rincón (2006) propone que la violencia es una estética, una manera de expresarse y comunicarse, de darle sentido a la existencia. Por ello, en la televisión se estructuran historias que balbucean inestabilidad, incertidumbre, desconcierto, confusión e indefensión del sujeto social (p.112).

La televisión oculta que la violencia es practicada por una inmensa minoría de los jóvenes; sin embargo, hay una mayoría que se desiste a las expresiones de violencia, jóvenes que entienden y aceptan otras formas de resistir a la acción policial, las cuales pueden ser evaluadas con simpatía y una cuota de romanticismo.

Chile vive un contexto de violencia que es instrumental (Arendt, 2014), que se justifica debido a un discurso compartido por la población: hay una pérdida de autoridad de la presidencia de la República, un desprecio hacia la fuerza que ejerce Carabineros; se comparte un diagnóstico que reclama cambios sociales estructurales, y estos deben ser realizados en el marco de una nueva institucionalidad y difuminados por un proceso comunicativo que convenza a una juventud que desconfía de manera informada y argumentada.

La rebelión social que se desarrolla en Chile encontró a un establishment político-empresarial sin discurso, con una obra transicional que no tiene vocerías que la defiendan y la proyecten, y una televisión que aplicó guiones conocidos y erráticos, siempre en concomitancia con el poder político; así lo demuestran publicaciones en la prensa independiente que denuncian reuniones de autoridades de gobierno, incluso del presidente de la República, con editores y rostros televisivos durante los primeros días del denominado «estallido social».

De la criminalización y la necesidad de «reprimir con energía» se pasó a una relativa sintonía con las demandas sociales, titulándolas de justas, pero condenando la forma. Se descalificaron los múltiples formatos de la protesta y se buscaron vocerías e interlocutores que la «calle» no reconoce como tales.

Los medios televisivos, a diferencia de otras experiencias similares, no han logrado desperfilar a una juventud movilizada que se instala como una alternativa política y cultural, que cuestiona y condena la hegemonía neoliberal, las violaciones a los Derechos Humanos y el ejercicio de la política como una práctica de estructuras jerárquicas.

La rebelión social permite constatar y reflexionar sobre nuestras expectativas con las imágenes, que ponen el acento en cuál es el sentido de la imagen para nosotros y no en un nosotros como ejemplares pasivos ante el televisor.

Hoy, más que ayer, existen dudas sobre la veracidad de los acontecimientos que construye la televisión y hay una mayor conciencia sobre los intereses y las dependencias económicas que la industria televisiva intenta soslayar en medio de una crisis social y, por cierto, televisiva.

Arendt, Hannah (2014), Sobre la violencia . Madrid: Editorial Alianza.

Rincón, Omar (2006). Televisión, video y subjetividad . Bogotá: Editorial Norma.

2Dino Pancani es director de la Escuela de Periodismo del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Periodista, doctor en Estudios Americanos, mención Pensamiento y Cultura; con estudios en Literatura Hispanoamericana y en Comunicación Visual. Fue residente del Instituto de Desarrollo Social, IDES, de Argentina; y pasante, en la Radio y Televisión Española, TVE, España.

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