“El caballo de oro” tiene, adem á s del inter é s de la historia, un maravilloso contrapunto de ternura y fantas í a, í ntegramente jugado por el hermoso potrillo y su madre, en di á logos que son un d ú ctil ejercicio de la belleza y la emoci ó n. Saturno nos deleita en su despertar a la vida, nos conmueve con sus aventuras de peque ñ o explorador del mundo, que se hace m á s rico, complejo y fascinante a medida que se extiende ante sus ojos y é l se vuelve m á s grande y fuerte. Saturno deja de ser la mascota de la estancia y pasa a vivir otra realidad: la de un victorioso caballo de carreras, pero no será para siempre... Es una historia que nos recuerda que en lo alto y en lo m á s bajo de la escala de la vida, cada uno en nuestra esfera, cumplimos nuestra misi ó n.
Y ya en el final del libro, “El á rbol” nos contar á la historia de una mangueira que am ó mucho, que fue muy fiel, que tom ó como un compromiso de vida el amar m á s all á de la esperanza, de la l ó gica, de las dudas, de todo cuanto a nosotros, pobres y prosaicos mortales, nos separa del amor. Candoca ser á testigo real y testigo imaginario –seg ú n cada etapa– de una existencia humana, de su “Principito”, tan doloroso y sabiamente amado, y del que no esper ó sino, alguna vez, un bello recuerdo y un momento de compa ñí a. Pero el Pr í ncipe se trasformaría en hombre y abandonaría el mundo de los sue ñ os, que es el de la infancia, con las emociones que embellecieron sus d í as e hincharon de expectativas gratas y de esperanzas nobles su alma.
Y termina la ronda fant á stica de historias de animales y á rboles; y en ellas, siempre, el hombre. Causa y efecto.
Inspiraci ó n o motor. Idea o acci ó n. Personaje o motivo. El hombre, con el que se completa el tri á ngulo de la vida: la animal, la vegetal y la humana.
P á jaros, peces, caballos, á rboles, hombres. Todos ellos dando forma o prestando elementos para esta ronda en la que las emociones activan la fantas í a. Una ronda en medio de la cual –tambi é n yo, fant á stica– me imagino a Jos é Mauro de Vasconcelos en su centro, moviendo infinitos e invisibles hilos que conducen a sus personajes para que escenifiquen ante nosotros, en ese milagroso escenario del libro, sus maravillosas aventuras.
“Z é ” Vasconcelos, escritor y titiritero; inventor de cuentos, piloto de fantas í as, abanderado de ilusiones, portavoz de emociones, inimitable contador de historias, nos devuelve al mundo m á gico al que muchos lectores se asomaron por primera vez, llevados por la manita c á lida y peque ñ a de un ni ñ o llamado Zez é . El mismo que nos acompa ñó en el descubrimiento del incre í ble milagro que se llam ó Mi planta de naranja lima . Vasconcelos, que supo crear una saga admirable sin caer en las f á ciles tentaciones del existismo, sin apartar un pie del camino de “relato-verdad” con que é l dio su mejor aportaci ó n a la moderna literatura del Brasil, en este dif í cil, riesgoso g é nero que es el que se destina a nuestro bien mayor, los ni ñ os.
Y ahora una confesi ó n inusitada, inusitada porque no es lo com ú n en quien es responsable por la aparici ó n de un libro, a trav é s de su traducci ó n y presentaci ó n: tuvo la fortuna de ser elegida para dar a conocer a Vasconcelos en el á rea hispanohablante. Siempre, desde entonces, ha sido para m í un placer y un gusto, una vez seleccionados sus libros, traducirlos y prologarlos. Mi planta de naranja lima fue el comienzo de una buena y ya solidificada amistad con su autor, a partir del momento en que su personaje enamor ó a la traductora, su narrativa conmovi ó a la cr í tica, y el resultado final de esa compleja simbiosis de tema y estilo complaci ó a la escritora. Pues bien: si aquel libro fue para m í una feliz y satisfactoria, placentera aventura, Corazón de vidrio ha constituido lo que yo llamo “mi lujo vasconceliano”; porque haber podido llevar a la rica lengua de Cervantes esta joya escrita en la de Camoens, para quien realiza esa tarea no es el cumplimiento de un trabajo, sino un lujo con que se premia a s í mismo.
Hecha la confesi ó n, queda el lector frente a “mi lujo” y uno de los m á s hermosos libros de “Z é ” Vasconcelos. Que é l me acompa ñ e en mi placer y mi satisfacci ó n de lectora.
HAYDÉE M. JOFRE BARROSO
Lúcia Pereira de Almoço;
para las sobrinas:
Adriana da Norma
Beatriz da Melany
Beatriz, Renée y Silvia da Eva
Bettina da Rosa
Guiga y Tieza da Lila
Juju da Daisy
Julie da Eurídice
Maria Helena da Helena do Walter
Mauí da Dina
Monique da Gini
y
Moniquinha da Yole
Ciccilo Matarazzo
Había una vez... una estancia inmensa.
En el patio del fondo existía una mangueira 1 joven.
Por los campos bien verdes e iluminados de sol, se criaban los caballos de carreras.
En el bosque, los pajaritos aprendían a cantar libremente.
Y el viento –¡y qué viento dulce!– balanceaba los grandes maizales que cada vez tomaban más el color del fuego.
En el lago, los peces rojos nacían para más tarde ser trasportados a los acuarios de la ciudad.
Todo era lindo, muy lindo, en la estancia.
Pero los hombres lo arruinaban todo...
1 En el patio del fondo existía una mangueira 1 joven. Por los campos bien verdes e iluminados de sol, se criaban los caballos de carreras. En el bosque, los pajaritos aprendían a cantar libremente. Y el viento –¡y qué viento dulce!– balanceaba los grandes maizales que cada vez tomaban más el color del fuego. En el lago, los peces rojos nacían para más tarde ser trasportados a los acuarios de la ciudad. Todo era lindo, muy lindo, en la estancia. Pero los hombres lo arruinaban todo... 1 Árbol cuyo fruto es la manga. (N. de la T.).
Árbol cuyo fruto es la manga. (N. de la T.).
Historia
1
La misa del sol
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